Los ataques de Hiroshima y Nagasaki, “un horror inexplicable”
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Tres días más tarde, Estados Unidos lanzó otra bomba llamada “Fat Man” (Hombre gordo) en la ciudad de Nagasaki y mató a otras 74.000 personas.
Japón conmemoró esta semana el 75º aniversario de los ataques con bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, que mataron a más de 200.000 personas y dejaron a cientos de miles traumatizadas e, incluso, estigmatizadas.
Estos son algunos datos de aquellos devastadores ataques:
Las bombas
La primera bomba atómica fue lanzada en Hiroshima, en el oeste de Japón, el 6 de agosto de 1945 por un bombardero estadounidense llamado Enola Gay.
La bomba, de entre 13 y 16 kilotones, fue apodada “Niño pequeño”, pero su impacto no fue en absoluto menor.
Se detonó a unos 600 metros de la tierra, con una fuerza equivalente a 15.000 toneladas de TNT, y mató a 140.000 personas
Decenas de miles de personas murieron inmediatamente, mientras que otros muchos fallecieron a causa de las heridas o por enfermedades semanas, meses o años después.
Tres días más tarde, Estados Unidos lanzó otra bomba llamada “Fat Man” (Hombre gordo) en la ciudad de Nagasaki y mató a otras 74.000 personas.
Son las únicas dos ocasiones en las que se han utilizado bombas atómicas durante una guerra.
Los ataques
Cuando la bomba cayó en Hiroshima, lo primero que vio la gente fue una “intensa bola de fuego”, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
Se calcula que la temperatura en el epicentro de la explosión alcanzó los 7.000 ºC, que causó quemaduras fatales en un radio de unos tres kilómetros.
Los expertos del CICR afirman que se registraron casos de ceguera permanente o temporal a causa de la intensa luz que despidió la explosión, que también causó otros problemas de visión, como cataratas.
El torbellino de calor generado por la explosión prendió fuego a varios kilómetros cuadrados de la ciudad, en gran parte construida con madera. Una tormenta de fuego que consumió todo el oxígeno disponible y causó muchas muertes por asfixia.
Se calcula que más de la mitad de las muertes ocurridas en Hiroshima se debieron a quemaduras o estuvieron vinculadas con el fuego.
La explosión provocó una enorme onda expansiva que, en algunas casos, incluso arrastró a personas, literalmente. Otros murieron en el derrumbe de edificios o por culpa de escombros volantes, que también causaron heridos.
“Recuerdo los cuerpos carbonizados de niños pequeños yaciendo alrededor del hipocentro, como rocas negras”, declaró Koichi Wada, que tenía 18 años cuando Nagasaki fue atacada.
Consecuencias de la radiación
Los ataques despidieron una radiación que fue letal, tanto a corto como a largo plazo.
Se registraron enfermedades de origen radiactivo entre muchos de los supervivientes a la explosión y la tormenta de fuego.
Los síntomas de radiación aguda incluyen vómitos, dolor de cabeza, náuseas, diarreas, hemorragia y pérdida del cabello. Muchos de los afectados por radiación murieron en las semanas o meses siguientes al ataque.
Los supervivientes, conocidos como “hibakusha”, también experimentaron otros efectos a largo plazo como un alto riesgo de parecer cáncer de tiroides y leucemia, y tanto en Hiroshima como en Nagasaki se han detectado elevados ratios de cáncer.
De las 50.000 personas víctimas de la radiación de ambas ciudades que fueron examinadas por la Fundación japonesa-estadounidense para la investigación de los efectos de la radiación, unas 100 murieron de leucemia y 850 padecieron cáncer derivado de la radiación.
Sin embargo, la fundación no halló ninguna prueba de un “aumento significativo” de anomalías congénitas entre los hijos de los supervivientes.
Las repercusiones
Los dos bombardeos sellaron el final del Japón imperial, que capituló el 15 de agosto de 1945, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
Entre los historiadores, surgió un debate sobre si esos devastadores bombardeos salvaron vidas en última instancia, al poner fin al conflicto y evitar una invasión terrestre.
Pero esos cálculos significan bien poco para los supervivientes, muchos de los cuales tuvieron que lidiar durante décadas con secuelas físicas y psicológicas, además de con el estigma con el que tuvieron que cargar muchos “hibakusha”.
A pesar de su sufrimiento y de su situación de primeras víctimas de la era atómica, muchos supervivientes fueron rechazados -en particular, para el matrimonio- por los prejuicios en torno a la exposición a la radiación.
Tanto los supervivientes como sus apoyos se convirtieron en una de las voces más potentes contra el uso de las armas nucleares, y se reunieron con líderes de todo el mundo para explicar su caso.
El año pasado, el papa Francisco se reunió con varios “hibakusha” durante una visita a Hiroshima y Nagasaki, y rindió homenaje al “horror inexplicable” que padecieron las víctimas de los ataques.
En 2016, Barack Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en el cargo en visitar Hiroshima. No se disculpó por el ataque, pero abrazó a los supervivientes y lanzó un llamado por un mundo sin armas nucleares.
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