EE.UU. : Jugando con el Apocalipsis
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El establishment que controla totalmente a Estados Unidos dice sentirse amenazado porque no ha podido detener los planes de sus enemigos ruso y chino de colocar armas nucleares en el espacio exterior, y ahora lo utiliza como pretexto para facilitar más ganancias a la industria armamentística en ese sector.
Estados Unidos, la única nación que ha utilizado el arma atómica de la historia contra dos indefensas ciudades japonesas, se siente “amenazado”, cuando, realmente, es la única potencia que instala arsenal de esa índole en países europeos para cercar a Rusia y en enclaves asiáticos ubicados cerca de China, mientras boicotea los procesos de paz, incumple acuerdos y se burla del mundo, cuando todavía, a pesar de su desastre, sigue siendo la principal potencia -diría amenaza- de la vida humana.
En un cambio drástico con respecto a la administración anterior de Donald Trump, la actual de Joe Biden reveló que Estados Unidos tiene 3 750 ojivas nucleares en su arsenal, y 2 000 están a la espera de ser desmanteladas.
Pero lo que no dice el senil mandatario que esas armas serán reemplazadas por otras más modernas, aparentando una trasparencia que, de ser verdadera, es crucial para cumplir con el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Los críticos arremetieron contra el presidente por continuar todas las partes de los planes de gasto que dejó la administración de Trump, incluyendo “las polémicas adiciones hechas por el presidente Trump al programa de la era de Obama, como las capacidades nucleares de bajo rendimiento adicionales y más utilizables”, según la Asociación de Control de Armas.
A pesar de estos debates, la inversión en armas nucleares sigue siendo un tema relevante, y el incumplidor de Biden facilita que grandes recursos sean invertidos en ese sector.
NEGOCIANTES CON LA AMENAZA NUCLEAR
La producción y el mantenimiento de las armas nucleares son fuentes de siderales beneficios económicos para lo que es, en esencia, un cártel, con la ventaja de que no se enfrenta con competencia alguna de la industria de otros países, ya que el arsenal al respecto de Estados Unidos y los contratos ofrecidos por el gobierno están exentos de cualquier auditoría con la excusa de la seguridad nacional.
Más aún: el modelo de coste utilizado es el “coste más ganancia”, que significa que aunque el coste final exceda al precio original ofertado, el contratista tiene garantizado un porcentaje por encima de lo que ha gastado en la fabricación.
Es decir, los altos beneficios están garantizados y no importan la ineficiencia ni los márgenes por encima de lo presupuestado en que el proyecto pueda incurrir.
En otras palabras: no hay la menor posibilidad de que el contratista pierda dinero, con todo lo ineficiente que pueda ser, y esto es lo más lejano que pueda imaginarse del modelo de producción defendido por las corporaciones.
Esos beneficios tan bien protegidos y las empresas que se los embolsan se han convertido en el principal factor de la promoción del desarrollo del armamento nuclear, deteriorando así cualquier esfuerzo realizado en pro del desarme.
Ciertamente, parte de este proceso debería ser conocido, ya que es una fórmula del Pentágono de que la opinión pública estadounidense viva una intensa sensación de peligro e inseguridad.
Además, el público no tiene acceso al conocimiento de cuánto se benefician las empresas que cubren los programas de armas nucleares.
Si acaso, de soslayo, se manejan algunos nombres, pero no las cuantías de los contratos y mucho menos de las ganancias aseguradas, aunque exista alguna chapucería.
Así pudiéramos señalar algunos ejemplos de empresas que se han visto envueltas en la industria armamentística nuclear durante estos años, como en el sector de vectores -aviones bombarderos, misiles y submarinos- Boeing, Northrop, General Dynamics, Sencorp Aero jet, Huntington Ingalls y Lockheed Martin; y en el diseño y producción: Babcock &Wilcox, Beche, Honeywell International y URS Corporation.
Hay muchas más compañías implicadas y beneficiadas en este sector que está confiado principalmente, no al Pentágono, sino al Departamento de Energía, que gasta más en armas nucleares que en el desarrollo de fuentes renovables de energía.
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