La pasión de bucear en Cuba (+ FOTOS)
especiales
Fotos: Elizabeth López Corzo y Marcel
Uno cree que cada individuo del universo pertenece a un mundo, pero hay seres que logran oscilar entre una y otra dimensión. No es ciencia-ficción, se llama buceo, una pasión a la que no se puede renunciar.
Soy neófita en este asunto y hasta hace unos días, cobarde. Lo confieso, el buceo no estuvo nunca en mi lista de aventuras. Siempre le temí a los tiburones y creo que el buceo exige ciertas condiciones físicas que aún yo debo explotar. Pero tengo que decir que el Festival de Fotografía Subacuática IMASUB 2013, que recientemente concluyó en María La Gorda, me reivindicó. Parece ser cierto aquello de que «una vez que pruebas, te encanta».
La verdad es que no hay tiburones en todas partes, en cambio, una gran diversidad de especies esperan por nosotros allá abajo. Ellas son un regalo a nuestra mirada.
Durante los días que pasé allí, mientras más preguntas yo hacía a los buzos, cuanto más los observaba, o si más peces veía, mi emoción crecía.
Conviviendo con los buceadores, viéndolos preparar su indumentaria antes de sumergirse, compartiendo sus rutinas sobre cubierta, escuchando los consejos antes de la inmersión y las anécdotas cuando están de regreso, me di cuenta de que esta experiencia era algo que no debía pasar por alto. Así que conversé con varios de ellos para tener una idea más cercana a la realidad de este deporte en Cuba, del cual casi no se habla.
Lo primero que llamó mi atención fue la ausencia de mujeres. En el evento había bastantes féminas extranjeras, pero no vi competidoras cubanas. Aun así, algunos de mis interlocutores me dijeron que las mujeres son muy buenas buceadoras y muchas hacen de modelo en la fotografía subacuática, sobre todo si son rubias, ya que el pelo claro hace un mejor efecto en la imagen.
Aprender a bucear
Hay quien piensa que basta con leer un libro, saber algo de teoría, ver unos cuantos videos y saber contener la respiración; pero la verdad es que la práctica del buceo es mucho más que eso.
Según lo que escuché durante las conversaciones en el IMASUB, hasta hace cerca de una década no había en Cuba una vía concreta para insertarse en el mundo del buceo, a no ser el empirismo y la locura personal de unos cuantos que se atrevían a lanzarse a las profundidades.
Actualmente existen varios clubes de buceo de iniciativa privada, que han ido trasmitiendo información e impartiendo clases prácticas a los interesados.
Los instructores de estos lugares están certificados por agencias internacionales de buceo como CEMAS, ACUC o SSI, o sea, que todos los profesores están sujetos a un protocolo muy estricto de seguridad.
Para bucear se necesita tener un estado adecuado de salud física y mental. Tengo entendido que al alumno se le aplica un cuestionario y la enseñanza comienza de forma elemental y controlada, para que sea una diversión segura. A partir de la capacidad y el interés del educando, se determina la formación.
No dudo de la afluencia a estos clubes. La gente en Cuba está motivada por hacerlo, es un deporte bonito y somos una isla. Lo lamentable es que muchos cubanos no puedan aprovecharlo más por las carencias materiales. Este es un hobby caro, pero no imposible.
En La Habana, por ejemplo, existen tres centros de buceo: la Marina Hemingway, Tarará y el Copacabana, pero no es suficiente. La opinión de profesionales y aficionados en este campo es que el buceo en la capital está descomercializado y esta es una actividad que se puede fortalecer desde el turismo. De hecho, ni siquiera se explota el dar paseos por el litoral habanero, ver la ciudad desde el mar, tener otra perspectiva.
Limitaciones, barreras… más allá de los corales
Si el buceo en Cuba es una actividad de minorías, la fotografía subacuática sufre del mismo mal. Quienes han logrado mantenerse en ella después de muchos años, lo han conseguido con el esfuerzo individual y un sacrificio tremendo, porque tener un equipo de fotografía que sea competitivo en un concurso internacional como el IMASUB no es sencillo. A pesar de eso, los fotógrafos cubanos han tenido resultados notables en estos certámenes.
Por ejemplo, en el reciente campeonato mundial que se hizo hace un par de meses en Cayo Largo, Cuba logró el cuarto lugar entre una veintena de naciones.
El cubano Héctor Abel Sardiña de la Paz, uno de los ganadores de IMASUB 2012 y 2013, dijo a Cubasí que en eventos de este tipo se debería, no subvencionar, pero sí apoyar más a los participantes cubanos, ya que estas imágenes representan a nuestro país y la fotografía submarina no genera muchas posibilidades económicas aquí, sino que más bien es un hobby, una pasión.
