SIP, CIA, EE.UU.: 3 en 1
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Preocupada por su decadencia y la competencia de pequeños medios alternativos, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) acentúa sus “cartuchazos” de opresión para no perder los privilegios que le dan tanta afinidad con los intereses que defiende Estados Unidos, mediante la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La lucha es difícil para la SIP, porque la propia CIA prefiere por estos tiempos a esos elementos que actúan como “free lances”, que, a título de libertad de expresión, aparecen en diversos medios de comunicación.
En el caso del combate a la Revolución cubana se encuentran los denominados “blogueros”, que actúan mediante Internet, todos asalariados por el Imperio y algunos erigidos como pilares de redención por entidades oficiales europeas, las cuales, desde luego, aportan significativas remesas en euros.
Pudiéramos decir que la SIP degeneró desde su mismo proceso de fundación, iniciado en 1926, basado en el panamericanismo. Pero lo cierto es que todo su concepto fundador fue una farsa, porque se anunció como “una organización interamericana permanente de periodistas”, cuando era una entidad de empresarios, que solo debatieron sus temas y dejaron de lado a los que correspondían a los periodistas.
Se efectuaron reuniones en varios países, hasta que se funda oficialmente la SIP en la conferencia realizada en 1943 en La Habana, Cuba, que era gobernada por el tirano Fulgencio Batista, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.
Terminada la conflagración, se comienza la “guerra fría”, se perfila la política Maccartista y se crea la Agencia Central de Inteligencia, que desde entonces tuvo que ver mucho con la SIP.
Ya en el V Congreso Interamericano de Prensa, en 1949 en Quito, Ecuador, los norteamericanos planeaban el total control del organismo. Los tres representantes estadounidenses eran Tom Wallace, del Departamento de Estado, y dos oficiales de alta graduación de la CIA: Joshua Powers y Jules Dubois. Este último coordinó el eje SIP-CIA durante 15 años en América Latina.
En Nueva York, la CIA logró el cambio de constitución de la organización regional y su realización con auspicios privados de las publicaciones de Estados Unidos. A la reunión al efecto se evitó invitar a representantes de publicaciones progresistas y quienes lograron estar presentes fueron expulsados bajo la acusación de “comunistas”.
Así se concretó el secuestro de la SIP por la CIA, cuestión que llega hasta hoy día.
Tuvieron que pasar 25 años hasta la creación de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) en 1976, gracias al periodista peruano Genaro Carnero Checo, quien contó con el apoyo del presidente mexicano, Luis Echeverría.
Lo cierto es que la SIP informó pomposamente que cuenta con más de 1 300 miembros que representan a periódicos y revistas desde la Patagonia hasta Alaska; sus directivos comenzaron a viajar de un lado para otro; y montaron shows mediáticos, con patrones que no pueden hablar por los periodistas, muchos de los cuales han sido asesinados, cuando tratan de llevar la verdad de lo que acontece en los lugares más complejos del continente.
Sus asesinos casi nunca son descubiertos y sus muertes achacadas a otros, según interés de quienes emiten las órdenes para que lleven a cabo las investigaciones.
Pero lo cierto es que el papel genuflexo de la SIP no le sirve en todo a la Agencia, que, subrayo, maneja mejor a esos “free lances”, a esos “blogueros”, más hábiles en el engaño, principalmente porque se presentan como entes independientes. Y así tienen acceso a una buena billetera, que subvenciona a los “cuentapropistas de la libertad de expresión”.
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