El bosque de las trompetas
especiales
Hace dos, tres, cuatro años y más paso por cierto citadino bosque donde las sonoridades pueden causar sobresalto y curiosidad. Nunca quise adentrarme en tales enigmas. Solo lo bordeaba, tan absorta que en una ocasión apenas reparé en un ser encorvado, de largas greñas encanecidas y manos flacas que puso sobre uno de mis hombros y dijo que yo estaba protegida por Yemayá Olocun y debía ofrendarle siete frutas tiradas al mar. No le creí. Por qué había de estarlo. De todas formas todo tiene su final y ayer decidí dárselo al volver sobre mis pasos por aquella zona tan céntrica del municipio Plaza de la Revolución, aledaña a la deportiva Sala Polivalente Ramón Fonst, y en tanto me acercaba llegaban las notas de lo que siempre interpreté como las potentes armonías de trompetistas ocultos en aquel entorno para comprobar sus habilidades sin molestar a vecinos cercanos.
Rayaba casi el mediodía. Desde la misma acera se percibía a un joven saxofonista que sacaba chispas del instrumento sentado en uno de los peldaños de la Polivalente. Por primera vez a la vista. Sin la protección del follaje. Y creí conocerlo. Y no me equivoqué. Michel Herrera, compositor y arreglista, director de la orquesta Joven Jazz, con sus vestiduras semejantes a las de cualquier chico de sport, tenía el saxofón como centro y al mundo circundante de refugio.
”Vengo un día a la semana. Al aire libre se siente mejor la calidad del sonido, la sonoridad es más fuerte”. Dijo sonriente para despejar dudas. De todas maneras, en este septiembre a medio camino cuando ya — aunque apenas se divise, los aires de la naturaleza comienzan a mudar, igual que sus luces. Michel Herrera (La Habana, 5 de mayo de 1984, graduado de la Escuela Elemental de Música Manuel Saumell y del Conservatorio Amadeo Roldan en la especialidad de Saxofón) deberá llevarse de ese sugerente hábitat en la avenida Boyeros una buena carga de inspiración. Dueño de varios premios en el Festival JoJazz, uno de los más importantes para los jóvenes músicos cubanos, y de presentaciones en escenarios nacionales y extranjeros (Dinamarca, España, Francia, Rusia, Italia, Suecia, Canadá, EE.UU), junto a notables figuras como Bobby Carcassés, Joaquín Betancourt, Orlando Valle (Maraca) Frank Fernández, Wynton Marsalis, Roy Hargrove, Arturo OFarril, Cyrilles Aimee, entre otras; con dos discos en su producción musical, Michel reitera que aquel lugar es frecuentado por muchos trompetistas. “La mayoría de los instrumentistas de vientos buscan lugares abiertos para probar su desempeño”.
Él, de vuelta a su faena, no me lo explicó, pero donde ya la frondosidad de los árboles se hacía más densa, supe por otros que allí se reúnen profesionales y estudiantes, e incluso músicos extranjeros de la especialidad, para intercambiar “porque hay muchas vibraciones positivas”. Con la trompeta palpitando, sus escasos 20 años a cuestas y un libro manoseado que le servía de mentor, Adan Manuel Riesch Lombida llega allí cada día desde La Habana del Este “para entrenar lo que he aprendido desde los 14 años con profesores particulares. Uno de ellos el maestro Frank Padrón, que toca con el grupo de Pancho Amat”. No ha estudiado en academias aunque aspira a graduarse en alguna de estas, pero por su bisabuelo le viene la musa. Un músico alemán sin fama, no obstante pleno de mucha dignidad y espíritu de justicia que logró huir del Tercer Reich hacia Cuba cuando era perseguido por las SS por encubrir a un grupo de judíos.
Adan Manuel Riesch Lombida, discípulo del trompetista maestro Frank Padrón, asegura que en el citadino bosque hay vibraciones positivas. “Necesitamos de escuelas nocturnas que nos permitan titular lo aprendido por nuestra cuenta. Hace unos años las había. Ya son muchos los músicos aficionados que tienen un alto nivel”, añade Maikel Herrera, otro de los presentes, un trabajador que al término de su labor parte hacia el bosque de las trompetas. “Mire, en el Teatro Nacional se imparten talleres de danza, música popular, folclor y al finalizar otorgan diplomas”. Músicos y anécdotas van y vienen. Hasta la de otro, quien prefirió no comentar su nombre al recordar cuando “bajo un severo estado depresivo intenté suicidarme y en ese momento sufrí total pérdida del conocimiento. Los médicos diagnosticaron crisis vagal. Yo supe que fue la mano de dios que me guió y desde ese momento soy cristiano, metodista”.
Ya no tiene incógnitas la floresta de la Sala Polivalente Ramón Fonst, punto de frecuentes competiciones de baloncesto, balonmano, esgrima, gimnasia, fútbol sala, taekwondo (¡pero como extraño aquella bolera y aquel museo del deporte inaugurados en 1991 y deteriorados por la negligencia!). La cultura tan cercana al deporte. Ocurre por esta y otras tierras. Ya puedo pasar tranquila y llegar. Porque descubrí nuevos amigos y posiblemente seguiré escuchando otras historias.
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