«Oficializa sede en Miami primera gran Trasnacional del Odio vs. Cuba»
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El «famoso» dúo español, Andy y Lucas, en una imagen del periódico Granma durante su viaje a La Habana en abril de 2019. Por lo visto, no fueron «informados» entonces, por la presión y el chantaje mediático de la gusanera de Miami, de que Cuba era una «dictadura».
Por supuesto que el titular es fake, pero no sería mala idea. A ver, ya que van a invertir tanto en la empresa del odio contra Cuba, que la inscriban y paguen impuestos, mal no le vendrían a este mundo en crisis.
En realidad, no se trata de un nuevo emprendimiento. Un artículo publicado en el blog - bar Mojito News aporta algunos ejemplos que lo demuestran, comenzando por el «señor Oscar D’León», quien viajó a Cuba en 1983 «para encontrarse con lo que consideraba su raíz musical y provocó un terremoto de afectos en la isla. En Miami, del otro lado del Estrecho de la Florida, no gustó tanta empatía y amor a primera vista. La comunidad anticastrista se volcó contra las disqueras y los medios de comunicación. La carrera de Oscar D’León estuvo a punto de hundirse. Lo obligaron a retractarse de su viaje a Cuba, pero aun así, no fue perdonado». Así lo cuenta el texto del periodista cubano Félix López, y agrega que «tres lustros después, Oscar confesó en una entrevista a Notimex: «Aunque quiero, no tengo planes de volver a Cuba. Uno siempre termina como un chivo expiatorio de la gente de Miami”».
El colombiano Juanes, Pablo Milanés, los Van Van y el rapero de origen cubano Pitbull están en la variopinta lista de quienes sufrieron, «en la vida real», los actos de repudio miamenses (con espectáculos públicos de destrucción de discos incluidos). ¿Por qué? Se podrá decir mejor, pero no más claro que en estas palabras de Mojito News: «cometieron la herejía de cantar para los cubanos».
Sin embargo, Internet y las redes sociales se han convertido en una poderosa herramienta para esa industria que comenzó financiando el odio interno y las relaciones bilaterales entre cubanos a una y otra orilla del Estrecho de la Florida.
Pero nunca les ha parecido suficiente vilipendiar, difamar y presionar a los artistas, deportistas y otras figuras públicas de la isla hasta quebrarlos y hacerlos repetir un discurso sobre Cuba en el que no pueden faltar algunas palabras clave: dictadura, violación de los derechos humanos, presos políticos... Como en el bloqueo económico, comercial y financiero, en la sociedad y la cultura tampoco han dudado en aplicar la extraterritorialidad del odio y atacar a personas, personajes y personalidades del mundo que cometan o proyecten cometer el «pecado original».
Algunas veces han tenido éxito, pero otras muchas no han conseguido aguarnos la fiesta. Si bien unos se ablandaron fácil, a la primera oferta, otros los obligaron a subir las apuestas antes de caer (no podemos dejar de reconocer que resistieron), y con muchos, más de los que tenían previstos, no hubo lo que en el país de la siguaraya le decimos «flojera» o «pata partía».
No nos han faltado huéspedes ilustres, a pesar de todo, ni cubanos y cubanas tan fieles como talentosos y valientes que hayan escogido seguir aquí repartiendo alegría y dando la pelea durísima que vivimos contra vientos y mareas de toda clase, pero siempre a favor de la vida y la esperanza.
Vergüenza contra dinero
A los enemigos del pueblo cubano les parece poca guerra la que nos han estado haciendo por 60 años, incluso la versión trumpista recrudecida que, al parecer, no se fue con él de la Casa Blanca, y han decidido extender la guerra mediática, las campañas y el «complot» (palabra tomada de sus propios posts en redes sociales), para sumar al cerco económico y financiero un pretendido cerco cultural que no es otra cosa, sino más de lo mismo.
Más de la frustración enorme que no les permite transitar los puentes de amor, más del odio y el irrespeto al derecho de una nación que ha escogido soberanamente sus destinos. Un odio que duele hondísimo cuando viene de gente con tu misma sangre, de gente que jugó contigo en el barrio y que, aun sin saber quién es Andy y quién es Lucas, tarareó contigo alguna que otra de sus canciones en las fiestas de la secundaria.
Esto no va de si son buenos o malos artistas (aunque tampoco habría que olvidar que con los Rolling Stones no pudieron). Pero, en esencia, no va de arte. De cultura, sí. Esto es una guerra cultural, ideológica; una guerra de desgaste no convencional y cruel como la que más. Una guerra en la que no ha habido tregua en medio de una pandemia, de la muerte, de la pérdida; al contrario, las han aprovechado sin ápice de humanidad o ética.
No mientan más, no es un combate contra «la dictadura» ni contra «el comunismo»: es una pelea contra el pueblo de Cuba; una constante y perversa zancadilla a nuestras oportunidades de crecimiento, de prosperidad, a nuestras alegrías y a nuestras esperanzas. No defienden ningún ideal, no tienen convicción alguna. Es otro round de una vieja pelea: vergüenza contra dinero.
En exclusiva para Cubainformación, la Fundación de Raperos Atípicos de Cádiz responden a la espantada de sus coterráneos Andy y Lucas
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— Cubainformación.tv (@cubainformacion) February 6, 2022
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