Ojeras
especiales
En el mundo de la belleza son todo un dolor de cabeza, pero no voy a hablar aquí de ningún concurso de Misses.
Quiero hablar de las otras ojeras, esas que, como veía con mi madre cuando uno de sus hijos tenía algún problema serio, salen cuando aquellos que nos importan sufren.
No le deseo mal a nadie, pero no puedo ocultar que me encanta ver los efectos de la preocupación en el rostro de mi Presidente.
En definitiva, eso es apenas un percance estético temporal; cuando pueda dormir lo suficiente, y bien, volverá todo a la normalidad.
Lo que sí es permanente es el efecto en la mente de todos aquellos que lo vemos metido hasta los codos en la delicada situación epidemiológica en que nos encontramos.
Es evidente que las reuniones del Consejo de Ministros, cuyos resúmenes vemos por la televisión, son apenas una pequeña parte de la rutina diaria de nuestro jefe de Estado.
Algo de responsabilidad en eso tienen muchos ciudadanos que, a pesar de todos los llamados a mantener el aislamiento social, hacen caso omiso y pretenden seguir sus vidas como si nada pasara; otros que propagan la epidemia sin importarles el costo que tenga ni en su propia familia, y otros que se aprovechan de la situación para lucrar.
A esta altura, deberíamos estar conscientes de que nos enfrentamos a un enemigo muy peligroso y traicionero, que nos puede atacar cuando menos lo esperamos y en el cuerpo incluso de nuestros seres queridos, por eso es poco cualquier desvelo, tanto de nuestros dirigentes como de todo el personal de la salud involucrado en esta batalla por la vida.
Es evidente también el contraste con otro presidente cuyo país sufre seriamente las consecuencias de su ineficacia y falta de prevención, que no tiene ojeras ni parece que las tendrá.
No creo que sea porque sus millones le permiten acceder a los mejores cosméticos y demás productos de maquillaje.
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