Taipei de China derrota a Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol
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Fotografía tomada de https://us.as.com
Esto no es una fake news. Y aunque evidentemente tiene que ver con el béisbol, no tiene implicaciones en el resultado deportivo que favoreció a Cuba y que nos puso en la próxima ronda del Clásico. Con el titular, no me refiero a lo ocurrido en el terreno, sino a lo visto en las gradas durante los juegos celebrados en Taipei de China.
En el béisbol, como en todas las expresiones deportivas o culturales, cada país tiene formas particulares de celebrar; comportamientos y festejos que difieren y que, a ojos externos, pueden resultar chocantes, o devenir en ejemplos a seguir. Matices hay por cantidades, pero ya que hablamos de béisbol, quiero enfocarme en el concepto cultural que aprecié en las graderías taipeianas a lo largo de esta semana.
En sentido general, naciones asiáticas como Japón, ambas Koreas, China y Taipei de China (caso que nos convoca hoy), son reconocidas en nuestro imaginario popular como sociedades con un alto sentido de la responsabilidad individual, disciplina colectiva y comportamiento cívico. Todos vimos con asombro a la fanaticada de Japón limpiar el estadio donde jugaba su selección durante el mundial de fútbol reciente. Tal asombro encierra en sí, la admisión de sabernos incapaces de comportarnos de modo similar.
Pero puntualmente en el graderío de Taishún, me llamaron la atención varios aspectos que hablan de ese civismo, respeto y organización, de la cual creo que debemos aprender.
Lo primero es el nivel de apoyo incondicional del público a su equipo, no sólo cuando estos ganaban, sino cuando perdían, incluso, abrumadoramente. Contra Panamá y Cuba, ya a medio juego había marcadores imposibles de revertir, y, no obstante, la algarabía hacía dudar de quién iba adelante en el marcador. Ese grado de fidelidad no es usual en nuestros fanáticos; recordemos que, tras perder dos juegos cerrados, casi pedimos la excomunión de nuestros peloteros. Tampoco imagino a un equipo cubano perdiendo 13x4 o 7x1, con nuestro público permaneciendo en el estadio hasta el último inning. Taipei nos ha enseñado que a nuestro equipo se apoya en las buenas y en las malas. Tomemos nota, pues.
Otro elemento que me llamó la atención es el concepto de animación que manejan en ese país. El diseño armonizado de varios animadores, cheerleaders y orquestas presentes en el lugar, dejaban por resultado un espectáculo en las gradas que a momentos le robaba el protagonismo al juego en sí. Y todo ello sin caer en vulgaridades ni groserías, sin ofender al rival y generando un ambiente de alegría sana. Uno pensaría si acaso las iniciativas en nuestros estadios no pudieran tomar referencias de esto, adecuando las letras de las agrupaciones musicales, de modo tal que puedan tocar no sólo entre innings (en Taipei no cesaron hasta el out 27). Las coreografías fueron siempre distantes de la grosería y de la hipersexualidad, constante, dinámica y variada. Ello representa otro reto para quienes pretenden animar eventos deportivos.
Entiendo que mucho de esto pasa, además, por un componente económico que pesa significativamente a la hora de diseñar el espectáculo, pero creo que también existen iniciativas que no cuestan más que la voluntad de romper estereotipos para presentar al público un show de calidad.
La cultura beisbolera también es lo que se expresa desde las gradas, y en ese sentido, bien podemos poner empeño en aprender de lo visto en Taipei y en Japón. Estar entre los mejores equipos del mundo, también implica aspirar a espectáculos y a comportamientos que estén a ese nivel. Nuestro béisbol y nuestro público, lo merecen.
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Zarza
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