Maceo y Che, inspiración permanente (+ Gráfico Interactivo)
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Hombres como Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara, cuyos natalicios conmemoramos este 14 de junio, descuellan entre los incontables hacedores de esta Revolución, con quienes tendremos siempre la deuda de continuarla y hacerla mejor.
Del Titán de Bronce vale recordar, además de su arquetípica condición de guerrero, siempre con razón exaltada, las 26 heridas que recibió y las más de ochocientas acciones de guerra en que participó, su fibra de auténtico cubano, de hombre con tanto filo en el pensamiento y en la palabra como en el machete. Del Guerrillero Heroico, el argentino-cubano, el universal Guevara, su congénita y decidida vocación por los pobres de la Tierra; su intelecto penetrante y dado al cuestionamiento, profundamente revolucionario, fértil, renovador; su estricta ética, internacionalismo y fidelidad a Cuba y a Fidel.
Los hombres y mujeres de su altura son inmortales por lo que hicieron e inspiran para hacer. Ante los desafíos que hoy afronta, Cuba los tiene en la vanguardia: el glorioso general mambí de Baraguá y de Peralejo, erguido en su cabalgadura, y el guerrillero heroico de Cuba y de América, dispuesto al próximo combate, de pie, fusil en mano en la heroica Santa Clara, como símbolos inspiradores para enfrentar y ganar las nuevas batallas en los momentos más complejos y difíciles.
Porque de los constantes desafíos que la Revolución Cubana ha enfrentado hasta el presente, el que asumimos hoy, de asegurar que el socialismo en Cuba sea económicamente sostenible e invulnerable, clasifica entre los mayores.
Desde sus orígenes, el proceso revolucionario ha superado enormes escollos, muchos de los cuales parecían insalvables. Se creyó, por ejemplo, que nunca dejaríamos de ser neocolonia yanqui y hace ya mucho no lo somos. Se pensó, también, que no sobreviviríamos al bloqueo que Estados Unidos empezó hace más de medio siglo y aquí estamos.
En la lucha por emanciparnos de España, la Guerra de los Diez Años, de 1868 a 1878, fracasó por la falta de unidad entre los patriotas. Casi 20 años después, liderada por José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, y por el Partido Revolucionario Cubano, comenzó la “guerra necesaria”, en la que intervino de manera frustrante Estados Unidos, cuando ya las armas mambisas tenían prácticamente el triunfo.
La Revolución antimachadista y antiimperialista, a inicios de la década de 1930, “se fue a bolina”, pero no cesaron las luchas sindicales, estudiantiles, cívicas, políticas, revolucionarias, contra los machadatos sin Machado y sus aliados imperialistas.
El asalto al cuartel Moncada en 1953 no consiguió su objetivo militar, pero abrió el camino de una etapa que menos de cinco años después concluiría con la entrada de Fidel Castro en La Habana, comandando al Ejército Rebelde, en medio del júbilo popular.
Con el pueblo en el poder, la Revolución atacada desde el principio por el imperio vecino y sus aliados, inició y llevó adelante, constante y tenaz, su obra: Enseñó a leer y a escribir a cientos de miles de analfabetos y desarrolló la educación hasta hacerla una de las más avanzadas del mundo; entregó tierras a los que las trabajaban; nacionalizó empresas —en su mayoría estadounidenses— que saqueaban los recursos del país; inició la construcción masiva de viviendas; desarrolló la salud pública, convirtiéndola en enorme beneficio para todos los cubanos y allende sus mares; diversificó y amplió la industria, antes casi inexistente; llevó electricidad y agua potable a prácticamente el ciento por ciento de las familias; potenció la investigación científica y destinó cuantiosos recursos a la cultura y el deporte, entre otros grandes logros.
En su devenir en el último medio siglo, el proceso revolucionario cubano ha estado atento siempre a la corrección de errores y posibles desviaciones del rumbo socialista, lo que constituye sin duda una de sus grandes fortalezas. Lo hecho hasta aquí, con luces y sombras, es resultado de casi un siglo y medio de forja, del camino difícil, duro, recorrido por la nación para conquistar la libertad, la independencia, la soberanía, la justicia y el derecho a vivir mejor para todos sus hijos. Y de todo esa obra que con razón nos enorgullece, Maceo y Che son y serán inspiración permanente.
Ya nuestro José Martí nos habló de esos hilos invisibles que unen a los hombres en la historia, como en este caso en que la fecha del 14 de junio -de 1845 con Maceo, y de 1928 por el Che-, enlazó para siempre a estas dos figuras tan veneradas y esenciales de nuestra historia. La grandeza del Che, como símbolo supremo de libertad y justicia.
De Maceo, su intransigencia revolucionaria en defensa de los principios y su profundo sentido ético y de respeto a las instituciones y al orden jurídico de la República en Armas.
Maceo no fue solamente un gran talento militar, sino, también un hombre de honor, de insaciable curiosidad por la cultura, de amplísima visión humanista y de estrechos vínculos con el pueblo explotado del que era su más genuino representante en el Ejército mambí. Su alta espiritualidad y vocación de servicio la alcanzó a partir de un proceso de autoeducación, que elevó al Titán a las cumbres más altas de la historia de Cuba, y que por similitud conceptual y ética de fe en el mejoramiento humano a partir de sí mismo, nos recuerda no solo a Martí sino también las ideas y el ejemplo de Ernesto Guevara.
Por su firmeza de carácter, valor personal e inteligencia excepcionales, Antonio Maceo se situó en el punto más avanzado de la vanguardia, revolucionaria ejemplificada en Céspedes y Agramonte, La Demajagua y Guáimaro, que fue la partera ilustre de la nación cubana.
Maceo y Che son héroes de todos los tiempos y constituirán siempre paradigmas de entereza y bravura para nuestro pueblo.
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