Biden dentro y fuera: Las dos caras de una moneda

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Biden dentro y fuera: Las dos caras de una moneda
Fecha de publicación: 
21 Julio 2021
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Aquí seguimos enfrentando una feroz política de bloqueo, agravada por medidas del anterior mandatario norteamericano y sustentadas por el actual, producto de inequidades, falsos conceptos de no beneficiar al gobierno de la Isla, sin importarle la situación de la población, y un rebrote de la pandema del nuevo coronavirus, para lo cual se lucha internamente, con el fin de evitar un genocidio.

Ello se agrava con la continuación de la estrategia estadounidense de provocar cismas dentro de la población, avivar la desinformación, comprar voluntades y entonar el cántico de una política humantaria, con ruido de sirenas y aviones atacando humanitariamente, tal como se hizo en Panamá y Yugoslavia.

Ahora dice Biden que estudia aumentar el personal de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, aunque indicando que en cualquier momento pueden surgir nuevas sanciones, lo cual afectaría aún más al pueblo cubano.

En lo interno, sin embargo, hay que reconocer que quien era vicepresidente de Barack Obama cuando éste decidió restablecer las relaciones con Cuba, emprende medidas que no pudieron concretarse en aquella época.

A pesar de los continuados bloqueos congresionales de la bancada republicana, el mandatario norteamericano estimula una política sanitaria que ha logrado dividendos en el combate a la pandemia –ahora con nuevos rebrotes-, intenta evitar que más familias sean echadas a las calles, libera fondos para, mediante bonos, mejorar la situación monetaria de los grupos vulnerables e intenta que los monopolios que controlan la nación ofrezcan algo de sus ganancias para estabilizar la situación de la población en general.

O sea, en el plano interno económico, trata de mejorar la situación de la mayoría de la población, algo que nunca sucedió durante la etapa trumpista. Asimismo, descuella su lucha contra la Asociación Nacional del Rifle y el intento de que se controle la venta de armas para disminuir los graves daños humanos que provoca.

Pero en política exterior, la cara mala de la moneda, además de la mencionada situación contra Cuba, sigue utilizando sanciones a diestra y siniestra contra Rusia, China e Irán, y envía armas a grupos al servicio de Estados Unidos en Siria, donde fortalece sus bases militares, al igual que en Iraq.

Independientemente de la retirada casi completa de Afganistán, donde tampoco pudo ganar una guerra de agresión iniciada hace 20 años, acaba de liberar a 19 presos confinados en la base ubicada en el ilegalmente ocupado territorio cubano de Guantánamo, algo que debía haber sucedido durante el anterior gobierno, pero Trump congeló tal situación durante su mandato.

EXAGERACIÓN

En cuanto a Rusia y China, el politólogo norteamericano Noam Chomsky dice que EE.UU. exagera las amenazas de ambas naciones, considerando que sigue siendo la principal potencia militar y económica. Cuando, como sucede ahora, los medios al servicio del Imperio publican destacadamente los avances de las armas rusas, todo tiene como fin allanar el camino para el incremento del presupuesto militar, la principal industria en Estados Unidos.

Pero esta política de hostilidad estadounidense ha hecho que Rusia y China se unan aún más.

“Lo que por lo general encontramos, dice Chomsky, es que Rusia y China impiden a veces acciones norteamericanas destinadas a aplicar su hegemonía global en regiones de su periferia (de Rusia y China) que son de particular preocupación para ellos. Podemos preguntarnos si tienen justificación en su intento de limitar de este modo el abrumador poder norteamericano, pero eso dista mucho de la forma en la que se entiende por lo común ese desafío: como esfuerzo por desplazar el papel global norteamericano en el sostenimiento de un orden internacional liberal, fundamentado en reglas, por nuevos centros de poder hegemónico”.

Si consideramos la sistematización de la política de sanciones que EE.UU. practica contra gobiernos que le son molestos, debemos tener claro que ello constituye para el establishment norteamericano un instrumento de poder mundial de primer orden. Son, por ende, sanciones de terceros. Si las desobedeces, se te acabó la suerte. Te pueden dejar fuera del sistema financiero mundial, o cosas peores. Si contemplamos la historia, encontramos los ecos habituales del consejo que en 1947 dio al presidente Truman el senador Arthur Vandenberg, que consistía en “meter el miedo en el cuerpo al pueblo norteamericano”, si quería suscitar en ellos un frenesí de temor por la inventada amenaza rusa de apoderarse del mundo.

China se enfrenta al poder norteamericano… en el mar del Sur de China, no en el Atlántico o en el Pacífico. Hay también un desafío económico. En ciertos campos, Beijing es líder mundial, sobre todo en energías renovables, donde va bastante por delante de otros países, tanto en volumen como en calidad. Es también la base mundial de la manufactura.

La influencia global de China se está extendiendo, a buen seguro, en la inversión, el comercio, la adquisición de instalaciones, con el suministro gratuito de vacunas o a precio de coste, comparado con el acaparamiento de vacunas por Occidente y su intento de impedir la distribución de una “vacuna popular”, con el fin de proteger las patentes y beneficios de las grandes empresas.

China está progresando también de modo substancial en alta tecnología, para gran consternación de EE.UU., que trata de impedir su desarrollo.

TAN EXTRAÑO

Resulta bastante extraño considerar todo esto como un desafío a la hegemonía norteamericana.

De hecho, es lo que sucedió con Trump, y en estos primeros tiempos de Biden, aunque este sí respondió en el último minuto al llamamiento de Rusia de renovar el Nuevo Tratado START de limitación de armas nucleares, poniendo a salvo el único elemento de envergadura del régimen de control de armas que había escapado a la labor de demolición del anterior mandatario.

Está claro que lo que hace falta son negociaciones y diplomacia sobre cuestiones disputadas, y cooperación de veras en cuestiones tan cruciales como las del calentamiento global, el control de armamento y las futuras pandemias, crisis todas muy graves que no conocen fronteras. Que el equipo de halcones de la política exterior de Biden vaya a tener la sensatez de moverse en esa dirección es algo de momento poco claro, en el mejor de los casos, y aterrador, en el peor. A falta de presiones populares significativas, no pintan bien las perspectivas.

Otra cuestión que exige atención popular y activismo es la política de proteger la hegemonía buscando dañar a potenciales rivales, muy públicamente en el caso de China, pero también en otros lugares, a veces con formas que resultan difíciles de creer.

Un ejemplo notable se encuentra sepultado en el Informe Anual para 2020 del Departamento de Salud y Servicios Humanos, que se honra en presentar su secretario, Alex Azar. En el subapartado, “Combatir influencias malignas en las Américas”, el informe discute los esfuerzos de la Oficina de Asuntos Globales (OGA) del Departamento por mitigar los esfuerzos de aquellos estados, entre los que se cuentan Cuba, Venezuela y Rusia.

La OGA se coordinó con otras agencias del gobierno norteamericano para fortalecer lazos diplomáticos y ofrecer ayuda técnica y humanitaria a fin de disuadir a los países de la región de que acepten ayuda de estos “estados malintencionados”. Entre los ejemplos se cuenta el utilizar la oficina del Agregado Sanitario de la OGA para “persuadir a Brasil de que rechace la vacuna rusa de la COVID-19 y ofrecer asistencia técnica de la CDC (Centro de Control de Enfermedades), en lugar de que Panamá acepte una oferta de médicos cubanos”

Más claro ni el agua

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