Lazáro Maykel Ruiz: Crecimiento, marcado por un duro golpe
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De capa caída, que el mundo se te venga encima, no poder, como sueles hacerlo con la barra y los discos, sostenerlo sobre tus hombros. Esa profunda sensación de desaliento. Todo eso y más experimentó el pesista capitalino Lázaro Maykel Ruiz (12 de octubre de 1984) aquel 27 de mayo de 2010 en Ciudad Guatemala. Por un lado festejó sus tres títulos en el Panamericano de la disciplina, aderezados además con totales cimeros en los 62 kilogramos: biatlón de 298 (132-166), y en menos de 24 horas el fantasma del dopaje se apoderó de toda esa satisfacción.
Tres años de lucha, espera, meditación, tras ese segundo control que inexplicablemente dio positivo. Hoy Lázaro Maykel es un atleta mucho más disciplinado, responsable: «Desde mi retorno al equipo nacional en enero nunca más he protestado. Eso no significa ser conformista, pero el tiempo que estuve en la Kid Chocolate, comparar las condiciones de entrenamiento en la calle y acá, las vicisitudes que experimentan muchos, me ayudó a tener otra visión, crecerme ante las adversidades».
Esa fue una de tantas máximas que arrojó nuestra conversación. Lo sorprendí haciendo repeticiones de envión en el gimnasio del Cerro Pelado, seguido bien de cerca por el mentor Vicente Gálvez. Puede que hasta incluso el factor motivación no ande del todo afinado, pues el doble medallista universal Yoelmis Hernández (85), su compañero en la próxima cruzada mundialista de Wroclaw, Polonia (del 16 al 27 de octubre), se encuentra desde el jueves junto al mentor Jorge Luis Barcelán en una base de entrenamiento de tres semanas en España, de donde viajarán a suelo polaco el propio día 16.
Sin embargo, no, como otros tantos lunes, acudí a ese refugio informativo, la guarida de emociones, entrega, y hasta sinsabores y rutina de muchos deportistas cubanos. Lázaro Maykel asumía cada uno de los ejercicios técnicos con rigor total, ese que heredó de William Vargas desde su estreno en el equipo nacional en el 2001, esa exigencia inculcada por Javier Pérez. Entonces soltó los hierros para entablar un diálogo con Cubasí, esclarecedor, como si en él le fuera parte de su alma, esa resurrección que dijo sentir cuando el comisionado nacional le dio la noticia del levantamiento de su sanción en noviembre del 2012.
—¿Halterista siempre?
—Nada de eso, practiqué esgrima poco más de seis meses allá en Alamar. En aquella época terminábamos los entrenamientos y nos íbamos a jugar a los «cogíos» o escondidos en un edificio en construcción, sin barandas, muy peligroso... Allí me sorprendió mi mamá dos o tres veces, imagínate. Eso hizo que no quisiera que fuera deportista. Luego su pensamiento cambió, cuando permuté para las pesas, me captaron para la EIDE y en mis primeros Juegos Escolares alcancé tres medallas de bronce en los 50 kilogramos.
—¿Ese tránsito hacia el equipo nacional, tus mayores virtudes?
—Fui progresando, al año siguiente gané todos los títulos de mi categoría y con 17 años entré al equipo nacional. Soy un pesista que depende de la combinación velocidad-técnica para sus ejecuciones por encima de la fuerza, de ahí que el arranque sea mi movimiento de mayores resultados, aunque en la actualidad me preparo fuerte en ambos. Mi mayor virtud es mi condición física y hoy creo que la entrega. Comencé siendo regado; al lado de William, Javier y Adán Rosales me discipliné, en estos 15 años nunca he sufrido lesiones severas.
—¿La suerte te ha jugado malas pasadas en el plano competitivo?
