Kenia: En el punto de mira del Imperio
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Kenia, la nación africana de donde provienen los antepasados del presidente Barack Obama, se ha convertido en objeto de conspiración para la inteligencia norteamericana, desde la asunción de un mandatario que venció al favorito de Washington y proclamó su disposición a realizar una política independiente.
Hace unos días, el presidente del Comité Consultivo de Seguridad Nacional de Kenia, Francis Kimemia, afirmó que el gobierno de Estados Unidos pretende desestabilizar a su país, a través de protestas contra la supuesta mala gobernación del Ejecutivo Nacional, liderado por el mandatario Uhuru Kenyatta.
Aseguró que los órganos kenianos de seguridad del Estado recibieron informaciones que exponen de manera pormenorizada el financiamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) en actividades como protestas públicas del pasado 12 de febrero, para reclamar por los casos de supuesta corrupción política, pobreza e inseguridad en el país.
El organismo keniano sostiene que dos famosos activistas del país, Boniface Mwangi y John Githongo, junto al exreverendo Timothy Njoya, han organizado protestas financiadas por USAID.
Al respecto, el embajador de EE.UU. en Nairobi, Robert Godec, trató de hacer creer en un comunicado que las acusaciones sobre los intereses de la administración estadounidense en "minar" o "desestabilizar" al gobierno de Kenia son "falsas". "El gobierno de los Estados Unidos es un socio fuerte y comprometido con el gobierno de Kenia, como lo ha sido durante los últimos 50 años", afirmó.
El “paripé” del centro comercial
Muchos lectores recordarán aquella toma del centro comercial de Nairobi, la capital, hace unos meses por 15 sujetos bien armados, en los momentos en que era visitado por turistas de unos 60 países. Retuvieron el lugar durante cuatro días, tomaron decenas de rehenes y mantuvieron a raya a centenares de policías, mientras televisoras estadounidenses filmaban el hecho, al estilo de cómo lo hicieron con el inicio de la más reciente agresión de Estados Unidos a Iraq.
Lo que siguió a continuación fue la toma del lugar por las fuerzas del orden kenianas, con la colaboración de agentes especializados israelíes -siempre tan “oportunos”- la muerte de asaltantes, rehenes y policías, y la subsecuente acusación de que los malhechores, todos unos profesionales con pasaportes de países europeos, eran presuntos miembros del grupo somalí Al Shabaad, sindicado como terrorista, en venganza por la participación de tropas de Kenia en la guerra de Somalia.
Pues bien, la masacre que causó la muerte de 67 personas de diez países, y atribuida rápidamente a los islámicos radicales, despertó la indignación de varios miembros de misiones humanitarias, quienes atribuyeron la acción a intereses estadounidenses.
"Los residentes de Estados Unidos o Inglaterra van a creer fácilmente esto, pero nosotros, que vivimos aquí, entendemos que es una tontería completa. Nairobi es para los somalíes. Es el lugar seguro más cercano donde puede establecerse después de la jubilación… Ellos compran aquí las propiedades inmobiliarias. ¿Para qué van a disparar a los rehenes aquí?”, razonaron los misioneros.
Esto significó una catástrofe económica. El negocio del turismo recauda el 60% del Producto Interno Bruto de Kenia y, gracias a un atentado bien planificado, un país entero está al borde del colapso económico.
El quid del asunto
Estados Unidos sigue considerando el este de África una zona incondicional de su influencia, pero a principios del 2013, en la vida política de Kenia tuvieron lugar unos cambios verdaderamente revolucionarios.
A pesar del cabildeo activo (oficialmente se llama "el apoyo financiero de las organizaciones no gubernamentales"), un protegido de Estados Unidos perdió claramente las elecciones y de la presidencia del país se hizo Uhuru Kenyatta, hijo del Padre de la Nación, Jomo Kenyatta. Incluso, durante la campaña preelectoral, el nuevo presidente dijo en repetidas ocasiones que Kenia perseguiría una política independiente, sin tener en cuenta la presión exterior. Y después de su elección comenzó a poner esta promesa en realidad.
En primer lugar, la política de Kenyatta tiene que ver con las reservas de petróleo descubiertas recientemente en el territorio del país y la construcción del proyecto de infraestructura más grande de África, que incluye el complejo portuario, la tubería, el ferrocarril y las carreteras. La ejecución del proyecto permitirá el acceso al mar de Etiopía, Sudán del Sur y Uganda, ricos en petróleo, y convertirá a Kenia en el exportador regional de hidrocarburos más grande.
Las inversiones en el proyecto se estiman en 23 500 millones de dólares, pero la participación de los estadounidenses es cuestionada. Además, el nuevo presidente hizo visitas oficiales a China y Rusia, donde firmó acuerdos por 5 000 millones y 3 000 millones de dólares.
Nairobi se ha puesto de acuerdo con Beijing sobre los pagos directos en yuanes, lo que es un duro golpe para la reputación del dólar como la principal moneda internacional. En los últimos años China hace esfuerzos grandes para sacar el yuan al mercado mundial y en las relaciones con los países pobres de África habrá bastante concesiones mínimas para retirar el dólar de una región entera.
Por el momento, el principal inversor del proyecto es China. La situación se refleja en los participantes de la feria Oil & Gas que se celebrará en Nairobi en abril de este año en Nairobi. Por cada compañía petrolera estadounidense, hay 14 chinas.
Otro resultado importante de la exploración geológica fue el descubrimiento en septiembre del 2013 de grandes reservas de agua dulce en la frontera con Uganda y Sudán del Sur, que puede convertir provincias que sufren de sequía en una región agrícola floreciente.
O sea, ya no habrá necesidad de las actividades de numerosas organizaciones humanitarias, y Kenia dejará de depender de la ayuda de Estados Unidos y Europa.
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