¿Permutar de discotecas a teatros?

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¿Permutar de discotecas a teatros?
Fecha de publicación: 
19 Febrero 2014
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¿De discotecas a teatros? ¡Qué va! Me parece más bien una salida fácil de tan enrevesado problema. Los jóvenes padecemos en carne propia los achaques de la sociedad que conformamos todos los cubanos. La Federación Estudiantil Universitaria nos concede a sus miembros entradas para los más diversos lugares por diez pesos en moneda nacional. Pareciera una bagatela si se compara con el resto de las opciones recreativas: matinés, peñas, y discotecas con sus precios extravagantes. Tal vez en cuanto al “cover” de la entrada, tengamos la dificultad resuelta, pero si analizamos someramente el costo de los productos que en esos sitios se dispensan, realmente parecen una burla al estudiantado.

 

Un estipendio, -que aunque ayuda un poquito- es de solo 100 pesos por mes, si se suman los 25 de ayudantía en algunos casos…. Padres que trabajan y a duras penas ahorran céntimo por céntimo de su salario para comprar materiales escolares como memorias flash, por solo citar un ejemplo. Los propios universitarios que en algunos casos estudian y se emplean a la vez – ya sea en el perfil de su carrera o en el sector particular. Algún que otro premio académico que contribuya con el sustento económico: de manera general y rápida, puede describirse así el panorama contemporáneo de las universidades cubanas.

 

Sin embargo, algunos artistas exhortan a los intelectuales y alumnos universitarios a “participar de fiestas” y a “disfrutar la vida” porque “todo no puede ser estudio”. Que en teoría tienen razón, ni siquiera lo dudo. Pero en la práctica las cosas no son tan sencillas: ¿qué recursos financieros tiene el joven de hoy para costear actividades recreativas? Es una pregunta retórica, desde luego. Cierto es que algunos jamás pensamos pasearnos por el Salón Rojo del Capri, y aún así lo hemos conseguido gracias a los coordinadores de la FEU, solo que cuando intentamos comprar algo de beber casi nos embriagamos sin alcanzar un trago: los precios del Capri emborrachan más que las bebidas que allí se venden.

 

Y no se trata de querer vivir en un carnaval o de fiesta en fiesta, sino de liberarse del estrés de exámenes y seminarios al menos dos veces por mes –siendo bastante conservadores-. El teatro, sin dudas, es una estupenda opción, sobre todo con Argos y las versiones de Celdrán de algunos clásicos. El cine ni qué decir, mucho más si es con estrenos como la Conducta de Daranas. Pero relajar los músculos en una discoteca, bailar un poquito, y charlar con los amigos, también es necesario.

 

Cada espacio tiene sus ventajas, y demanda un tipo de público específico. Pero por qué circunscribir la recreación de los universitarios a cines, teatros o peñas de la trova tradicional. La realidad siempre es más rica que los resortes que le atribuyen, y hay quien gusta muchísimo de las discotecas. Si allí se proyectan videos de música popular bailable, “chapeando entre lo popular y lo vulgar” según algunos, ello no la hace menos atractiva.

 

Encuestas recientes dicen haber encontrado que los jóvenes adeptos al regaetón son 20 por ciento menos inteligentes que quienes escuchan a Bethoven, pero eso son solo números; no te hace más perspicaz ver telenovelas brasileñas en lugar de cubanas, hay que ir a argumentos más convincentes porque de sitios para aprender está llena la vida.

 

Aún así, si realmente la encuesta mostrara la realidad, cada cual, -de todas formas- escoge dónde le place estar, y si la respuesta es una disco, entonces debería poder cubrirlo. La estrategia de la FEU en este sentido debería ser más abarcadora: no bastan las prebendas con las entradas, se necesitan gratificaciones en los precios de los productos de esos locales.

 

Pero además, cuáles son las vías de promoción de las ofertas más asequibles, de qué efectividad dan cuenta, por qué fuera de los espacios que proporcionan las facultades hay que pagar 10 cuc y hasta 15, o muchísimo más por oír apenas dos horas a algún músico en boga, que se presente en la Cecilia o el Capri?, lugares a los que por cierto va muchísima gente y son escenarios de “ciertas prácticas extrañas”. Estas, y algunas otras son, más que inquietudes, inconformidades de los más jóvenes en cuanto a la recreación, y la respuesta no puede ser en absoluto permutar De discotecas a teatros.

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