El comercio de la carne de caballo, expuesto por un escándalo
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A medida que los ciudadanos británicos descubren que pueden haber estado comiendo caballo que fue importado como ternera, y los ministros culpan a una "conspiración internacional", este nuevo escándalo ha expuesto el oscuro laberinto a través del cual la comida llega a las mesas europeas.
Los titulares escabrosos muestran las diferencias culinarias respecto a la carne de caballo en Reino Unido y su etiqueta de delicia en otras partes de Europa. Pero mientras las gobiernos reducían los riesgos sanitarios, el mayor impacto podría sufrirse en la confianza de los consumidores hacia los sistemas de etiquetado y control de calidad de la UE después de que se hayan dado amenazas previas en la cadena alimentaria.
A medida que van surgiendo detalles de la compleja red de mataderos e intermediarios entre ganaderos y supermercados en toda Europa, Francia y Reino Unido han prometido castigar a quienes sean hallados responsables de vender carne de caballo como de ternera.
Dado que se necesitan análisis de ADN para identificar los dos tipos de carne, minoristas y fabricantes de alimentos procesados se quejan de haber sido engañados por los proveedores, y una firma francesa señaló a Rumanía.
"Se trata de una conspiración contra la opinión pública", dijo el ministro británico de Agricultura, Owen Paterson. "Tengo cada vez más el sentimiento de que se trata realmente de un caso de conspiración criminal internacional".
El primer ministro británico lo ha calificado de "muy sorprendente".
Sumándose a las preocupaciones están las muestras de que alguna carne de caballo puede contener una sustancia llamada bute - un analgésico antiinflamatorio habitual para los caballos de carreras pero prohibido en animales destinados a consumo humano.
El organismo alimentario de Reino Unido dijo que estaba comprobando si la carne de caballo exportada desde Reino Unido contenía fenilbutazona. Añadió que cinco de esos animales se vendieron en el extranjero el año pasado y se lo había comunicado a organismos extranjeros. Los medios franceses dijeron que los caballos llegaron allí.
Una firma afectada por el escándalo de la carne de caballo en Reino Unido, la firma de congelados Findus, dijo que iba a retirar su lasaña de ternera tras hallar que incluía carne de caballo. Su proveedor francés, Comigel, dijo que la carne en cuestión procedía de Rumanía, miembro de la UE.
Se ha activado la alerta para toda la UE y los gobiernos han debatido cómo poner bajo control a una industria cada vez más compleja.
Los expertos en alimentación dicen que la globalización ha traído beneficios al suministro de alimentos, con artículos exóticos de todo el mundo disponibles durante todo el año, pero que también ha creado un sistema muy complejo y ha incrementado los riesgos de adulteración, ya sea por diseño, para usar productos más baratos, o a través del descuido de las normas.
La crisis de las "vacas locas", que provocó que se prohibiera la carne de ternera británica en la UE en los años 90 por temor a una enfermedad cerebral degenerativa, dejó un legado de controles férreos en la identidad de los animales europeos, destinados a asegurar que los orígenes de la carne son rasteables.
Pero en la conversión de carne picada en un producto procesado, aunque las revisiones higiénicas son la norma, comprobar algo tan aparentemente básico como de qué especie procedía, es complejo y no se lleva a cabo extensamente.
El misterio sobre los contenidos de una salchicha no es nuevo, pero una producción masiva supone que cualquier problema puede escalar rápidamente.
"La adulteración alimentaria ha ocurrido tanto tiempo como lleva siendo preparada, durante miles de años", dijo Chris Elliot, profesor que trabaja en seguridad alimentaria en la Universidad Queen's en Belfast.
"Ahora estamos en la etapa en la que donde sea que ocurra esta adulteración, tiende a ser a escala muy grande, extremadamente bien organizada".
RECHAZO
Las dudas sobre los controles de calidad en la comida procesada podrían dañar las ventas en toda Europa, pero el mayor impacto de este escándalo podría ser en Reino Unido, donde las afirmaciones de que la carne de caballo es segura han hecho poco por reducir el disgusto de muchos, o las sospechas de que esto refleja otro aspecto impopular de la integración en la UE.
Un destacado diputado británico pidió la prohibición en las importaciones de la UE.
"Atrapado, apuñalado y golpeado: caballos salvajes en nuestra ternera", decía el titular del diario Sun el domingo, en una historia sobre supuesta crueldad con los caballos sacrificados en Rumanía.
Desde la reina Isabel hacia abajo, los británicos se consideran una nación amante de los caballos, y proporcionan a los pura sangre no menos reverencia que a los atletas humanos, mientras que tratan a esta especie con un afecto con el que rivalizan sólo los perros.
Sólo hay unas pocas licencias de mataderos de caballos en Reino Unido, y en su mayoría exportan huesos al continente, donde Italia, sin mucho afecto ni por caballos ni por burros, lidera el consumo; la carne de caballo también tiene un espacio en la comida francesa y en algunas otras naciones europeas y asiáticas.
Rastrear la carne procesada hasta su fuente es difícil en el complejo mercado europeo, y el camino desde los mataderos donde se sacrifica a vacas y caballos hasta la carne picada que aparece en las mesas de la gente a menudo vaga por una confusa cadena de compañías intermediarias.
El problema de Findus la semana pasada ocurre menos de un mes después de que el supermercado británico Tesco y la hamburguesería Burger King hallaran carne de caballo en las hamburguesas de ternera procedentes de Irlanda.
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