La Cueva de Altamira abre sus pinturas rupestres a unos pocos elegidos
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La Cueva de Altamira, en Cantabria, que encierra algunas de las pinturas rupestres más valiosas de Europa, como los famosos bisontes, recibirá próximamente unas pocas visitas experimentales que permitirán evaluar el impacto de la presencia humana.
La cueva, situada en la localidad cántabra de Santillana del Mar, había sido cerrada al público en 2002 tras el descubrimiento de microorganismos que deterioraban sus pinturas prehistóricas polícromas.
El sábado, el patronato que gestiona el lugar decidió su reapertura a título experimental, limitada a grupos de cinco personas por semana -elegidas por sorteo- y a 37 minutos de duración, hasta el mes de agosto, cuando se realizará un balance del impacto de esta presencia humana.
"El objetivo es analizar el impacto que tiene la presencia humana en la conservación de la cueva a partir del desarrollo de un modelo de visita de carácter experimental", explicó en rueda de prensa el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle. Este experimiento tiene "la finalidad de determinar si es posible un acceso continuado o no a la cueva", agregó.
La Cueva de Altamira, que estuvo habitada hace entre 35.000 y 13.000 años y fue descubierta en 1868, contiene uno de los principales conjuntos pictóricos conocidos de la prehistoria, extendido sobre más de 270 metros de longitud.
Su parte más famosa es la gran sala de los bisontes, pintada hace al menos 14.000 años. En ella se pueden admirar bisontes rojos y amarillos, pero también caballos, ciervos, humanos con cabeza de animal y signos misteriosos. Desde su cierre en septiembre de 2002, los visitantes se han tenido que contentar con una réplica exacta de la cueva, reconstituida cerca de allí.
Antes de este cierre, por recomendación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, el lugar había sido prohibido al público en 1977, antes de reabrir en 1982 con un régimen de visitas limitadas.
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