España: Entre la corrupta derecha y la pálida ¿izquierda?

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España: Entre la corrupta derecha y la pálida ¿izquierda?
Fecha de publicación: 
15 Marzo 2022
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Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, el pasado enero. Isabel Infantes / Europa Press

Los ataques provenientes de España contra el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, por quejarse de los malos manejos de los consorcios del país ibérico que explotan las riquezas mexicanas, son atisbos de la política oficial que ya no responde a intereses de su población y sí a las corrientes provenientes de Estados Unidos que hacen que Madrid se “preocupe” por la muerte de los periodistas del país de los aztecas, envíe tropas de refuerzos a las que tiene la agresiva OTAN para oponerse a Rusia y sobresalga en la condena a Moscú por la guerra que se vio obligada a emprender contra los nazis gobernantes en Ucrania.

Y ello ocurre cuando se pensaba que el socialdemócrata gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE) podría aprovechar la escisión del principal ente opositor, el Partido Popular (PP), pero no ha sido así, porque impopulares medidas han golpeado fuertemente a la población, que ve encarecerse aún más su nivel de vida, lo cual, lógicamente, desvía su atención a lo que ocurre entre los corruptos “populares”, embarrados en una lucha por el poder.

Quizás cuando usted lea estas líneas ya Pablo Casado no esté al frente del PP, presionado por los otros factores que ansían la jefatura de la derechista entidad.

Y es que desde mediados de febrero pasado existe una confrontación entre Casado y la presidenta económica de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, algo que le ha hecho exclamar al siempre deleznable expresidente José María Aznar que “la situación en Ucrania es mejor que la del PP”.

Una filtración a la prensa, al parecer del propio entorno de Ayuso, acusaba a la dirección nacional del PP de haberla espiado. Horas después, se denunciaba que Tomás Ayuso, el hermano de la presidenta madrileña, cobró 280 000 euros de una empresa de un amigo de la familia que fue contratada a dedo para que supliera de mascarillas a los servicios sanitarios de Madrid, en lo peor de la pandemia del COVID-19, a seis euros la pieza.

España se enteraba así no sólo de un potencial caso de corrupción que afectaba a la que hasta ahora era la líder territorial más exitosa de la derecha, sino de que su propio partido había intentado espiarla para obtener información sobre este contrato con el objeto de hundir su carrera.

Detrás de este conflicto no existen, sin embargo, diferencias ideológicas de fondo, sino una descarnada lucha por el poder: Ayuso aspiraba a dirigir al aparato del PP en su comunidad para luego optar al liderazgo nacional. Pablo Casado, un líder errático, conseguir resistir el embate y llegar vivo como candidato a las próximas elecciones generales. Esta tensión, presente desde que Ayuso tomó relevancia, con motivo de la pandemia, como líder reaccionaría contra el gobierno de una coalición que se dice progresista, se ha ido mostrando con altibajos, desmentidos y presuntas reconciliaciones.

Recuerda el escritor Daniel Bernabé que en noviembre pasado ya hubo un ostensible revuelo al preguntar una diputada socialista a Ayuso por los contratos en los que su hermano habría ejercido de “conseguidor”. ¿La razón que impulsó la pregunta? Algo que aún no se ha hecho público: el envío de correos anónimos a parlamentarios regionales del PSOE y de Más Madrid poniéndoles sobre aviso del posible caso de corrupción. “¿Quién fue la garganta profunda? Parece obvio”, acota el también periodista.

El Ayuntamiento de Madrid, gobernado también por el PP, sirvió de herramienta para intentar contratar al Grupo Mira, una empresa implicada en la llamada "gestapillo", un caso de espionaje entre líderes madrileños del PP la pasada década que, sin embargo, no llegó a alcanzar a la dirección nacional.

El suceso sintetiza la dinámica del Partido Popular en estas últimas décadas, su verdadero leív motiv: saqueo de lo público y guerras intestinas por el control de estas operaciones. No hay diferencias políticas entre los contendientes, sino ferocidad por controlar un sistema organizado de poder y expolio.

INEPTITUD

Quizás todo este embrollo pudiera servir para que el grupo progresista escalara bien en la mente ciudadana, pero no fue así, y la derecha sigue empoderada, controlando el centro de la nación y manteniendo vivas las reminiscencias del franquismo.

Tampoco el gobierno ha reaccionado ante las denuncias de las enormes sumas de dinero que devengan los jefes militares que se jubilan, quienes pasan a ser elementos de poder en empresas en las que su ignorancia los hace depender de otros.

Relata el investigador Luis González Segura que “el teniente general Miguel Alcañiz Comas, que en su expediente cuenta con un homenaje en Burgos a un combatiente de la División Azul en el 2013 –sí, esa que batalló junto a los nazis– soltó la bomba. Unas escasas palabras que detonaron sobre todos los presentes con una onda expansiva que todavía provoca temblores en la mente de más de uno: 'No sé muy bien cómo se denuncia una página web'. Todo un teniente general mostrando una severa incapacidad jurídico-tecnológica”.

Alcañiz Comas, jefe de la Unidad Militar de Emergencias (UME), fue incorporado como asesor de dirección en el consejo de administración de General Dynamics Santa Bárbara Sistems, la principal empresa adjudicataria del blindado 8×8 que supuso a los españoles más de 2 100 millones de euros en plena pandemia, de los 4 000 millones que cuesta el programa.  

Porque más allá de lo anecdótico, constituye un problema de grandes proporciones el interminable listado de altos mandos militares que, en su “desaforado amor a la patria”, se convierten en emprendedores dentro del mundo de la consultoría casi a los 60 años, muchos con poca formación. Recuerda González Segura al coronel Amable Sarto, quien en una conferencia en el 2018 confundió a los frikis con los hackers. Pues dentro de la cúpula militar se sitúa entre los jóvenes y preparados, pues trabajaba en Ciberdefensa.

Y ello ocurre cuando en España gobierna un ente que se dice progresista, pero que no ha podido impedir entuertos del renacido franquismo y dado alas a que medios de comunicación hagan todo un culto de la desinformación que convierte a nazis, neonazis y ultras en demócratas.

 

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