Aniversario sin festejo para presidente francés
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El presidente de Francia, François Hollande, cumple su primer año en el poder con muy pocos motivos para celebrar la fecha, debido a los bajos índices de aprobación popular a los resultados de su trabajo.
La noche de su victoria en las urnas, el 6 de mayo de 2012, una multitud abarrotó la emblemática Plaza de la Bastilla para festejar el fin del gobierno conservador de Nicolás Sarkozy y el inicio de la era de cambios prometidos por el candidato del Partido Socialista (PS).
Un año después en el mismo escenario se vivió un ambiente diferente, cuando unas 180 mil personas expresaron su desilusión con las políticas aplicadas por el ejecutivo y reclamaron desde una reestructuración del consejo de ministros hasta un referendo revocatorio.
En solo 12 meses, el jefe de Estado perdió más de la mitad de su apoyo que, según las últimas encuestas, está en 24 por ciento, el más bajo registrado por un gobernante francés en la etapa inicial de su gestión.
Para tratar de explicar este fenómeno, el analista Edouard Lecerf, director general de la empresa de sondeos TNS Sofres, recordó que Hollande inició su gobierno con una aprobación de 54 puntos, una cifra muy inferior respecto a sus predecesores.
François Mitterrand y Jacques Chirac comenzaron su primer mandato con 74 y 64 por ciento de apoyo, respectivamente, y Sarkozy logró 64 puntos en mayo de 2007, cuando ingresó al Palacio del Elíseo.
A esta circunstancia se suma la imposibilidad de reactivar la economía, estancada en 2012 y con una perspectiva de crecer sólo 0,1 puntos este año, así como la incapacidad de frenar el creciente desempleo, que afecta a más de tres millones 220 mil personas en edad laboral, una cifra inédita en el país.
Es verdad que el gobierno cumplió su promesa de campaña de implementar programas para generar puestos de trabajo, como los denominados "empleos del futuro" y "contratos de generación", aprobados por el Parlamento.
El problema es que ambas medidas, tal y como pronosticaron en su momento los sindicatos, resultaron insuficientes porque el número de plazas generadas está muy por debajo del ritmo de crecimiento del paro.
Entre enero y marzo de este año, gracias a esos proyectos consiguieron una colocación menos de 20 mil personas, pero en ese mismo período el desempleo creció en 99 mil 200, una diferencia notable.
Al presidente también se le reprocha el abandono de varios compromisos de su programa de trabajo, como la creación de un impuesto especial del 75 por ciento para las grandes fortunas, que fue censurado por el Consejo Constitucional y luego se archivó.
Durante su campaña ofreció, asimismo, trabajar para otorgar el derecho de voto a los residentes extranjeros en los comicios municipales, pero luego dio marcha atrás en este propósito.
En el plano internacional fracasó en su intento de renegociar los tratados europeos de austeridad presupuestaria, impuestos por Sarkozy y la canciller federal alemana, Ángela Merkel.
Francia firmó y ratificó ese pacto tal y como se redactó y sólo se logró anexar la creación de un fondo para el crecimiento económico dotado con 120 mil millones de euros, que existe nada más en los papeles.
Tampoco logró convencer a sus socios europeos de emitir eurobonos destinados a enfrentar el sobreendeudamiento de varios países, y la unión bancaria, otra de sus metas, sigue en el limbo de las oficinas de Bruselas.
En el plano militar, Hollande cumplió con regresar a casa a fin de año a las tropas de combate que participaron en la invasión a Afganistán, liderada por Estados Unidos y la OTAN.
No obstante, poco después, el 11 de enero de 2013, aprobó una intervención armada en Mali con el alegado propósito de contener el avance de grupos extremistas y llegó a enviar allí a cuatro mil efectivos, la misma cantidad que estaban en la nación centroasiática.
Varios sectores denunciaron que el verdadero propósito de esta operación era proteger los intereses de cientos de empresas galas asentadas en esa región.
Por si todo esto fuese poco, un escándalo de corrupción sacudió los pilares del gobierno cuando el ministro de Presupuesto, Jerome Cahuzac, el funcionario encargado de luchar contra el fraude y la evasión fiscal, reconoció tener una cuenta ilegal en el extranjero.
Hasta entonces al ejecutivo se le podía tildar de incompetente frente a la crisis, pero este caso puso fin a la ejemplaridad anunciada por el presidente cuando presentó a su consejo de ministros.
En respuesta, Hollande anunció un paquete de medidas que no consiguió consenso ni siquiera entre las propias filas de su partido.
Un primer paso fue ordenar a los miembros del gabinete publicar un listado de su patrimonio y preparar un proyecto de ley para extender esa obligación a los diputados, senadores y altos funcionarios.
Claude Bartolone, presidente de la Asamblea Nacional y figura del PS cercana al mandatario, consideró innecesaria la medida y aseguró que la transparencia no consiste sólo en "publicar, condenar y sancionar".
Las brechas podrían crecer cuando la iniciativa llegue hasta la cámara baja y comiencen los debates.
Mientras, junto con el descontento popular aumenta el clamor por una reestructuración del ejecutivo y un cambio de rumbo para priorizar el crecimiento económico y la lucha contra el desempleo.
Todas las miradas están puestas en una intervención televisiva de Hollande anunciada para el 16 de mayo, un día después del primer año de su arribo al poder.
Se espera que allí haga una versión propia sobre los resultados de su mandato, trace las líneas del futuro inmediato y consiga, quizás, recuperar parte del capital político dilapidado en 12 meses.
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