Martin Scorsese mantiene su curiosidad y el asombro ante el cine
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En esta imagen proporcionada por Apple TV+, Lily Gladstone, izquierda, y el director Martin Scorsese en el set de “Killers of the Flower Moon”. (Melinda Sue Gordon/ vía AP)
Un momento de hace años quedó grabado en la mente de Martin Scorsese.
Cuando Akira Kurosawa recibió un Premio de la Academia honorífico en 1990, el cineasta japonés de entonces 80 años de “Los siete samuráis” e “Ikiru”, en su breve y humilde discurso, dijo que aún no había captado toda la esencia del cine.
A Scorsese, quien estaba en la posproducción de “Goodfellas” (“Buenos muchachos”), le pareció algo curioso que lo dijera un cineasta tan magistral. No fue hasta que Scorsese también cumplió 80 años que comenzó a comprender las palabras de Kurosawa. Incluso ahora, Scorsese dice que apenas se está dando cuenta de las posibilidades del cine.
“He vivido lo suficiente para tener su edad y creo que ahora lo entiendo”, dijo Scorsese en una entrevista reciente. “Porque no hay límite. El límite está en ti mismo. Estas son sólo herramientas, las luces, la cámara y esas cosas. ¿Cuánto más puedes explorar quién eres?
La exploración de toda la vida de Scorsese aparentemente sólo se ha vuelto más profunda y reflexiva con el tiempo. En los últimos años, sus películas han aumentado en escala y ambición a medida que indaga en la naturaleza de la fe, como en “Silence (“Silencio”) o la pérdida, como en “The Irishman” (“El irlandés”).
Su más reciente trabajo, “Killers of the Flower Moon” (“Los asesinos de la luna”), sobre el asesinato sistemático de miembros de la etnia indígena osage por sus tierras ricas en petróleo en la década de 1920, está en muchos sentidos muy alejada de la propia experiencia de Scorsese. Pero como una historia sobre confianza y traición, la película se centra en la relación amorosa pero traicionera entre Mollie Brown (Lily Gladstone), miembro de una familia osage, y Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), un veterano de la Primera Guerra Mundial que llega a trabajar para su tío corrupto (Robert De Niro), es una película profundamente personal que traslada algunos de los temas de las películas de gánsteres de Scorsese a la historia estadounidense en general.
Más que los tratos truculentos de “Casino”, los sangrientos alborotos de “Gangs of New York” (“Pandillas de Nueva York”) o las estafas financieras de “The Wolf of Wall Street” (“El lobo de Wall Street”), “Killers of the Flower Moon” es la historia de una ola de crímenes. Es inquietantemente insidiosa, donde la codicia y la violencia se infiltran en las relaciones más íntimas: un genocidio en el hogar. Todo lo cual, para Scorsese, se remonta a los tipos duros y sus cómplices de voluntad débil que conoció en su infancia en Elizabeth Street en Nueva York.
“Así ha sido toda mi vida, lidiar con quiénes somos”, dice Scorsese. “Descubrí que esta historia se prestaba para una mayor exploración”.
“Killers of the Flower Moon”, una epopeya de 200 millones de dólares y 206 minutos producida por Apple que se estrena el viernes, es un gran y audaz movimiento de Scorsese para continuar con su tipo de cine ambicioso y personal a gran escala en un momento en que tales declaraciones grandilocuentes en el cine son una rareza.
Scorsese considera “Killers of the Flower Moon” como “un espectáculo interno”. La película ambientada en Oklahoma, adaptada de la popular novela homónima de David Grann de 2017, podría considerarse su primer western. Pero al desarrollar el libro de Grann, que narra los asesinatos de los osage y el nacimiento del FBI, Scorsese se dio cuenta de que centrar la película en el investigador federal Tom White era una especie de western familiar.
“Pensé: ‘No haces eso. Tus westerns son los que viste a finales de los 40 y principios de los 50, eso es todo. Peckinpah terminó eso. ‘Wild Bunch’ es el final. Ahora son diferentes”, dice. “Representó un cierto momento en el que éramos como nación y un cierto momento en el mundo, y el fin de la filmación en estudios. Era un género. Ese folklore se ha ido”.
Después de conversaciones con Leonardo DiCaprio, Scorsese pasó a la historia de Ernest y Mollie y a una perspectiva más cercana a la etnia osage. Las consultas con los indígenas continuaron y se ampliaron para incluir su idioma, vestimenta y tradiciones con precisión.
“Es histórico que los pueblos indígenas puedan contar su historia a este nivel. Hasta donde yo sé, eso nunca había sucedido antes”, dice Geoffrey Standing Bear, jefe principal de los osage. “Se necesitaba alguien que pudiera saber que hemos sido traicionados durante cientos de años. Escribió una historia sobre la traición a la confianza”.
“Killers of the Flower Moon” para Scorsese surgió de un período de reflexión y reevaluación durante la pandemia. El COVID-19, dice, fue “un punto de inflexión”. Para un cineasta cuyo tiempo está tan intensamente programado, la pausa fue en cierto modo un alivio y le permitió reconsiderar a qué quiere dedicarse. Para él, preparar una película es un proceso meditativo.
