La guerra mediática contra los Juegos Olímpicos en Sochi
especiales
Las noticias y la verdad no son las mismas cosas (Walter Lipman)
La campaña mediática anti rusa, a la que la prensa globalizada ha dedicado tanto esfuerzo y tantos recursos en vísperas, durante la inauguración y el desarrollo de los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, ha demostrado que la Guerra Fría no ha terminado, sino simplemente ha traspasado la fase ideológica. Ahora se trata de los intereses geopolíticos y geoeconómicos de los Estados Unidos y de la Unión Europea (UE) cuyos líderes ven un peligro en el resurgimiento de una Rusia vestida de capitalismo neoliberal, pero sin perder su propia idiosincrasia nacional, como una potencia regional. Este hecho ha puesto en guardia a los iluminados globalizadores que decidieron desprestigiar este proceso utilizando miles de sus escribanos a sueldo. Así lo expresó hace poco el diputado ruso Leonid Kalashnikov: “Rusia siempre ha sido un rival geopolítico para Occidente y nadie quiere a sus rivales”.
Por supuesto que tenían que empezar el desprestigio comenzando con el líder de la Rusia moderna, el presidente Vladimir Putin y tratar de separarlo de su pueblo. Para eso los enemigos del país lanzaron la tesis de que los Juegos Olímpicos en Sochi están destinados, así como lo escribió sibilinamente un editorial de The New York Times, “a la búsqueda de prestigio y poder del presidente Vladimir en el escenario mundial”. No cabe duda que los escribanos de la prensa corporativa globalizada no han tomado en cuenta las encuestas en Rusia, hechas inclusive por las agencias extranjeras, que mostraban el apoyo y confianza del pueblo ruso a su presidente. Por algo los ciudadanos rusos eligieron a Putin en el 2013 como el Hombre del Año. A la vez, las 175 agencias de noticias y medios de comunicación han elegido al presidente ruso como el “Número Uno de los Líderes Mundiales en 2013”. Para nadie es un secreto que no hay un líder opositor de la talla de Putin.
Sin embargo, para la prensa globalizada la corrupción aumentó durante el régimen de Putin. Se olvidaron por completo que este mal empezó a crecer desmesuradamente durante la privatización decretada por Boris Yeltsin quien siguió los consejos de los norteamericanos Jeffrey Sachs, David Lipton y del economista sueco Aslund Anders – autores del desastre económico en la mayoría de los países de Latinoamérica en los años 1980. Con el beneplácito incondicional de Yeltsin y su primer ministro Egor Gaidar, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Departamento del Tesoro obtuvieron luz verde para aplicar en Rusia las recetas del Consenso de Washington y sumergir al país en la desastrosa “terapia de choque”. El surgimiento de oligarcas de la noche a la mañana y la entrada de Rusia en una vorágine de corrupción son resultados de los consejos y de las llamadas recetas occidentales.
Tampoco no hay ningún secreto de la existencia de un alto nivel de corrupción en Rusia -la prensa del país informa permanentemente sobre este mal y, se necesitarían años y la aprobación de muchas leyes drásticas para hacer disminuir este problema, pero no hay pruebas concretas respecto a la supuesta corrupción y el despilfarro de una tercera parte de 51 mil millones de dólares gastados para la organización de Juegos Olímpicos en Sochi, tanto denunciada por los medios de comunicación globalizados. El presidente del Comité Olímpico ruso, Alexander Zhukov explicó que una parte del presupuesto ha ido a la Olimpiada y la otra más grande, a la remodelación y el mejoramiento de la infraestructura de toda la ciudad.
En general, la corrupción es una de las características o vicios principales de todos los países que siguen el modelo económico neoliberal. La semana pasada la Comisión Europea presentó un escalofriante informe que reveló que en 2013 la corrupción en la Unión Europea causó pérdidas por 120 mil millones de euros (163.61 mil millones de dólares). Esto obligó a la Comisionada del Interior de UE, Cecilia Malmostrom a declarar que “no hay zonas libres de corrupción en Europa” y que el dinero perdido por sobornos, pagos excesivos, financiamiento político ilegal y otras prácticas fraudulentas es equivalente al presupuesto operativo de la Unión Europea.
En los Estados Unidos, la red de la corrupción aumentó desde la época de Richard Nixon cuando el 15 de agosto de 1971 los Estados Unidos declaró unilateralmente la inconvertibilidad del dólar en oro. Basta con leer el libro del ex congresista republicano y ex director del presupuesto del primer gobierno de Reagan, David A. Stockman, “The Great Deformation: The Corruption of Capitalism in América” para darnos cuenta del nivel y la sofisticación de este vicio que “convirtió la economía norteamericana en un gran casino” cuyas consecuencias están pagando los 60 millones de norteamericanos (uno de cada cinco) que sobreviven a base de cupones de alimentación federales y estatales.
En enero pasado la revista norteamericana “Crime and Delinquency” publicó un estudio que arrojó la siguiente conclusión: “casi el 50 por ciento de los afroamericanos en EE.UU. y un 38 por ciento de los blancos van a ser arrestados antes de cumplir 23 años de edad”. Y todo esto está sucediendo en el país donde el presidente de ExxonMobil, Rex Tillerson recibe solamente como una compensación cerca de 100,000 dólares al día. El mismo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama declaró el 5 de enero de 2008 que más de 12,000 corporaciones norteamericanas esconden el dinero, frecuentemente producto de la corrupción, en un enorme edificio en las Islas Caimán. Se calcula que a nivel mundial entre 21 a 32 millones de millones de dólares están escondidos en los paraísos fiscales de los cuales 800 mil millones pertenecen también a los oligarcas rusos.