Incluso, la exhibición de estas instantáneas es limitada, no se concretan suficientes exposiciones públicas en las que podamos contemplarlas.
«Estamos siendo testigos de la última fase de muchos corales, comenta Sardiña. Irremediablemente, algunos corales de Cuba están desapareciendo debido a los cambios del clima. La fotografía aún puede registrar eso y, al mismo tiempo, llamar a la conciencia de la gente para hacer algo y salvar el mundo acuático, que es el que reúne la mayor cantidad de vida en el planeta».
Además de estos problemas materiales en cuanto al equipamiento de buceo y fotografía, los buzos cubanos lamentan las restricciones en cuanto a permisos de navegación para personas naturales de la Isla. Esto limita mucho el desarrollo de ese deporte en Cuba.
El gobierno cubano ha tomado medidas para contrarrestar los efectos de la Ley de Ajuste Cubano —impuesta por EE.UU. y que promueve la emigración ilegal—, pero el resultado es perjudicial a todos, incluidos los cubanos residentes en el exterior.
La posibilidad de montar un barco existe en eventos como el IMASUB, gracias a la gestión de sus organizadores.
Los cubanos pueden montar en botes particulares de pescadores, mostrando el carnet de identidad, pero no una embarcación turística del Estado. Se puede solicitar un permiso para ello, pero muchos se quejan de que es un trámite lento y a veces la respuesta llega luego de que el interesado terminó sus vacaciones aquí.
Es hora de mirar con otra óptica al buceador cubano y al turista nacional que quiere conocer las bellezas naturales de su país. Si los cubanos pueden montar un avión, por qué no un barco.
Ser parte de otra familia
Cuando me lanzaba del barco, a cientos de metros de la costa de María La Gorda, una de las escenas que más disfrutaba era ver cómo los buzos descendían juntos, aunque después se formaban subgrupos que tomaban distintos destinos.
Así mismo, de regreso a la superficie todos iban apareciendo, se agarraban de la soga que anclaba el barco y era como un ramillete de gente toda unida, que hacían tiempo para descompresionar. Allá abajo los tanques, que parecían fosforescentes con el reflejo de la luz en el agua, y el movimiento de las patas de rana, semejaban una coreografía de la amistad y la aventura, del descubrimiento, porque creo que cada inmersión es eso.
Basta con observar un poco a los buzos y es fácil darse cuenta de que son una familia. No importa mucho si han coincidido antes porque el compartir, al menos una vez, la cubierta de un barco o el instante de lanzarse al océano, hace que nazca entre ellos una química, una fraternidad que es tan necesaria en las profundidades del mar.
Normal 0 21 false false false ES X-NONE X-NONE «No veo el buceo como una actividad de rivalidad Normal 0 21 false false false ES X-NONE X-NONE », comenta el buzo cubano Mitchell Morales. Eso va más con la apnea o la pesca submarina, donde las cosas se miden por la profundidad alcanzada o la captura, pero en el buceo no sucede así. El mejor buzo no es el más osado ni el más temerario, sino el más precavido, solidario y respetuoso con los protocolos. Como se trata de un deporte en equipo, no debe haber esa rivalidad de quién hace más, sino que todo el mundo debe marchar parejo.
¿Peligros?
No sé si fue machismo de mis entrevistados, pero todos hablaban de recuerdos bonitos en sus años de buceo y no de sustos; aunque siempre afloraron algunas historias comunes de la primera vez que vieron un pez dama y creyeron que era un tiburón terrible; de cómo se desesperaban si se les llenaba la careta de agua mientras estaban mar adentro, o del temor de no caber por la salida de una cueva submarina.
Por seguridad, no se debe bucear solo, sino en equipo. Cada inmersión es nueva, siempre se aprende algo. Es desestresante, relajante, es un ejercicio físico bueno y nos da agilidad, vitalidad.
Sumergirse a una profundidad considerable supone un riesgo, aunque ellos, los buzos, no lo vean ya así, pues la experiencia en esa actividad lo que les provoca es placer. Si el equipamiento es bueno y quienes te acompañan saben lo que hacen, no debe haber peligro.
Bucear es el placer de entrar en otro mundo, ver una fauna increíble, formaciones preciosas; es el reto de dominar otro ambiente que no es el nuestro. Si logramos sentirnos cómodos en el medio marino, hemos conseguido el objetivo.
Los buzos se conducen en las profundidades como nosotros en la tierra, es algo que ya les pertenece.
Es como si a 15, 20, 40 y hasta 90 metros Normal 0 21 false false false ES X-NONE X-NONE —según escuché decir a algunos Normal 0 21 false false false ES X-NONE X-NONE — se encontrara la felicidad o nuestro otro yo.
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Siul Open water Dive
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