“No uso computadora porque lo intenté un par de veces y me distraje mucho. Ya me distraigo”, dice Scorsese. “Tengo películas, tengo libros, tengo gente. Recién comencé este año a leer correos electrónicos. Los correos electrónicos me dan miedo. Dice ‘CC’ y hay mil nombres. ¿Quiénes son esas personas?”
Scorsese se ríe cuando dice esto, seguramente consciente de que está exagerando su imagen de miembro de la vieja guardia. (Un momento después, agrega que los mensajes de voz “a veces son interesantes”). Sin embargo, también está lo suficientemente interesado en la tecnología como para envejecer digitalmente a De Niro y hacer cameos en los videos de TikTok de su hija Francesca.
Scorsese ha sido durante años la conciencia preeminente del cine, defendiendo apasionadamente su importancia en una era en la que las películas pueden devaluarse como “contenido”, las pantallas están monopolizadas por Marvel y la visión de los cineastas para un gran formato puede reducirse a las plataformas de streaming.
“Estoy tratando de mantener viva la sensación de que el cine es una forma de arte”, dice Scorsese. “Es posible que la próxima generación no lo vea de esa manera porque, como niños y jóvenes, están expuestos a películas que son un entretenimiento maravilloso, bellamente hechas, pero que son puramente divertidas. Creo que el cine puede enriquecer tu vida”.
“Ya que me estoy yendo, intento decir: Recuerda, esto realmente puede ser algo hermoso en tu vida”.
Esa misión incluye encabezar un extenso trabajo de restauración con Film Foundation junto con una producción regular de documentales entre películas. Scorsese y su editora de toda la vida, Thelma Schoonmaker, producen actualmente un documental sobre Michael Powell y Emeric Pressburger.
El cine, afirma, puede que sea la forma de arte por excelencia del siglo XX, pero algo más pertenecerá al siglo XXI. Ahora, dice Scorsese, “la imagen visual puede ser realizada por cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar”.
“Las posibilidades son infinitas en todos los niveles. Y eso es emocionante”, dice Scorsese. “Pero al mismo tiempo, cuantas más opciones, más difícil es”.
La presión del tiempo también pesa más sobre Scorsese. Dice que le quedan quizás dos largometrajes más. Actualmente se encuentran en proceso una adaptación del último libro de Grann, el cuento de un naufragio del siglo XVIII “The Wager”, y una adaptación de “Home” de Marilynne Robinson.
“Es intransigente. Simplemente hace lo que siente que realmente quiere investigar”, dijo el director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto, que con “Killers” colabora por cuarta ocasión con Scorsese.
“Se puede sentir que es una exploración personal de su propia psique”, añade Prieto. “Al hacerlo, permite que todos crezcan, en cierto modo, para investigar realmente a estos personajes que podrían estar haciendo cosas que podríamos encontrar muy objetables. No puedo pensar en muchos otros cineastas que intenten alcanzar tal nivel de empatía y comprensión”.
Sin embargo, Scorsese dice que a menudo siente que está en una carrera para lograr lo que pueda con el tiempo que le queda. Cada vez más, le da prioridad a lo que vale la pena. Algunas cosas le resultan más fáciles de abandonar.
“¿Me gustaría hacer más? Sí. ¿Me gustaría ir a las fiestas y cenas de todos y esas cosas? Sí, pero ¿sabes qué? Creo que conozco suficiente gente”, dice Scorsese riendo. “¿Me gustaría ir a ver las antiguas ruinas griegas? Sí. ¿Volver a Sicilia? Sí. ¿Volver a Nápoles otra vez? Sí. ¿África del Norte? Sí. Pero no es necesario”.
Puede que el tiempo para Scorsese esté menguando, pero la curiosidad abunda como siempre. Entre sus lecturas recientes se incluye una nueva traducción de “I Promessi sposi” (“Los novios”) de Alessandro Manzoni. Algunos viejos favoritos que no puede evitar volver a visitar. “Out of the Past” (“Retorno al pasado”), una película que vio por primera vez cuando tenía 6 años, la volvió a ver hace unas semanas. (“Siempre que la ponen, tengo que parar y mirarla”). “L’oro di Napoli” (“El oro de Nápoles”) de Vittorio De Sica fue otra repetición reciente.
“Si tengo curiosidad sobre algo, creo que encontraré una manera (si aguanto, si aguanto) de intentar hacer algo al respecto en una película”, dice. “Mi curiosidad sigue ahí”.
También lo es su continuo asombro ante el cine. A veces, Scorsese apenas puede creerlo. El otro día vio la película de terror de 1945, producida por Val Lewton, “Isle of the Dead” (“La isla de los muertos”), con Boris Karloff.
“¿Cuántas veces más voy a ver eso?”, dice Scorsese, riéndose de sí mismo. “Son sus miradas, sus rostros y la forma en que (Karloff) se mueve. Cuando la vi por primera vez cuando era niño, un joven adolescente, me aterrorizó la película y sus silencios. La sensación de contaminación. Todavía sigo estancado en eso”.
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