Violencia en el noviazgo: lloviznas que traen aguaceros
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Foto: Alex Green
Marlenys, estudiante de segundo año de Medicina, anda por estos días con mala cara porque las cosas no van bien con su novio.
El último viernes le dijo, a grito pela’o, que si no se cambiaba el vestido, no habría salida. Y no la hubo. Ella no accedió al cambio de ropa «porque no tenía nada del otro mundo». Así que ahora está entre disgustada por la exigencia del novio y, a la vez, temerosa de que la relación acabe definitivamente.
Podría parecer algo totalmente intrascendente, solo una peleíta entre novios. Pero una reciente indagación ha constatado que tales «peleítas» —que no son más que manifestaciones de violencia— abundan más de lo supuesto. Y esas lloviznas traerán futuros diluvios, al seguro.
Por eso, ahora que el nuevo Código de las Familias ya ha pasado por un amplio proceso de consulta popular y se alista para someterse a referéndum, bien vale la pena aproximarse al tema de la violencia desde el ángulo de las parejas de novios, un fragmento de la realidad no muy divulgado en Cuba y que anda hablando a las claras de motivos, condicionantes, causas y otras entretelas, que no desaparecerán mágicamente una vez aprobado el nuevo Código.
Porque, como comentaba la doctora Patricia Arés Muzio, no porque tengas un piano, te vuelves pianista. Es decir, la armonía, el amor y el respeto al otro, a su dignidad e integridad, no se conseguirán únicamente y de pronto con ese importante documento normativo.
Habrá que continuar educando, persuadiendo… y todo ello desde el conocimiento de las realidades en que se relacionan familias y parejas.
El que no sabe es como el que no ve
Por eso, para conocer cuántas Marlenys y hasta dónde y cómo son víctimas de violencia, las investigadoras y profesoras de Psicología Yamila Ramos Rangel, Laura López Angulo y Daniela García, de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, junto a su colega María Suz Pompa, de la Universidad Central Martha Abreu, de Las Villas, decidieron indagar sobre cómo se comportaba la violencia durante el noviazgo en un grupo de parejas cubanas.
Se trata, aseguran, de «un tipo de violencia particular, que en los últimos años se ha convertido en un problema social y de salud de primer orden».
Foto: OEM
Se concentraron en 240 estudiantes, entre 19 y 21 años, de segundo año de Medicina de la Universidad Médica de Cienfuegos, y su estudio reveló que el 85,8% había percibido diversas manifestaciones de violencia, y más de la mitad de los estudiantes de ambos sexos percibieron bidireccionalidad o violencia cruzada en las relaciones (se comete y se sufre por parte de ambos), primando la violencia de tipo psicológica.
Si lo descrito no es para batir palmas, tampoco lo es el desconocimiento entre los muchachos con respecto a la violencia detectado por las investigadoras. A tal punto constataron esa falta de información, que un 22% de los encuestados aseguró que la violencia entre novios en la adolescencia o juventud no tenía consecuencias negativas, o no sabían sobre el tema.
«El bajo conocimiento en los jóvenes sobre la violencia en el noviazgo imposibilita que estos puedan identificarla de manera temprana y oportuna, haciéndolos más vulnerables a la exposición, perpetración y mantenimiento de este fenómeno. La ignorancia en el tema se convierte en un facilitador para su aumento y propagación», asegura la investigación.
Considerando tal desconocimiento, pudiera estar ocurriendo que sí existan manifestaciones violentas entre la pareja, pero, al no saber identificarlas, no solo las invisibilizan, sino también las naturalizan, confundiéndolas con formas de demostrar el amor.
Este podría ser el caso de aquellos o aquellas que exigen o prohíben —ya sea movidos por celos, por conductas posesivas o por machismo—, y la persona exigida considera que así sucede «porque me quiere mucho».
Indagaciones sobre la violencia en el noviazgo realizadas en otras naciones igual evidencian la presencia de este fenómeno, sobre el cual llamó la atención la OMS, cuando reveló que tres de cada diez adolescentes en el mundo sufren violencia de género durante esas relaciones amorosas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como formas de violencia en la pareja, ya sea durante el noviazgo, matrimonio u otro tipo de vínculo:
Aun cuando el estudio que sirve de fuente a estas líneas determinó que existían conductas violentas bidireccionales en los noviazgos (de él hacia ella y viceversa, en el caso de las uniones heterosexuales), lo más común, de acuerdo con la OMS, es que la violencia —que puede tener lugar en todo tipo de entorno, con independencia de condiciones socioeconómicas, educacionales y religiosas— sea infligida contra la mujer.
Estas últimas conductas incluyen maltrato físico, sexual o emocional, y comportamientos controladores por su compañero íntimo.
Violencia de género y juventudes en Cuba
La Doctora en Ciencias Sociológicas María Isabel Domínguez, en su artículo «Desigualdades de género en imaginarios juveniles acerca de la violencia contra las mujeres en Cuba», publicado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), y basado en una amplia investigación sobre el tema en la que igual tomara parte junto a un colectivo de autores, asegura que la recarga de las cubanas en la vida doméstica y la prevalencia de estereotipos y prejuicios en cuanto a los roles de género reproducen en las juventudes relaciones patriarcales de poder e invisibilizan formas de violencia aún existentes.
Foto: liderweb.com
Ello, aun cuando se hayan alcanzado altos niveles de inclusión femenina en la vida social, en la educación, el empleo, la participación social, el disfrute de la recreación y la cultura.
Sucede que esos imaginarios, prejuicios y estereotipos no solo están muy arraigados, sino se consolidan con la cotidianidad familiar y social.
Al referirse a resultados de estudios sobre esta problemática, la doctora Domínguez recuerda cómo en las mujeres también permanecen anclados imaginarios asociados a la hegemonía patriarcal.
Foto: Kaloian Santos Cabrera
Ejemplifica con una alta proporción entre las mujeres estudiadas que consideran que vestirse provocativamente o andar solas puede incitar a la violación o causarles daño, también con las que aceptan la infidelidad masculina, a la vez que rechazan la femenina, y también con que la mitad de las entrevistadas considere que la negativa de las muchachas a tener relaciones sexuales no siempre es reflejo de sus deseos reales, sino «una forma de cumplir un convencionalismo social».
La reproducción de estas expresiones de violencia contra las mujeres no solo tiene lugar en los imaginarios; también en hechos y conductas por parte de jóvenes.
Así lo constató esta estudiosa, también la investigación que sirvió de punto de partida a este texto, y muchas veces lo ha podido comprobar en su día a día también Marlenys, la estudiante de segundo año de Medicina que anda por estos días con mala cara porque con su pareja las cosas no van bien y, a ciencia cierta, no logra identificar que está siendo víctima de violencia en su noviazgo.
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