Raúl Castro con la adarga al brazo
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A punto de celebrarse este 3 de junio el cumpleaños 93 del General de Ejército Raúl Castro Ruz, en su día también presidente de la República de Cuba (2008-2018) entre otras responsabilidades, los cubanos homenajean al compatriota que ha sido todo el tiempo, sin descansar, un revolucionario probado y consecuente, combatiente por la libertad y los principios de la tierra que lo viera nacer, inspirado por profundas convicciones y su coraje.
Y porque no, acá se siente gran respeto y cariño por ser él hermano de sangre y principios de Fidel, pues juntos escribieron desde temprano en sus vidas una historia transitada por un quehacer incesante, basado en el ideario martiano, el marxismo leninismo y en la más acendrada tradición de lucha iniciada desde los padres fundadores.
Raúl, menor que Fidel, como el resto de sus hermanos y hermanas vio la luz en el campestre poblado de Birán, antigua provincia de Oriente, en el hogar formado por el gallego Ángel Castro y la cubana Lina Ruz, en momentos en que todo parecía fluir muy lentamente, pero en Cuba ya había hervor de combate social levantando acciones y banderas en varias partes del país.
Muy temprano en su juventud comenzó Raúl el accionar en defensa de las causas justas, por ejemplo, cuando encabezó una acción política realizada en oposición al golpe de estado de Batista el 10 de marzo de 1952. Se le vio en abril de ese propio año entre los sobresalientes miembros de un grupo de estudiantes universitarios que realizaban un acto simbólico de entierro a la Constitución del 40, injuriada por el futuro dictador.
Igualmente se hizo notar al frente de la Marcha de las Antorchas realizada en enero de 1953 en homenaje al Centenario del Apóstol, y en julio resultó uno de los asaltantes al Cuartel Moncada, dirigidos por Fidel, donde mostró cualidades de jefe. Tras ser condenado junto a los sobrevivientes de esa acción, es liberado con ellos y parte al exilio junto al Movimiento Revolucionario M-26-7, a organizar la expedición del yate Granma.
Pero su forja como combatiente frontal en operaciones militares contra la tiranía de Batista se produce en las montañas de la Sierra Maestra, después de internarse con un grupo reducido comandado por Fidel, y crearse poco después con gran heroísmo y esfuerzo el Ejército Rebelde, con la comandancia general en tales parajes intrincados.
Fue ascendido más adelante a Comandante de un creciente y cada vez más notorio Ejército Rebelde; en 1958 ya tiene experiencia para fundar el III Frente Oriental Frank País, así como otros jefes rebeldes de su rango: Juan Almeida, Che Guevara, Camilo Cienfuegos también cumplían grandes misiones.
Allí, en aquellas tierras sin justicia, olvidadas por gobernantes ladrones y expoliadas por el latifundismo, además de combatir con las armas lleva a cabo proyectos de medidas organizativas e incluso de gobierno que favorecían a los pobladores de las comunidades campesinas liberadas en las montañas norteñas de Oriente, de la Sierra Cristal, cerca de Mayarí, donde operaba esa pujante fuerza.
Al triunfar la Revolución en 1959 esas iniciativas pudieron ser aplicadas en todo el país, tan modélica había sido la experiencia de hondo contenido humanista, educativo y de incidencia social.
Supo armonizar luego tareas de todo tipo y su intenso trabajo cuando encabezó el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias por largo tiempo, proyectándose por la modernización de su frente en un país amenazado y agredido constantemente por un enemigo poderoso, demasiado cercano en geografía.
Su capacidad y eficiencia combativa fue evidenciada en el gesto solidario e internacionalista de ayuda a la independencia de Angola, que culminó además con la de Namibia y el fin del Apartheid en Africa.
De forma paralela bajo su conducción los cubanos pudieron prepararse en sus propias tareas de defensa interna, con conciencia y disciplina e incluso alistarse para afrontar, si fuera necesario, la Guerra de todo el Pueblo. Fue una etapa extraordinaria aquel tiempo en el cual Fidel y Raúl pusieron su alma y estrategias proverbiales, movilizando a la nación ante inminentes peligros debido a la debacle del campo socialista.
Sus características personales que reflejan una autoridad ganada por la disciplina y los principios más puros, su sencillez, su entrega al trabajo y humanismo, lo han acompañado tanto en los altos cargos militares como en su militancia dentro del Partido Comunista de Cuba, del cual ha sido miembro de su Buró Político y cuando estuvo investido como presidente de Cuba.
En esa función trabajó al detalle para asegurar saltos cualitativos en el avance de la línea de continuidad de la Revolución, incluso en los duros momentos de la partida física de Fidel, y de su esposa Vilma Espín, su compañera de toda la vida, madre de sus hijos.
También puede ser tomado como referente por la eficacia de su actuación en la arena internacional si recordamos la renegociación con los acreedores de la deuda externa cubana, la actualización de la Ley Migratoria, impulsó transformaciones en el sector agropecuario y estimuló la ampliación de las formas de gestión del sector no estatal de la economía.
Igualmente trascendente fue la contribución de Raúl a la liberación de nuestros Cinco Héroes, cumpliendo así la palabra empeñada por el Líder Histórico de la Revolución cubana.
Ha sido reconocido su estilo en la ampliación de las relaciones exteriores del país. Con firmeza, dignidad y temple dirigió personalmente el proceso de conversaciones y negociaciones que tuvieron como fin el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.
También sobresale en su hoja de servicios como estadista la defensa de la integración latinoamericana, sobre todo cuando Cuba ocupó la presidencia pro tempore de la Celac. Su legado más importante, la defensa de la unidad dentro de la diversidad, condujo a la declaración de la región como Zona de Paz y contribuyó de manera decisiva a las conversaciones para la paz en Colombia un tópico hoy tergiversado por el enemigo con vileza.
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