ARCHIVOS PARLANCHINES: Armando Calderón y «La Comedia Silente»
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El domingo siempre ha sido el día de la semana más excitante para los menores, porque en esa jornada ninguno de ellos se acuerda de los estrictos maestros, las tareas enredadas y las antipáticas rutinas familiares. Al revés: durante esas 24 horas triunfan los robots en miniatura, los paseos en zancos, los patines y la pelota entre los varones, mientras que las dulzuras del hogar la emprenden con sus muñecas y con los juegos de «la suiza» y de «las casitas» que las van entrenando en las necesarias labores domésticas, las cuales, a la larga, odiarán.
Sin embargo, los domingos de los niños y adolescentes cubanos de los años 70 y 80 no están completos si estos no se sientan a las diez de la mañana delante de la Televisión para reírse un poco con «La Comedia Silente», de Armando Calderón, un programa de 30 minutos, atípico y tumultuario, en el que se proyectan fragmentos de las películas del cine silente de principios del siglo XX, acompañadas por los simpáticos comentarios de su conductor.
El espacio del actual canal Cubavisión siempre empieza igual: «Muy buenos días, queridos amiguitos, papaítos y abuelitos”, y aunque las imágenes son en blanco y negro, el narrador se las arregla para darles colorido con personajes de carcajada, situaciones inverosímiles y rocambolescas, expresiones tontas, absurdas caídas y golpetazos que son descritos con un lenguaje lleno de comicidad y el apoyo de un grupo de efectos sonoros que amarran a los muchachitos a sus asientos.
Armando Calderón, conocido como «El hombre de las mil voces», utiliza en su narración elementos propios de la literatura costumbrista y con un bien ejecutado desgano reinventa las historias más burlescas —adaptadas ahora a la cultura popular de nuestro país—, a la vez que recrea diálogos imaginarios repletos de cubanismos, los cuales, por supuesto, no tienen un vínculo directo con el argumento original o la época en que se desarrolla en un principio la cinta.
Salvo el caso del tímido y enamoradizo Charles (Chaplin), solucionador de todos los entuertos, a quien se le respeta su nombre original, todos los personajes que aparecen en los diversos filmes son nombrados de la misma manera: Lulú, la doncella de mil caras; Matasiete, villano grandote; Cara de Globo; Soplete; Cara de Papa; Barrilito, Barrilete y Barrilote y Mermelada, tipos duros que conquistan a los chiquillos y al familión antes de emigrar en forma de nombretes a la vida real de la cuadra o la comunidad.
A golpe de pura inteligencia, Armando Calderón se las arregla asimismo para reproducir pisadas, griticos femeninos pidiendo socorro, persecuciones y trifulcas, disparos, puñetazos, cocotazos, sartenazos y empujones que, de rato en rato, le ceden el paso al ruido de la sirena de un fotinguito, a la música de un cafetín, al galopar de los caballos o al alarido de cualquier animal. En su afán por lograr buenas sonoridades, lo mismo usa su voz que una campana o unas escandalosas gangarrias.
Aunque cambien los escenarios y los protagonistas de estos relatos de héroes y malhechores, a todas las lavanderías se les llama La Bola de Churre y a todos los restaurantes, El Vaso de Agua, lugares donde se viven miles de sucesos juguetones y burlescos que acentúan el carácter atemporal de los hechos.
«El hombre de las mil voces» en plena acción.
El tono y la entonación son también importantes por este improvisador fascinante: cuando habla de bandidos, grandulones y rufianes con sus bigotes temibles y sus barbas muy largas, el artista emplea un aire grave y rasgado que les pone los pelos de punta a los fiñes, y casi igual sucede cuando vuelan las tartas hacia las caras de la gente o dos tipos se caen a bastonazos en plena vía pública. Los acentos gallegos los reserva para los dueños de comercios y restaurantes, y las voces más afrancesadas se las endilga a peluqueros, manejadores de bailes y músicos de pacotilla. ¡Su arsenal es inagotable!
«La Comedia Silente», ejemplo memorable de complementación entre cine y televisión, ideal para chuparse los dedos con el tardío desayuno dominguero de mamá, le muestra a varias generaciones de cubanos los mejores valores de un cine principalmente estadounidense al que nunca le han faltado los valores más universales.
Es bueno apuntar que, además de los clásicos de Chaplin, desfilan por el espacio obras de Buster Keaton, actor, guionista y director, apodado Cara de Piedra, porque mantiene su rostro inexpresivo en todo momento; Harold Lloyd, uno de los más grandes y populares actores cómicos de la historia, famoso por sus secuencias de persecución y la trepadera de altos edificios, y el simpático Fatty Arbuckle, un intérprete audaz que termina pronto su carrera al ser acusado de violación durante un juicio que daña su reputación.
Fatty Arbuckle aparece con frecuencia en «La Comedia Silente».
En su artículo «De Matasiete y otras maravillas», publicado en Juventud Rebelde el 20 de febrero de 2015, Alina Perera indica:
«Eran tremendas las imágenes norteamericanas “traducidas” por las ocurrencias de Calderón al ambiente y los códigos de nuestra Isla. Todavía me río sola si recuerdo a Luz Brillante dejando que el Gordo y el Flaco le cortaran su traje por detrás, de arriba abajo, para buscar comodidad. ¡Qué prodigio sería rescatar esos programas para compartirlos con nuestros niños de ahora…!».
Armando Calderón, un hombre tímido, silencioso y pacífico, posee una vasta cultura y mejor educación, a pesar de su falta de estudios académicos. Su programa lo hace en vivo (no existía aún el video grabado), en una solitaria cabina. Pero este quehacer casi artesanal, sin competidores por su agudeza y genial talante, se viene abajo cuando, según algunos, se le escapa una palabrota en medio de la improvisación y el proyecto es retirado durante cierto tiempo de la cartelera televisiva para tristeza de sus muchos seguidores.
Por esos días, algunos cubanos se enteran sorprendidos de que este excelente locutor de la radio y la televisión trabaja igualmente como operador de montacargas en una fábrica de jabones y perfumería (antigua Sabatés), donde tiene uno de esos llamados «salarios históricos».
En YouTube pueden encontrarse algunos fragmentos milagrosamente bien conservados del trabajo de Armando Calderón. Ojalá sea este el primer paso de una ambiciosa labor de rescate y preservación de una obra repleta de hojarascas nostálgicas y expresiones trepidantes. Creo que valdría la pena. No por gusto en muchos hogares se hace común decirles a los niños: «Si no te portas bien, no te dejo ver “La Comedia Silente”».
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