Atleta ciego estadounidense no pudo viajar desde Cuba a EEUU en kayak
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Crowley aseguró en entrevista telefónica que desea intentar de nuevo la hazaña, probablemente el año entrante, pero aclaró que lo hará siempre y cuando el gobierno estadounidense vuelva a autorizarle a llevar equipos para personas que son consideradas ciegas por su escasa visión.
Nacido con atrofia óptica, que solo le dejó un 7% de visión, el estadounidense de 56 años partió el viernes pasado al mediodía de La Habana para cruzar el Estrecho de la Florida en su kayak rojo, esperando llegar en menos de 25 horas a Cayo Hueso, extremo sur de Florida (sureste de Estados Unidos).
Ocho horas más tarde, “el clima no nos permitió continuar así que hice el resto del camino en el barco de apoyo”, indicó.
Pese a que antes de partir los pronósticos mostraban un clima “casi perfecto”, Crowley, quien en el pasado navegó por el río Hudson y cruzó el Canal de la Mancha, debió soportar vientos de hasta unas 20 millas por hora (32 km por hora) en contra y las condiciones climáticas empeoraban a medida que pasaban los minutos.
“Era como remar sobre una cinta para correr”, dijo Crowley, residente en las afueras de Albany, Nueva York, casado y con tres hijos.
“Si crees en Dios, Dios no nos estaba dejando hacerlo. Si crees en la mala suerte, tuvimos mala suerte”, aseveró.
“Por razones de seguridad, hicimos lo correcto”, consideró.
Él y su hijo Peter, que iba en su propio kayak, terminaron el resto del camino en el catamarán que los acompañaba.
Esta iba a ser el primer cruce del estrecho en Kayak, según autoridades del Club Náutico Hemingway en La Habana.
Cruzar el estrecho, plagado de tiburones, nadando o remando ha sido en los últimos años una meta de muchos deportistas, principalmente estadounidenses, que buscaban una marca personal y promover la amistad entre Estados Unidos y Cuba, que carecen de relaciones diplomáticas y están enfrentados por causas políticas desde hace más de 50 años.
Crowley afirma que el reto era la parte “menos importante” del viaje, porque para él lo significativo era llevar los dos equipos para estudiantes cubanos con discapacidad visual, que pagó de su bolsillo.
“Ir para allá sin intentar ayudar a la gente, especialmente niños en una situación similar a la que yo viví, y que por situaciones ajenas a ellos no tienen las herramientas necesarias (para desarrollarse), hubiera hecho que no me sintiera bien”, dijo.
“No puedo creer que una persona racional quiera que niños u otras personas no tengan las herramientas necesarias para intentar tener una vida buena”, señaló al ser consultado sobre el embargo estadounidense contra Cuba.
Crowley, quien trabajó para el gobierno estatal de Nueva York y ahora da charlas para motivar, dijo que todas las personas que conoció en Cuba fueron amables y que las autoridades le agradecieron los equipos, que serán utilizados en escuelas en las provincias de Mayabeque y Pinar del Río.
Incansable deportista, Crowley tiene un cinturón negro en artes marciales y practica el montañismo: alcanzó la cumbre del Kilimanjaro -la montaña más alta de África, de 5.892 metros- con otros dos alpinistas ciegos.
“Espero ir de vuelta (a Cuba), con suerte el año entrante”, pero “siempre y cuando pueda obtener una licencia de exportación” del gobierno estadounidense para llevar nuevos equipos para las escuelas para discapacitados visuales, dijo.
Y “seré feliz sin vientos y con un mar tranquilo”, concluyó.
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