Una crónica pendiente a Yoanka González
especiales
Cuando le hice la primera entrevista a Yoanka González, siempre supe que estaba en presencia de una excelente ciclista, quizás la mejor de Cuba de todos los tiempos, pero también de un ser humano noble y excepcional.
Ahora Yoanka no compitió ni en la carrera por puntos, scratch o ruta. Tampoco fue titular de noticias en los recientes Juegos Olímpicos de Londres porque su mejor medalla está lejos de las pistas de los velódromos.
Desde el pasado mes de julio es madre de una preciosa niña, Yaineh, quien le ha motivado más de un sprint, pero dentro de la casa, entre el lavado de pañales, la leche a tiempo, el sillón para dormirla y el añorado descanso.
A esta villaclareña, la luz de la maternidad la coronó con justicia y amor, tras haber sido la primera ciclista cubana en subir a un podio mundialista (2003) y olímpico (2008). Todavía en sus ojos andan grabadas muchas de esas imágenes veloces, aunque hoy la risa de Yaineh es más veloz en su corazón.
Luego de casi un cuarto de siglo de pedaleo sobre una bicicleta, de medallas y reveses, de sueños y vida familiar postergada, Yoanka González es madre con una felicidad que es incapaz de describir en toda su plenitud. «Este es mi mayor trofeo», ha repetido en varias entrevistas que le han hecho después del nacimiento de Yaineh.
Para la primera campeona mundial del ciclismo de la Isla (2004) la vida tiene en estos momentos otra dimensión, y es como si volviera a cruzar la meta con la señal de victoria entre sus dedos, aunque prefiere olvidar las pruebas contrarreloj cuando de educar a su bebé se trata.
Yoanka vuelve a recordar aquella primera entrevista, realizada junto a sus habladoras cotorras en el cuarto que le pertenecía en el velódromo Reinaldo Paseiro. Ellas repetían: «Yoya, Yoya, comida, comida…», mientras su dueña confesaba: «Me gustan los excesos. Soy una enamorada de la vida y amiga de todas las personas que me ofrezcan su corazón como yo a ellas».
Descubro entonces que la crónica pendiente a esta ciclista no puede terminar sin reconocerle que desde una bicicleta mayor, toda Cuba le grita una y otra vez a su corazón: Felicidades, Mamá.
Añadir nuevo comentario