Entonces los esfuerzos de los globalizadores de presentar a Rusia precisamente en uno de los momentos más importantes de su recuperación moral, espiritual y física después de 20 años de incertidumbre y desmoralización, como un centro de corrupción mundial haciendo enfoque en los actuales Juegos Olímpicos, no es solamente absurdo sino una muestra del temor y rencor del Occidente frente a un proceso difícil de detener. El implícito boicot de Barack Obama de este evento y de sus servidores incondicionales, Angela Merkel, David Cameron y Francois Hollande al desistir de estar presente, motivando la persecución y discriminación de los gays en Rusia, es también un gesto político porque al mismo tiempo Norteamérica mandó a los Juegos Olímpicos de Sochi la delegación más numerosa en la historia de los juegos de invierno.
Rusia siempre ha sido a través de su historia un país conservador con un gran poder de la Iglesia Ortodoxa sobre los habitantes del país, inclusive en los tiempos del socialismo. Recién en los últimos 20 años ha estado expuesta al neoliberalismo globalizado. La reciente ley de la Duma (Parlamento) ruso sobre la homosexualidad, que provocó “tanta indignación” en el extranjero, es un reflejo de la historia de Rusia. Sin embargo, esta ley no prohíbe la homosexualidad y existen clubes y bares para esta minoría en Moscú, sino “la propaganda homosexual entre los menores de edad”. Si es cierto que se puede tratar esta ley desde diferentes ángulos y encontrar muchos defectos pero no existe tal prohibición. Antes de indignarse y criticar, los políticos occidentales deben revisar su propia historia y su actual política de discriminación contra la comunidad gay. Si los políticos y periodistas hubieran leído las leyes norteamericanas respecto al homosexualismo, entonces se darían cuenta que en siete estados las leye
s son similares a las de Rusia. Pero es mucho pedir cuando no haya voluntad.
Los que hemos vivido en los Estados Unidos sabemos de la violencia contra hombres, mujeres y adolescentes homosexuales, es más, sólo la apariencia puede ser motivo de agresión, no hace mucho Nueva York fue sacudida por el caso de dos hermanos ecuatorianos que caminaban abrazados en una noche de invierno y que fueron golpeados por un grupo de afroamericanos hasta matar a uno de ellos. Por otro lado, la lista de los casos de violencia policial contra los gay es larga, muy larga.
En los Estados Unidos recién en 1973 la Asociación de Psiquiatras Americanos (APA) redefinió la “homosexualidad como una minoría no menos humana que afroamericanos, hispanos, asiáticos y discapacitados”. Antes de esta conclusión, la homosexualidad se consideraba como un trastorno mental. En realidad la situación con gays en Rusia no es diferente que había sido en Norteamérica y Reino Unido hace 20 años. Tampoco hay que olvidar que en algunos estados de Norteamérica existen todavía lo que se llama privados “Boot Camps” para reformar a los niños homosexuales.
Los escribanos globalizadores en su afán de satisfacer a sus curadores corporativos están tratando de disminuir la majestuosidad, espectacularidad y articismo de los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi quieren desvirtuar el ambiente de amistad que reina allí, introduciendo en sus informes y reportajes muchas distorsiones y por supuesto mentiras.
Basta con leer los artículos llenos de envidia de The Washington Post, The New York Times, The Wall Street Journal, The Miami Herald y de tantas otras publicaciones para darse cuenta de la existencia de la censura, manipulación y propaganda política para distorsionar la realidad en Rusia. Los integrantes del equipo de la TV NBC, Mat Lauer, Meredith Viera y el editor David Ramnick se han convertido en campeones de la desinformación y la politización a través de sus informes de Sochi. Resulta que cuando una copa electrónica no se abrió para convertirse en el quinto anillo olímpico, los periodistas de la NBC comentaron que esto sucedió “porque los rusos eran demasiado ambiciosos”.
El mensaje de la NBC está enfocando a que Putin quiere mostrar lo mejor de Rusia al mundo “pero América no quiere percibirlo debido a su excepcionalidad y que el presidente de Rusia es un autócrata que no permite el florecimiento de los valores democráticos en Rusia”, sostienen. Lo que tratan de ocultar estos y muchos otros hombres de medios de comunicación globalizados es que ni Estados Unidos ni Unión Europea no hubieran podido realizar este evento a la magnitud de la Olimpiada en Sochi debido a la crisis económica que los está agobiando. No pueden ocultar lo apoteósico del evento y les asusta la resurrección de una Rusia moderna y la cada vez creciente amistad de este país con China. Entonces, su irritación por la incapacidad de doblegar y debilitar a Rusia y presentarla como un “estado fallido”, la disfrazan de la propaganda política distorsionando burdamente la realidad.
Mientras tanto, la Rusia moderna está avanzando hacia su nuevo destino en un mundo multipolar gane o no gane muchas medallas en esta Olimpiada. Sin duda alguna, habrán otros eventos no menos importantes en un futuro no tan lejano donde sorprenderá a la humanidad por sus éxitos. Mientras tanto, como decía el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, “ladran los perros Sancho, es señal de que avanzamos”.
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