Un buen hijo de Sion
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Muerto en vida durante siete años y fallecido finalmente en días recientes, una de las principales figuras en la historia de Israel, Ariel Sharon, deja tras de sí herederos dispuestos a crear el Gran Eretz, como fieles seguidores y propugnadores del sionismo.
Lo más llamativo en esta figura fue la plena libertad en que le dejó actuar Estados Unidos para resolver a su manera, estilo y malentender la cuestión palestina. Ahora, con Barack Obama como presidente norteamericano, a Benjamin Netanyahu no le queda más remedio que guardar la forma, cambiar el estilo de la represión, que siempre está latente, con sus raids aéreos contra Gaza y los crímenes selectivos, además de la política agresiva contra Siria y el entrenamiento de mercenarios de forma tal que haga imposible la paz en la agredida e invadida nación árabe.
Hace poco más de 12 años, a partir del 11 de septiembre del 2001, los gobernantes de Washington tergiversaron el discurso expuesto en la Conferencia de Madrid y en los Acuerdos de Oslo de 1993, cambiando los términos “humanitario” y “por la paz” por el de “guerra contra el terror”, con lo cual Sharon se sintió todo poderoso.
Pero, la postura imperial y prosionista de Bush sufrió un giro para ser en cierta forma relevante, al apostar a formalizar en áreas de Cisjordania y Gaza un Estado palestino tutelado, con su seguridad vigilada por la Agencia Central de Inteligencia y bajo control de Israel, que, con Sharon en el poder, aseguraba un nuevo protectorado para Estados Unidos.
No hay que olvidar que Israel ha sido colocado en el grupo de los entes sospechosos que de una forma u otra fue cómplice de los atentados terroristas contra las Torres Gemelas, donde laboraban varios centenares de funcionarios israelíes, ninguno de los cuales se encontraba allí en el momento del ataque.
Amenaza de destrucción mundial
En una entrevista que se le realizara en abril del 2002 para la revista holandesa Elsevier —cuando Ariel Sharon era todavía el líder político del Estado de Israel—, el profesor de historia y estrategia militar de la Universidad Hebrea en Jerusalén Martin Van Creveld hizo algunas declaraciones que dan qué pensar acerca de todo lo que se ha venido pregonando acerca de la “amenaza iraní” para el mundo y la necesidad de detener, si es necesario por la fuerza, el programa nuclear de dicha nación, cuyo gobierno asegura es totalmente pacífico.
He aquí una reseña de algunas declaraciones de Van Creveld en aquella ocasión, reproducidas por un artículo aparecido en el londinense The Guardian, el 21 de septiembre del 2003, bajo el título “The War Game” (El Juego de la Guerra):
“Irán nunca puede estar amenazado en su misma existencia. Israel sí. De hecho, una amenaza semejante podría surgir incluso de la actual Intifada. “Si durase mucho más, el gobierno israelí perdería el control del pueblo. En campañas como esta, las fuerzas antiterroristas pierden, ya que no triunfan, y los rebeldes triunfan, al no perder. Considero que una total derrota israelí es inevitable. Ello significaría el colapso del Estado y la sociedad israelíes. Nos autodestruiremos.
En tal situación, continuó, cada vez más israelíes comenzaron a considerar la ‘transferencia’ de los palestinos como la única salvación; el recurso a la misma se hizo cada vez más probable con cada día que pasaba. Sharon “quiere profundizar el conflicto y sabe que ninguna otra cosa tendrá éxito”.
En otras palabras: Ariel Sharon estaba por el asesinato o la expulsión para acabar con la Intifada palestina y hacer una verdadera limpieza étnica y, según Van Creveld, nadie en el mundo podía impedirlo, porque –lean estas fanáticas y demenciales líneas- “depende de quién la haga y de cuán rápido ocurra. Nosotros poseemos varios cientos de ojivas y de misiles nucleares y podemos lanzarlos en todas direcciones, tal vez incluso sobre Roma. La mayoría de las capitales europeas son blancos de nuestra fuerza aérea”.
Perro rabioso
Sharon seguía las palabras del general Moshé Dayan: “Israel debe ser como un perro rabioso, demasiado peligroso como para que lo molesten”, y era partidario de destruir al mundo, antes de que su nación se hundiera.
En esta parafernalia bélica del sionismo hay que remitirse a la otrora Primera Ministra de Israel, Golda Meir, en respuesta al ex corresponsal británico de la BBC Alan Hart, quien le preguntó: “¿Dice usted que si alguna vez Israel estuviese en peligro de ser derrotado en el campo de batalla, estaría preparado para hundir a la región e incluso al mundo entero junto consigo?” A esto, Meir respondió sin titubear: “Sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo”.
A la luz de tales declaraciones de Golda Meir, a nadie puede sorprender la actitud de Sharon y otros autores del genocidio a los palestinos, como en Sabrá y Chatila; ni tampoco que el premier sionista, Benjamin Netanyahu, se ausente de cualquier conferencia sobre seguridad nuclear, cuando la actual Administración estadounidense le ratificara tácitamente el acuerdo secreto celebrado entre Richard Nixon y Golda Meir en 1969, según el cual Israel puede poseer un arsenal nuclear sin la obligación de abrirlo a la inspección internacional.
En este contexto gobernó Ariel Sharon, como otros gobernantes israelíes, pudo enorgullecerse de ser un buen hijo de Sion.
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Amauris Domínguez Me
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