Perucho Figueredo, al servicio de la Patria
especiales
Esta fue, también, una Revolución de poetas, de hombres cultos que amaban la belleza y que asumieron que sin libertad no podía haber decoro, de patricios que renunciaron a sus riquezas y privilegios para encabezar ejércitos de hombres libres. Pedro Felipe Figueredo y Cisneros, Perucho (1818-1870), fue abogado, formado en los mejores colegios y universidades de su tiempo; fue músico y poeta; fue mambí.
El torbellino de la Revolución no lo arrastró: él era parte de ese torbellino. Y desde mucho antes del levantamiento del 10 de octubre de 1868 ya era un patriota reconocido y vigilado por las autoridades españolas.
Participó activamente en conspiraciones previas, fue parte de las labores de preparación de la guerra, estuvo en reuniones claves, escuchó y opinó sobre procedimientos y plazos. En años de singular efervescencia, sus servicios a la gesta fueron muchos, pero la historia resalta una contribución esencial: él dotó a los cubanos de su marcha de combate, nuestra Bayamesa, que devino Himno de la Patria.
Uno de los momentos cumbres del inmenso relato de la nación es la imagen, (quizás idealizada pero poderosa) de Perucho sobre su caballo, en la Plaza de Bayamo, dándoles a conocer a sus compatriotas la letra de la marcha que ya era conocida y tarareada, pero que en ese momento completó su sentido: ¡Al combate corred, bayameses!
El 17 de agosto de 1870, menos de dos años después, prisionero de los españoles, moría fusilado Perucho Figueredo, mayor general del Ejército Libertador. Cuentan que sus últimas palabras fueron las de su verso inmortal: ¡Morir por la Patria es vivir!
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