Jaime Sarusky: elogio del periodista
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Descendiente de judíos, Jaime Sarusky pudo haber hecho vida y fortuna como comerciante. Su familia tenía un próspero negocio cuando él era un niño, en La Habana de los años 30. Se suponía que el muchacho siguiera los pasos de la familia, pero sus sueños iban por otro rumbo. Siendo joven decidió dejarlo todo para cultivar su verdadera vocación: la literatura, el periodismo, la investigación.
Jaime Sarusky forma parte de esa generación que dios sus primeros pasos en los últimos años de la etapa republicana, pero cuya absoluta consolidación tuvo lugar en tiempos revolucionarios. Fue reportero del diario Revolución en aquellos primeros años después del triunfo. También escribió reportajes para la revista Bohemia. De hecho, algunos de esos textos están considerados ahora referentes del mejor periodismo de esos años.
Con el tiempo laboraría en otras agrupaciones, porque Sarusky no le hizo caso a Hemingway en aquello de que un escritor debería dejar el periodismo a tiempo... Fue periodista hasta el último día. Asumió el oficio con tal vocación estética, que fue también reconocido como literato de altos quilates. Era además un investigador serio de un tema raigal en la cultura y la identidad nacional: las inmigraciones y las comunidades de extranjeros y sus descendientes en Cuba.
Participante habitual de tertulias y encuentros literarios, Sarusky era uno de los más queridos protagonistas de nuestra "república literaria". Entre sus novelas se destacan La búsqueda (1961), Rebelión en la octava casa (1986), y Un hombre providencial (2000, Premio Alejo Carpentier), pero quizás sus obras más conocidas sean de “no ficción”: Los fantasmas de Omaja, (un estudio sobre los grupos de inmigrantes norteamericanos, suecos, japoneses, indostanos y yucatecos en la isla) y La aventura de los suecos en Cuba.
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en el 2004, y siete años después fue homenajeado en la XX Feria Internacional del Libro de La Habana, ocasión en la que fue reeditada buena parte de su obra. Recibió también el Premio “José Antonio Fernández de Castro” por ejercicio como periodista cultural. En más de una ocasión integró el jurado del Premio literario de Casa de las Américas. En definitiva, la cultura cubana ha perdido a uno de sus más entusiastas exponentes.
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