No se permuta ni se vende

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No se permuta ni se vende
Fecha de publicación: 
28 Enero 2014
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Mi hija me lo ha prohibido terminantemente. Hace unos días, con cara de quien no aceptará una negación me miró a los ojos: mamá, yo no quiero que te mudes para ningún país, yo adoro Cuba, este es mi país.

Poco antes, mientras regresábamos de nuestro trabajo – y digo nuestro, pues mis compañeros no me dejarían mentir sobre el sentido de pertenencia de mi Amanda Sofía con Cubasí.cu- no sé de qué manera mi enana llevó su fluida conversación con el amable chofer que nos dio botella hasta este diálogo:

“Yo voy a viajar, primero voy a Argentina, después a México y después a Estados Unidos, pero con mucho cuidado”. “¿Con mucho cuidado?” preguntó el hombre. “Sí, para que no me vea el presidente, porque ese hombre es malo y es capaz de dejarme presa como a los Cinco Héroes”.  “Pero en Estados Unidos hay mucha gente buena…” le aclaró él entre admirado y sorprendido. “Sí, yo lo sé, por ejemplo mi tío Aron y mi tía Rachel”, explicó la niña con la mayor naturalidad e insistió: “pero el presidente es malo y no deja que los Cinco estén con sus familias, no quiero que me vea ese hombre”.

Y lo de los Cinco es otra historia con mi nena, a menudo me llevo un regaño por olvidar su cinta amarilla, pues si no se la pongo, me reclama, “la gente va a pensar que ya yo no quiero que regresen a sus casitas”.

Toda esa claridad en una bebé que aún no va a la escuela, mientras los adultos nos atormentamos con la cotidianidad de un país que se está repensando constantemente, un país que cambia, se equivoca, rectifica como hacen los humanos, pero no se detiene, vive una dinámica pedida a gritos por años y que ahora tantos adultos desentienden y por la que algunos hasta desesperan. Mientras “los grandes” nos empequeñecemos y perdemos el foco de lo que realmente importa y nos entretenemos en halarnos los pelos por algún absurdo que sí, lo es, pero no tiene ni cercanía ni prominencia…

Entre tanto, esta bijirita me sacude con cada reflexión, con cada sentencia y me devuelve la fe. Me remite a las esencias, me recuerda a mi abuelo guajiro que con su sexto grado no sabía de comunismo ni de socialismo ni de ningún ismo, sabía que “Fidel es muy bueno y yo lo quiero  mucho”, sabía que esta era su tierra, en eso, créanme, era catedrático.

¿Qué hago con esa niña? A los cuatro años ya me pone a pensar, me lanza de cabeza a conceptos tan profundos como la patria, el humanismo y la justicia, me sitúa de frente a peligros tan graves como el desarraigo. Me deja con deseos de escribir sobre el futuro y sobre Cuba, esta islita que yo también adoro, la casa grande que no se permuta ni se vende.

Comentarios

Dios les de mucha salud y buena suerte a usted y a su bb. Cuando tenga una niña deseo que tenga esa claridad y esa confianza en su Caba...

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