Cerca del mar, del monte... y de Pedrito

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Cerca del mar, del monte... y de Pedrito
Fecha de publicación: 
9 Septiembre 2014
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En 2012 lo definí como un hombre de baja estatura y gigantesca nobleza. No me equivoqué. Y no se equivocan los mucho trinitarios que ahora mismo lloran la pérdida de uno de los trovadores más singulares y queridos de la tercera villa cubana. Hombre de esplendida voz, guitarra sensible, de poesía sentida, devoto a su tierra, Pedrito González fue (es) un músico comprometido con la trova de pueblo, con el cantar de descarga, con la frase de amor y todo cuanto sonara a arte.

La noticia de su muerte a los 58 años me duele. Trinidad se merecía más tiempo con Pedrito, Pedrito merecía más tiempo con su ciudad. Juro que he intentado hacer la más sentida de mis crónicas, pero al calor de estos días el silencio me sobrecoge más.

De hace ya unos años es esta entrevista que le hiciera en el estudio de grabación que poesía en su hogar, “para ayudar a todos los jóvenes que se inician en el mundo de la música”. Por aquel tiempo era muy difícil dilucidar que se nos iba a ir tan pronto. Entonces lo califiqué como hijo sublime y defensor ferviente de la nueva trova, movimiento del que fue fundador junto a José Ferrer, cuando formaban parte del afamado dúo Escambray.

Allí me contó su historia: “mi madre y abuela llevaban de la mano la música y el canto. Mi papá, Pedro González Borges, fue un trovador paradigma para la música local y mi posterior despunte. Por mi casa desfilaron grandes trovadores cubanos, imagínate, en nuestro patio radicó la primera casa de la trova de la ciudad. Todo eso redundó en que yo abrazara la guitarra para siempre”.

—¿Cómo llegan a su vida José Ferrer y el dúo Escambray?

—Estudiábamos en la misma escuela de arte en el año 1970. Comenzamos a cantar como hobbie y vimos el buen empaste de nuestras voces y decidimos unirnos en un proyecto más serio de música tradicional cubana. En un principio le pusimos Dúo Los Sindos en honor a Sindo Garay y más tarde, en el servicio militar, cambiamos el nombre a propuesta de un alto oficial amigo nuestro. Nos propuso Escambray por ser oriundos de esta zona montañosa.

Con el dúo fundo el Movimiento de la Nueva Trova, junto a Lázaro García de Cienfuegos, Mario Crespo en Santa Clara, Augusto Blanca en Santiago de Cuba, René Urquijo,… en fin, muchas personas de distintas provincias que alzaron sus voces. Para nosotros este movimiento fue una experiencia lindísima. Participamos en eventos preciosos como los encuentros de la canción política en Camagüey y en La Habana, así como eventos internacionales y nacionales. Ferrer y yo viajamos el mundo entero y recogimos muchos de los temas en nuestro primer y único disco con la EGREM titulado “Guitarra mía”, en el año 1989, con la firma Siboney de Santiago de Cuba.

—¿En esa carrera de felicidad, nunca hubo obstáculos?

—Los artistas de provincia siempre tenemos obstáculos, por lo menos los que nos quedamos aquí, y no en la capital. Primero el fatalismo geográfico, la posición de Trinidad es un freno para cualquiera, de hecho, aún me pregunto cómo el dúo Escambray llegó a esferas nacionales e internacionales desde aquí. Imagino que se impuso la calidad de nuestro trabajo, siempre serio y con dignidad; integrar el Movimiento de la Nueva Trova fue un gran impulso.

Como dúo cantamos por 27 años. Recuerdo ese tiempo como muy fructífero. Recuerdo las tres estancias en Angola en plena guerra, o cuando caminamos la Sierra Maestra kilómetros y kilómetros, para cantarles a los campesinos de zonas intrincadas, y los vimos llorar porque nunca habían visto algo parecido. Hubiésemos querido otras cosas, como por ejemplo ampliar nuestra escasa discografía, pero en general hicimos cosas lindas y duras al mismo tiempo.

—¿Por qué desaparece el dúo después de tanto éxito?

