China: fuera y dentro

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China: fuera y dentro
Fecha de publicación: 
6 Diciembre 2020
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La República Popular China terminará este año como la única potencia mundial en tener un crecimiento económico positivo, dejando atrás cualquier amenaza de contracción.

Muchos son los factores que ayudan a ello, como la siempre mencionada buena política acerca de la terrible pandemia del nuevo coronavirus, su importante participación en las entidades económicas regionales con sede en Shanghai y la que acaba de liderar con países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur y Japón, dejando fuera a Estados Unidos.

Todo ello sin mencionar la Ruta de Seda, un empeño chino para la libertad del comercio en el mundo, contra los intentos norteamericanos de apuntalar el proteccionismo, sin tener en cuenta los intereses ajenos, principalmente de las naciones con menos desarrollo, y desatando una guerra comercial contra China que no ayuda a nadie.

La buena política china hacia el tratamiento de la COVID-19, acerca de la cual ensaya seis vacunas, tiene amplio apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), castigada por EE.UU., porque elogia las recomendaciones de los científicos de Beijing.

“…!a contención fue efectiva y permitió que el resto del país pudiera contener el brote… El reducido número de casos registrado fuera de Hubei es una prueba del éxito y efectividad de las medidas”, afirmó la OMS.

Todo esto lo realiza China sin descuidar sus crecientes vínculos económicos con el resto de Asia, América Latina y el Caribe y África, continente al cual da un tratamiento especial muy distinto al que realiza el Imperio y las ex potencias coloniales.

Rusia es un acápite especial, porque conlleva una mutua solidaridad en la que sobresalen acciones para desarrollar tanto la economía como la preparación militar, esta última para disuadir a los imperialistas norteamericanos de emprender una agresión.

REPARACIÓN IMPRESCINDIBLE

Pero para que todo lo anterior funcionara, China tuvo que cambiar métodos de gobierno y promover una política interna a todos los niveles para combatir la corrupción imperante en los momentos en que el presidente Xi Jinping asumía en el 2012 la Presidencia de la nación más poblada del mundo.

De esta cuestión no se habla y escribe mucho, pero es necesario recordar que resultó trascendental la proposición del Partido Comunista de China de implantar en el país un sistema para hacer pública la información sobre benes de los funcionarios y controlar la objetividad de esos datos.

Aunque el 98,7% de la Asamblea del Pueblo de Toda China votó contra la propuesta, Xi no cejó en su empeño, porque la magnitud de la amenaza de que se extendiera la corruptela exigía una respuesta a gran escala.

Y aunque pareciera difícil de creer, la acción del principal gobernante chino no obedeció a componente político alguno, ni deseo de consolidar su posición, sino para librar al país de funcionarios corruptos, quienes, al satisfacer su codicia personal, impedían que China se convirtiera en una gran potencia.

El arresto por cargos de corrupción en el 2013 y la sentencia de cadena perpetua contra Bo Xilai, secretario del Partido en Chongqing, fue lo más preponderante en el inicio de esta necesaria limpieza, que alcanzó a Zhou Yong Kang, quien atendía a todos los organismos armados del país.

Esta lucha contra la corrupción, que ha demostrado ser efectiva, aún continúa y se sigue ampliando de manera gradual, abarcando las corporaciones del Estado, instituciones del gobierno y estructuras de la esfera ideológica, como el Ministerio de Cultura y la Televisión Central.

 

 

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