OPINIÓN: ¿Elegir es una opción?

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OPINIÓN: ¿Elegir es una opción?
Fecha de publicación: 
15 Mayo 2024
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El truco consiste en colocar en la vitrina pública —medios de comunicación, librerías, películas, partidos políticos, etc.— un racimo de opciones que son “diferentes” y esencialmente idénticas, entre las que aparece, casi indistinguible, la que no lo es. La idea es que parezcan “opciones”, para que nos creamos en capacidad de elegir, aunque todas las señales explícitas o inducidas nos conduzcan hacia el mismo lugar. Es lo que llaman libertad de expresión o de pensamiento, que de alguna manera se sustenta en la creencia de que el capitalismo es el último de los sistemas posibles. El fin de la historia de Fukuyama es insostenible racionalmente porque es demasiado explícito; pero sí, el capitalismo es presentado como la plataforma única y última sobre la que deben erigirse las opciones. No es el fin, porque el sistema puede “mejorarse” cada cuatro o cinco años, reciclar viejas fórmulas como si fuesen nuevas, sustituir los rostros, las sonrisas, incluso, hasta el color de la piel o el género de los mandatarios que representan la continuidad.

Mario Vargas Llosa, que no sabe lo que es la política, cree que ayuda a sus correligionarios al revelar lo que estos ocultan. En un artículo escrito en 2006 para elogiar la “democracia” chilena dice:

En el debate entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, que tuvo lugar pocos días antes del final de la segunda vuelta, había que ser vidente o rabdomante para descubrir aquellos puntos en que los candidatos de la izquierda y la derecha discrepaban de manera frontal. Pese a sus respectivos esfuerzos para distanciarse uno de otro, la verdad es que las diferencias no tocaban ningún tema neurálgico, sino asuntos más bien cuantitativos (para no decir nimios). Piñera, por ejemplo, quería poner más policías en las calles que la Bachelet.(1)

Pero si los conductos están obstruidos, si el sistema está roto, si la democracia burguesa no impide la victoria del candidato que pretende restringir las ilimitadas ganancias del Capital y no restituye en la siguiente ronda a sus representantes, se declara antidemocrático al intruso, y con razón: no hay democracia allí donde no gana el Poder global.

La contrarrevolución venezolana —por su área de operaciones, porque en realidad toda contrarrevolución es por definición trasnacional— no logra el respaldo suficiente para ganar las elecciones. Y de lo que se trata no es de auscultar la voluntad popular para someterse a ella, sino de retomar a toda costa el control del país. Lo ha probado todo: intentos de golpe de estado, de magnicidio, terrorismo urbano, robo del patrimonio nacional en el exterior, sanciones de la metrópolis y hasta el reconocimiento trasnacional a un presidente imaginario.

Para la contienda electoral de julio próximo, la estrategia es sencilla y previsible: primero actúa como si de verdad respetara las reglas; después coloca a una terrorista que previamente ha sido condenada por la justicia y políticamente inhabilitada, y la declara, así, alegremente, como “favorita” del pueblo. La comisión electoral, desde luego, no puede aceptar su candidatura, pero el papel de la promocionada opositora es otro: gritar y manotear como si la ahogaran, hasta casi el final de la precampaña, con el propósito de difundir la creencia de que no serán elecciones “libres” —aquí el imperialismo, autor del guión, cumple con su parte: restituye las sanciones al “régimen” de Caracas—; por último, aparece un testaferro (persona que lleva de forma oculta los intereses de otra), que El Nuevo Herald  se apresura en declarar como seguro triunfador, aunque nadie lo conozca y su imagen y sus palabras ofrezcan un espectáculo lastimero, de manera que no aparece en público y la señora inhabilitada habla en su nombre y muestra su foto en los actos de campaña.

El titular del diario miamense, que será mantenido en pantalla durante días, es elocuente: “Maduro contra la pared ante ventaja opositora que luce inalcanzable”. Es una fake news, pero no importa. Si fuese elegido el señor, este le entregaría el mando (como en Argentina, en época de Héctor Cámpora y Perón, personalidades muy diferentes a estas), a la mujer que lo manejó con hilos de oro (nunca mejor dicho). Todo listo entonces para lo principal (aquí me anticipo): Maduro ganará nuevamente las elecciones, pero la mesa estará servida para declarar de inmediato que estas fueron fraudulentas, condenar a su Gobierno, y conseguir quizás, el respaldo sumiso de otros países. El imperialismo, ya lo he dicho, no es cosa de un país: el que llamamos occidental está liderado por los Estados Unidos (que genera tres cosas esenciales: el dólar, las armas y el imaginario), e integrado por muchos países de varios continentes, de mayor o menor dependencia al centro hegemónico.

La atención desmedida que prestamos a las elecciones presidenciales de cualquier país —como si la democracia residiera en ese proceso en el que caben todas las trampas y las manipulaciones— es parte del plan enemigo, pero la Venezuela bolivariana ha conservado, a pesar de ello, el voto de su pueblo. Seguiré hablando de este tema en otro artículo. Espérelo la próxima semana.   

(1)    Mario Vargas Llosa: “Bostezos chilenos”, en El Nacional, Caracas, 23 de enero de 2006, p. A / 4.

Comentarios

Saludos desde la Venezuela de Bolivar, Chávez y Maduro. Gracias por el apoyo que siempre la hermana Cuba de Martí y Fidel, ha demostrado a través de ustedes, sus hijos; a este pueblo Venezolano que desde siempre ha mantenido resistencia a los imperios. Un gran abrazo y mi compromiso de trasmitir el mensaje por todos lados. ¡Hasta la Victoria Siempre!

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