—Ferrer es mi hermano, mi amigo, no fue nada personal entre nosotros. Escambray terminó porque vivíamos en Trinidad, por causa de la llegada del turismo y la propuesta de pagarnos ocho días de trabajo y el resto subsistiéramos con la propina. Por respeto a nuestro trabajo no aceptamos esto y se acabó el dúo. Fue un cambio muy brusco pasar de grandes escenarios a cantar en restaurantes, como decimos los músicos, haciendo comidas de sopas. Nunca fuimos una medicina para bajar comidas.

—¿Cómo repercutió la separación de José Ferrer y Pedro González en el público?

—Imagínate que un buen día encontré una muchacha en Sancti Spíritus que me vio y me abrazó llorando. Yo pensé que le pasaba algo serio y le pregunté: ¿Qué te pasa?, pero se acercó y me dijo: Pedri, ¿por qué falta el dúo?

—¿No tuvo miedo de fracasar sin la compañía de Ferrer?

—¡Por supuesto! Me costó mucho trabajo acostumbrarme a cantar sin esa estupenda segunda voz de Jesé Ferrer y esa guitarra acompañante. Me costó adaptarme a ese vacío, porque logramos un empaste de voces excelente que, aunque parezca mentira, es más difícil lograrlo en dúos que tríos. Era buscar otro repertorio, nuevo sonido, en fin, empezar de cero.

—Después de todos los contratiempos por la zona donde vivía, ¿por qué nunca cruzó las fronteras de Trinidad?

—Porque soy muy trinitario, amo este pueblo, a cada una de sus piedras. Quiero a mi gente como ellos me quieren a mí, muchas veces me lo han demostrado. Cuando viajo, por ejemplo, a La Habana, al segundo día me parece que llevo fuera todo un mes.

Oportunidades he tenido miles de residir en la capital, e incluso fuera del país, pero nunca sería capaz de quedarme en ningún lugar. Es una dicha vivir en Trinidad. Gozamos de tranquilidad y respiramos un aire más puro.

—¿Podemos hablar del término «trova trinitaria»?

—Soy un defensor ferviente de la trova, sobre todo la trinitaria, que tiene un discurso musical más cadente, más suave, más romántico, más íntimo que la diferencia, por ejemplo, con la de Sancti Spiritus. Yo canto un “Mujer perjura” y nunca será similar a como lo haga un espirituano. Nosotros contamos con un movimiento muy fuerte de trovadores. Me vienen a la mente nombres como Rafael Saroza, Catalina Berroa, Rafael Pomares, Ángel Padrón, La Profunda, Roger Becker, Alejandro Bécker... Trinidad es un pueblo donde cualquier persona sabe tocar una clave, e incluso una canción. Un lugar de artistas y de gente muy sensible.

—¿Quién es Pedrito cuando deja la guitarra?

—En casa siempre he sido el hombre de la brocha en mano, del alicate, el destornillador, y del serrucho. Soy el que no espera por un carpintero o un albañil, y siempre busco resolver los problemas por mí mismo aunque no soy muy mandadero porque no me gusta hacer colas – Sonríe – Pero además, nunca estoy tan alejado de la guitarra porque me considero un artesano por naturaleza, de vez en cuando hago trabajos de este tipo, y me gusta reparar instrumentos musicales. La guitarra es como mi esposa.

—Si tuviera la oportunidad de traer o conservar a las personas que le acompañarán hasta el fin de sus días, ¿a quién escogería?

—Mi padre, a quien perdí hace muchos años, mi madre también por supuesto, pero con la muerte de mi padre dejé un pilar de mi vida. Era mi amigo, mi hermano, mi compañero y por encima de todo ¡Mi Padre! Mi hija que adoro, una gente increíble, mi otro maravilloso hijo, también cantante; y mi esposa que me ha acompañado y me ha tolerado cada locura.

—¿Quién fuera usted si no hubiera nacido en Trinidad y nunca hubiera tocado una guitarra?

—¡Médico! Porque mi padre fue farmacéutico, además de la trova tuve la medicina muy cerca. Pero las cuerdas de una guitarra fueron más fuertes.

—¿Me puede definir la trova suya con una palabra?

—Le voy a agregar otra: mi vida.

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