Boliviano de 123 años puede ser la persona más longeva de la historia

Boliviano de 123 años puede ser la persona más longeva de la historia
Fecha de publicación: 
18 Agosto 2013
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El campesino boliviano indígena Carmelo Flores, que podría ser la persona más anciana que jamás haya vivido, atribuye su longevidad a los granos de quinoa, setas de la ribera del río, y a la masticación de hojas de coca.

Hablando desde su aldea a una altitud de 4000 metros, donde vive en una choza con techo de paja, Flores dice que la dieta tradicional andina le ha mantenido con vida 123 años.

«Las patatas con quinoa son deliciosas», dijo Flores en aymara, la única lengua que habla el hombre, ya casi sordo.

Es imposible comprobar la edad de Flores, ya que el país sudamericano, sin acceso al mar, solo comenzó e emitir certificados de nacimiento oficiales en 1940.

Él dice que en su certificado de bautismo consta que su cumpleaños es el 16 de julio de 1890, y que tiene documentos de identidad nacionales basados en ese certificado.

La Oficina del Registro Civil de Bolivia dice que está analizando la validez de los documentos y que no puede hacer comentarios hasta que la investigación se complete.

Sin embargo, muchos en Bolivia ya están celebrando la longevidad de Flores. Un funcionario del gobierno local planea otorgarle el título de «patrimonio vivo de la humanidad» el 26 de agosto.

El título de la persona más anciana del mundo que haya vivido jamás pertenece a la francesa Jeanne Calment, que murió con 122 años en 1997, según la organización del libro Guinness de los récords. Guinness no respondió por el momento a la petición de Reuters de comentarios sobre el caso Flores.

Aunque Flores es todavía lo suficientemente fuerte para dar paseos diarios con sus zapatos hechos de neumáticos reciclados, pasa la mayor parte de su tiempo envuelto en una manta viendo pasar la vida en su aldea.

Pero su vida no siempre ha sido así de sedentaria. Flores dijo que luchó en la brutal Guerra Chaco de 1932-35 entre Bolivia y Paraguay, y que tuvo que cazar zorrillos para alimentarse.

También vivió brevemente en La Paz, a 80 km de distancia, pero nunca se adaptó a la bulliciosa capital.

«Mi padre me dijo que se sentía como si estuviera en la cárcel, encerrado con llave», dijo el único hijo vivo de Flores, Cecilio, de 67 años, que se preocupa por él. «Él... solo quería volver a su tierra».

De vuelta en su aldea, Frasquia, Flores es una especie de solitario, ahora que sus compañeros de generación han muerto hace mucho tiempo.

«No sé cuánto voy a vivir», añade. «Solo Dios lo sabe».

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