ZAPPING: Las efervescentes futilidades de Dulce ambición
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Dulce ambición, la telenovela brasileña que transmite Cubavisión, ha entrado en su recta final y el espectador debe esperar (con toda certeza no saldrá decepcionado) todavía algunas sorpresas en la trama. Aburridos no serán estos capítulos finales porque si algo sabe hacer Walcyr Carrasco, el escritor, es mover una trama, sacarle provecho a personajes y situaciones... aunque ponga en crisis las lógicas de la verosimilitud. En una telenovela de Carrasco puede pasar cualquier cosa, respetando, en última instancia, el abecé más elemental del folletín de toda la vida. Los buenos van a triunfar, los malos van a tratar de impedirlo hasta el último capítulo, y esa lidia entre el bien y el mal, héroes ante villanos, es el pollo del arroz con pollo. La cosa está en los ingredientes y la manera en que se combinan.
A algunos les ha molestado el énfasis marcado en el arquetipo: frente a la candidez de María de la Paz (y el propio nombre del personaje es una declaración de principios), la decidida sordidez de Josiane, su hija psicópata. La buena y la mala en una misma familia. Se ha visto mucho. Aunque el sistema de valores es un tanto flexible en esta telenovela, porque algunos de los «buenos» de la historia (empezando por la venerable abuela que le enseñó a la protagonista a hacer sus pasteles) han sido delincuentes tan letales como la propia Josiane.
Aquí lo que salva y triunfa es el amor. Ese es el planteamiento. Pero para que la ecuación sea funcional, teniendo en cuenta las efectistas volteretas del argumento, hace falta personajes epidérmicos. Porque más que coherencia y densidad en la progresión dramática, lo que se busca es asombrar al televidente con puntos de giro pirotécnicos... aunque, en definitiva, suelan ser bastante superficiales.
Una vez más: mucho ruido y pocas nueces.
Los personajes están en función (primero que todo) de las ocurrencias y las veleidades del autor; habrá que perdonar entonces incoherencias e insólitos posicionamientos. Claro, el formato, en alguna medida, admite ciertas suspensiones de la credibilidad... aunque se pudiera esperar un poco más de sentido común para no llegar al abuso.
La «ceguera» exasperante de Teo ante las villanías de Joss es un ejemplo. Todo para llegar a la escena cumbre del apuñalamiento (muy bien escenificada, por cierto) y para retrasar el momento del ajuste de cuenta con la villana. No está mal ese «desmelenamiento» folletinesco. Es el espíritu de la telenovela de toda la vida, que no es ámbito de contenciones. Pero habría que haber trabajado más en la sucesión de hechos y en la manera en que los personajes los asumen.
Aquí el autor juega a ser un dios voluntarioso: cuadrar la caja sin necesidad de molestarse con arduas cuentas. Parece fácil forzar situaciones sin necesidad de apuntalarlas con antecedentes, lógica, asideros...
Esta vocación maquiavélica de que el fin (el gran espectáculo) justifica los medios (por muy endebles o ilegítimos que resulten) lo contamina todo. O sea, aquí no hay un decidido compromiso social (por más que se coquetee con ciertos temas de la agenda pública) más allá de lo políticamente correcto y asimilable. Y se llega incluso a bordear una noción de clase un tanto reaccionaria: la simpatía del autor por su heroína no le impide hacerla víctima de burlas por sus gustos y condición social. En apariencia son las agresiones de sus antagonistas... pero el nivel de elaboración y la asiduidad apuntan a un regodeo complaciente del escritor.
En definitiva, todos son como personajes de un cómic (María de la Paz, particularmente). La puesta en escena, de hecho, parece recrear el espíritu de una historieta gráfica.
En este pastel, más que la masa, importa el merengue. Y mientras más rocambolesco y colorido resulte, mejor. Es el pacto que se le ofrece al espectador. Son tiempos de fútiles efervescencias (vale más quien más seguidores en las redes sociales tenga: es el credo de Josiane) y Dulce ambición no se plantea ir contra esa corriente. Seducir es lo que importa. Después ya se verá...
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Tony
DANIEL FASSBINDER
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