—No soy de los que se escudan en la suerte. Te diré que a pesar de ser multimedallista en Panamericanos de la disciplina, aún no lo he sido en Juegos Continentales; culminé en el décimo puesto en el Mundial de Santo Domingo 2006; fui séptimo en Goyang 2009, y antes había logrado tres platas en el Mundial Universitario de Perú 2007. No me gusta pronosticar, siempre algo negativo ha atentado contra eso.
—Llegamos al límite vertical, el Panamericano de Guatemala 2010, encrucijada emocional…
—Pues sí, me encontraba en una forma envidiable: de un lado mis marcas personales en 62 kilogramos, del otro, positivo de dopaje en el segundo control que se me aplicó, luego de dar negativo en el primero. No lo podía creer, me mantuve entrenando, incluso fui a la base de entrenamiento con vistas al Manuel Suárez del 2011 en Matanzas. Teníamos mucho optimismo respecto al cambio del veredicto, hasta que me anunciaron mi salida de la selección nacional.
En ese tiempo apelamos, mi caso fue elevado al tribunal del Comité Olímpico Internacional (COI), se celebró el juicio, presentamos todos los argumentos y decidieron que cuando la Federación Internacional levantara la sanción, podía retornar de inmediato a los entrenamientos. Esos elementos fueron muy esclarecedores.
—¿Cómo pudiste reponerte a semejante golpe durante esos tres años?
—Fue duro, siempre le dije al comisionado Rafael Pacho que podía contar conmigo, que yo regresaría en busca de aportar resultados y culminar mi carrera de manera exitosa. Al principio, mientras quedaba esa llama de esperanza, entrené con Yordanis Borrero (otrora estelar halterista de elencos nacionales). Fueron cerca de ocho meses en la Kid Chocolate. No me acostumbraba a estar fuera. Incluso competí de manera extraoficial en los Juegos Cerro Pelado de diciembre del 2011, buscaba la más mínima motivación. Luego, en septiembre de ese año me sumé como profesor del área especial. «El bolo», como se le conocía a Yordanis desde su época de atleta en activo, siempre quiso que me desempeñara al 100%, fue un apoyo anímico esencial para ese bache, como también lo fueron el resto de los trabajadores de la instalación. Todos me brindaron un apoyo incondicional. Ellos, mi madre, mi esposa Annelis (hockeísta), y la necesidad de contarle en el futuro a mi hijo Kevin sobre una carrera deportiva limpia, fueron mis mayores inyecciones de energía positiva. Hasta que en noviembre del 2012 el propio Pacho me llamó y me dijo que me habían levantado la sanción. Fue como volver a nacer.
—De enero a la fecha, ¿cómo se ha comportado la preparación?
—Para mí, que estoy redescubriéndome en este mundo, ha sido excelente, sacamos mucho provecho de la base de entrenamiento de casi un mes que realizamos en Venezuela tras el certamen continental, ahora la dirección del Cerro Pelado me dio la posibilidad de quedarme acá, pues los atletas de la capital van y vienen a sus casas, y yo para llegar temprano a diario debo levantarme a las 5:30 a.m. en Alamar. Ahora lo hago sobre las 7:30, ese factor, sumado al apoyo de mis compañeros de equipo y la comunicación más cercana con mi esposa, son cuestiones positivas.
—Noveno lugar en el ranking mundial de la temporada con biatlón de 258 (118-140), relación comandada por el campeón olímpico de Londres 2012 Chol Yun OM 286 (126-160), de la República Popular Democrática de Corea. ¿Confianza en una mejoría en Polonia?
—Iré en busca de ella, ya te digo, soy alérgico a los pronósticos, pero ese total de seguro lo superaré.
Así, con la misma certeza con la que confesó ansiar la llegada de cada fin de semana para pasarlo en compañía de su hijo Kevin, con la que ni tan siquiera dudó en calificar de ídolo a William Vargas, con la misma que aseguró que Skippy (Sergio Álvarez) tiene un don natural para levantar pesas, así sellamos nuestra plática, yo tan conforme como él con mi biatlón de palabras, con la alzada de mi entrevista.
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