Las tiendas y el socialismo sostenible
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Por recomendación de unos amigos me suscribí a un canal de Telegram dedicado a notificar sobre la venta de productos en las tiendas. Los mismos usuarios del canal, que suman miles, publican mensajes con la ubicación de la tienda, los productos en venta y el precio. Pero los avisos más completos son los que incluyen el volumen de personas en la cola y el ritmo al que van pasando. Es esto lo que define tener alguna posibilidad real de llegar a comprar antes de la hora del cierre, si por necesidad del producto uno decide acudir al lugar.
Todos deseamos el momento en que el país -y el mundo- puedan superar la Covid 19. Pero una vez logrado esto en Cuba… ¿Desaparecerán las colas?
La persistencia de las colas se pudiera achacar de forma coyuntural a la escasez de productos básicos provocada por el aumento del bloqueo estadounidense, o por la lógica disminución de capacidad de importación del país, ante la baja disponibilidad de dólares que se ha agravado ahora más con el cierre temporal de la industria turística. Pero hay razones estructurales de mayor influencia que las que imponen las circunstancias.
Una mirada desde dentro de las colas, hace evidente que hoy el principal problema no es que haya productos en venta- que con frecuencia los hay- sino el acceso físico a poderlos comprar. Una cosa es que no haya, o que se termine, y otra es que, por tiendas que funcionan como un ¨cuello de botella¨, las personas deban hacer horas de cola. Lo primero es culpa del bloqueo, lo segundo no.
No hay que ser un experto –como no lo son la mayoría de los que esperan en las colas- para darse cuenta de que se ha enquistado un diseño absurdo de tiendas con capacidades minúsculas, con locales pequeños, una sola caja contadora, sin capacidad de almacenamiento, y escaso personal, que a duras penas pueden asumir una demanda media en tiempos normales y menos aún una como la actual.
Mientras las tiendas más grandes que funcionan –que tienen espacio para instalar más cajas contadoras y dar más velocidad al flujo de clientes- permanecen subutilizadas, se impone una especie de chinchalismo, que intenta ser justificado con la fórmula de ¨llevar los productos al barrio¨ de muy dudosa efectividad en la práctica real, pues lo que ha provocado más bien es la dispersión de lo poco disponible y dificultar el completamiento de lo necesario en el hogar cuando una cosa se vende aquí, otra allá y otra más acullá.
Alguno diría que el aumento de las colas ocurre por la restricción actual de acceso al interior de las tiendas por la Covid 19, pero no es así. Ya este tipo de tienda era insuficiente en espacio y por lo tanto en acceso desde antes de la presente situación. La molesta frase de ¨¡Entren dos personas! ¨ no la trajo el coronavirus.
En la capital se pudiera decir que es provocado por el cierre de algunas de las tiendas más grandes. No es de dudar que, al menos en las zonas cercanas a estas, su regreso al funcionamiento alivie la situación. Pero estas tiendas ¨grandes¨ funcionaban igualmente con departamentos pequeños.
Incluso una vez dentro de estas tiendas mayores, - algunas ahora cerradas, otras abiertas- las personas deben hacer varias colas más pequeñas para adquirir distintos tipos de productos, algo inconcebible en un mundo que hace décadas asumió la modernidad de los supermercados.
La reducción de horario es otro factor, pero precisamente refuerza la necesidad de aumentar la velocidad en la venta, pues muchas personas se quedan sin comprar no porque falten productos, sino porque llega la hora del cierre.
El desbalance ente la cantidad y la capacidad de las tiendas existentes entre distintas zonas de la ciudad, produce el desplazamiento de numerosas personas- incluso sin funcionar el transporte público- desde zonas geográficas de gran extensión y población, pero con muy poca infraestructura. ¿Por qué la distribución geográfica y demográfica de capacidades de esa red de tiendas - a la que asiste de alguna forma toda la población- ha tenido un diseño tan inequitativo, cuando el país acumula experiencia en distribuciones territoriales acertadas, como la de los niveles del servicio de salud y la red educativa, entre otros?
En estos meses de lucha contra el coronavirus hemos cosechado lo que se ha sembrado durante muchos años. El fruto de la inversión material y organizativa hecha en un sistema de salud, científico-educativo y de producción biofarmacéutica, -que se mantuvo aun en épocas muy difíciles- ha sido recibido ahora con creces por el pueblo. Pero al mismo tiempo se está padeciendo la alarmante vulnerabilidad a la que somete el país un sistema de empresas dedicadas al comercio minorista a las que no se ha exigido un diseño acorde al impacto social de su actividad.
Una vez que salgamos de la Covid 19, se necesitaría toda la voluntad política para transformar con una nueva visión esas cadenas de tiendas, que han demostrado ser socialmente disfuncionales. ¿O acaso vamos a tener eternamente uno o más policías en la puerta de cada tienda? ¿En movilización permanente a un numeroso personal que una vez que se retome la vida normal deberá regresar a sus funciones?
La noble labor de los agentes del orden y los ¨organizadores de cola¨ podrá desgastarse en vano eternamente si no cambian las condiciones que producen estas. Pues pareciera que lejos que verse transformaciones que le permitan a esas cadenas de tiendas prescindir de ese apoyo, lo han asimilado como parte sí mismas, o más bien como garante de que se mantengan diseñadas de la misma manera.
La permanencia del bloqueo, la situación financiera, el reinicio del turismo en medio una previsible crisis mundial, son condiciones generales con las que el país va a seguir lidiando. No contaremos por ahora, como hemos tenido antes, con una cierta abundancia que disimule la ineficiencia, la dispersión y el mal aprovechamiento de esa red comercial.
Lo que hace tiempo debió hacerse por simple consideración al cliente, o por la recepción de un llamado a la sensibilidad que tuvo escasa traducción, es ahora una urgencia para la estabilidad misma del país y la sociedad.
La apuesta es demasiado alta con un futuro en que el imperialismo seguirá presionando con más fuerza sobre Cuba y el socialismo será cada vez más cuestionado por los que insisten en proclamar su fracaso.
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