OPINIÓN: La luz, bróder, la luz
especiales
Brigadas de linieros de otras provincias de Cuba, de los primeros en llegar a la zonas afectadas por Oscar en San Antonio del Sur e Imías, en Guantánamo.
Al atardecer del segundo día, la señora salió al balcón de su apartamento a golpear una cazuela. Insistió por unos minutos, pero nadie en el barrio la secundó. Los organizadores a distancia del esperado “golpe blando” contrarrevolucionario apostaban a que se produciría una masiva protesta popular. La abrupta caída de los servicios eléctricos en todo el país había estremecido a los cubanos, aunque en muchas provincias los cortes de luz ya eran habituales. La falta de combustible, de piezas de repuesto y de financiamiento, obligan a los trabajadores de las centrales termoeléctricas del país a hacer magia para reparar en lo posible las maquinarias, y sostener su puesta en marcha. El bloqueo estrangula la economía, y las redes sociales, manejadas desde Miami, culpan al Gobierno de mala gestión. Los pocos intentos de crear caos en la capital fueron rápidamente controlados. El pueblo cubano comprendió de repente la magnitud de la guerra que enfrenta. Casi al unísono, un huracán tocó el hocico del caimán, y se arrastró lentamente por la costa norte del Oriente cubano. Sucedió el milagro: en lugar de protestas callejeras, la gente se organizó en cadenas de solidaridad. Ningún sesudo analista de la contra podía preverlo, porque para ello tendría que creer en el pueblo. La solidaridad no es un atributo exclusivo de los cubanos, pero es un atributo esencial de la Revolución. Los que se movilizan cuando la Patria lo necesita, vivan o no en Cuba, los que salen a defender la vida de pueblos extraños y lejanos, son hijos de la Revolución.
Es un enigma, pero sin luz y sin agua, los cubanos buscan en sus escaparates prendas de vestir, latas de conserva, el dinero que no abunda, y lo entregan sin más, sin constancia de buena conducta, sin fotos para la prensa, porque no aspiran a certificado alguno; entregan no lo que les sobra, comparten lo que tienen. No importa si son cristianos o comunistas (o cristianos comunistas); lo que vale en momentos como este es que son cubanos. Gente que formó la Revolución. De repente la luz volvió en algunos centros urbanos, y mientras la contra difundía noticias falsas, para provocar el descontento, la gente, serena, confiaba. A veces, la fake news era aterradora: se quebró el dique de la presa —anunciaron— y los pobladores, desesperados, recogían a sus seres queridos y huían del lugar. Alguien testificó: mientras algunos huyen, la Chapman avanza hacia la presa. ¿Por qué la contrarrevolución tiene que mentir, que fabricar falsas noticias?, ¿no es acaso una prueba de su doble orfandad: de argumentos y de ética?
Todo sucede como cascada, un hecho arrastra al otro, el salto de agua es inevitable. La Revolución está viva, late en cada donación, en cada entrega anónima; la guerra, ahora visible, no puede dividirnos. Una admirada periodista escribió: es una nueva Crisis de Octubre la que vivimos1. No sé, ese referente fue demasiado mediático, demasiado apocalíptico. No hay bombas nucleares en juego, aunque quizás sí, el mundo es muy chiquito. Cabe en la palma de la mano de Dios. Y en el Medio Oriente, Israel, con la complicidad de los Estados Unidos, lanza cohetes sobre Palestina, Líbano, Irán y Siria. Las armas nucleares aguardan por el primer loco, o desesperado, o fascista, que las active. Nunca lleves en la cintura una pistola, si no pretendes usarla. ¿Qué pasará después? No cambio de tema, Palestina es Cuba, o viceversa. ¿Alguien piensa que puede aislarse, que puede trazar un círculo protector de cenizas? El punto que quiero destacar es que Cuba, es decir, la Revolución cubana, vive y enfrenta una guerra abierta, y todos los cubanos estamos en la trinchera, en la de la Patria, o en la del Invasor.
La activista, cineasta y dibujante franco-iraní Marjane Satrapi, premiada este año con el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, utilizada, espero que a su pesar, como pieza en la demonización de Irán, aunque entienda sus demandas de género, expresó una idea que comparto en su discurso de agradecimiento: “Durante mucho tiempo he creído que la clave para que cualquier ser humano pudiera vivir con dignidad, para que nunca sufriera brutalidad o humillación por su sexo, su etnia o su color, era la educación. ¿Pero no tenía Goebbels un doctorado en filosofía? ¿El Dr. Mengele no había hecho el juramento hipocrático? ¿Estaremos equivocados cuando definimos educación? Quizás antes de educar a nuestros hijos para que tengan éxito económico y social, debiéramos enseñarles que el verdadero éxito radica ante todo en el humanismo”.
Ahora que en pocos días se efectuará el Congreso de la UNEAC, en circunstancias especialmente difíciles para el país, y yo diría, para el planeta, en una época en la que el fascismo parece retornar enarbolado incluso por sus antiguas víctimas ucranianas y judías, entre otras, y por aquellos que pretenden utilizarlas nuevamente para reconquistar territorios o expulsar a ciudadanos de diferentes colores de piel, sus palabras cobran sentido.
No nos salva el conocimiento. La erudición libresca de la que abjuró y sobre la que previno José Martí, no nos salva. Los intelectuales cubanos tenemos la obligación de involucrarnos en las causas más justas, las de Cuba y las del mundo, de pisar el polvo y el fango de la vida, de juntar en un solo haz de luz la verdad, la justicia y la belleza. Solo la Patria, que es “aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca y en que nos tocó nacer”, según Martí, nos salva. La luz de una ciudad puede apagarse o encenderse, pero la pequeña llama que asoma a los ojos no puede morir en nosotros; esa es la luz de adentro, la que nos salva. Que me disculpe el poeta Sigfredo Ariel, por la libre interpretación de sus versos (para eso sirve la poesía):
Estos días van a ser imaginados
por los dioses y los adolescentes que pedirán estos días
para ellos.
Y se borrarán los nombres y las fechas
y nuestros desatinos
y quedará la luz, bróder, la luz
y no otra cosa.
1. Juana Carrasco: “Cuba y la segunda crisis de octubre”, en Juventud Rebelde, 27 de octubre de 2024
Añadir nuevo comentario