Geopolítica: El sol artificial euroasiático y la oscuridad de Occidente
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El sol artificial chino.
Arabia Saudita y Rusia forman un tándem poderoso en la organización de países exportadores y productores de petróleo (OPEP). El accionar de ambas naciones puede modificar el precio del crudo y por ende el de la política internacional, por lo cual resulta peligroso para Occidente. Estados Unidos está exportando la crisis de su economía, hundiendo la de Europa, a partir de la venta de gas a precios exorbitantes e incluso mediante el desabastecimiento, que provoca la desindustrialización y la desaceleración económica del Viejo Continente.
En 2022 se ha impreso más dólar que en toda la historia y ello habla de la crisis inflacionaria norteamericana, la cual solo se solventa manteniendo el actual sistema financiero, que le permite al establishment seguir lucrando y especulando con valores vacíos en la bolsa. Pero resulta que el principio del fin de ese viejo orden anglosajón ya se inició con el fracaso de la globalización neoliberal, la cual no ha logrado imponerse como único sistema y que, peor aún, ha hallado a enemigos muy fuertes y en ascenso como potencias.
Por ello, un entendimiento entre las potencias energéticas no solo sería un duro golpe al chantaje de Occidente, sino que cambiaría las tornas a favor de un mundo multipolar, en el cual coexistieran varios proyectos políticos. La guerra de Ucrania es en cierta medida una expresión de este conflicto, una manera en la cual se manifiestan las fuerzas en colisión, llevando a la humanidad hasta el borde de una guerra atómica por tal de mantener las fortunas de la élite. Quien lo dude, que se pregunte para qué sirven los refugios antibombas que se hicieron los ricos, con todas las comodidades y con recursos para muchos años. La crisis del sistema es existencial y quizás ello lo haga más irracional y esquizofrénico, fuera de control. Putin acaba de decir en un fórum que Rusia no tiene intención de apretar el botón nuclear, que tal cosa sería un disparate, pero ha denunciado con fuerza a los Estados Unidos y Occidente, que no solo socavan a la nación euroasiática sino que propugnan un orden internacional fundado en el saqueo y en la especulación, que solo beneficia a los más millonarios. El proyecto de Rusia, China y la India es el capitalismo productivo y con un enfoque multilateral en política exterior, el comercio y la transferencia de tecnologías. Está pasando ya con África, que se ha beneficiado de sus relaciones con Beijing a partir del aumento de la conectividad y de la presencia de implementos digitales. En la medida en que Occidente retrocede, peligra la existencia del dólar y Estados Unidos, que se ve amenazado, hace peligrar al resto del planeta. La soga se tensa y se distiende por momentos, de hecho en la administración Biden no ha dejado de estar en su punto más álgido.
El actual diferendo de los Estados Unidos con Arabia, inédito en las relaciones de esos países, expresa varias cosas. En primer lugar que ya Washington no es el actor por excelencia en el Medio Oriente y que los viejos socios pueden mover sus alianzas hacia otras latitudes. Ello pudiera llevar a Riad a asumir negocios con Rusia, ansiosa de nuevas alianzas que consoliden sus mercados y de la creación de una isla euroasiática que garantice un espacio común de comercio, como en los viejos tiempos. Arabia, que está más cerca de Rusia, puede también repensar otros aspectos de su política exterior como sus relaciones con Irán, su archienemigo. En todo caso, este diferendo árabe-norteamericano se inscribe en el retroceso de Estados Unidos en el Medio Oriente que observamos desde hace años y que tuvo en la retirada de Afganistán un hecho de suma elocuencia que muestra debilidad e incapacidad para mantener el viejo orden basado en la fuerza, la aniquilación y la imposición. La Pax Americana está pasando.
La salida de Rusia del sistema financiero y su aislamiento en cuanto al comercio del combustible, han hecho que varios países se vayan detrás de ese proveedor, violando las reglas de los Estados Unidos, lo cual expresa cuán débil es el orden globalista posterior a 1991. De hecho, la explosión en el Nordstream 2 tiene que ver con que Alemania no había dejado de comprar gas a través de dicho ducto, lo cual no convenía a la OTAN y su geopolítica antirrusa. Por ende el aislamiento de Rusia no ha sido ni será posible, pues Estados Unidos no es capaz de suplir con su mercado y sus productos, a Beijing y a Moscú. El propio sistema internacional se va como una balanza hacia el otro lado, equilibrándose y cambiando la correlación de fuerzas. La caída de casi todos los imperios ha sido violenta, pero en este caso Estados Unidos posee el segundo arsenal nuclear más grande del planeta y con capacidad de destrucción apocalíptica.
La lucha por los recursos en un mundo en crisis y golpeado por enfermedades globales, ha hecho que la política internacional se enrarezca y se quiebren alianzas. Las diferencias entre Arabia y Estados Unidos por el precio del petróleo dentro de la OPEP son una expresión de lo mucho que va a cambiar el mundo, aun cuando no ha culminado la guerra en Ucrania, que es un parteaguas, como lo fue en su momento la pandemia de la covid 19. Es la energía a partir de los hidrocarburos lo que está definiendo el panorama e imprimiéndole un nuevo sello. A pesar de que la ONU hable de las fuentes renovables, ninguna ha demostrado contundencia para hacer frente al tren de consumo del mundo moderno, por lo cual la respuesta la pudiera tener una vez más China que está creando un sol nuclear, para producir energía limpia casi ilimitada. Esto sería un cambio de paradigma tan grande que pudiera poner la balanza del lado de los asiáticos definitivamente, haciéndolos independientes del sistema globalista y autosuficientes. La tecnología, la producción y la eficiencia de Beijing, le están ganando la carrera al armamentismo de Washington. Las energías muestran el derrotero de la política internacional y quienes antes eran amigos, ahora son enemigos. Y es que en el capital no hay tal cosa como amigos, sino socios comerciales. Por ello el viejo orden puede fracasar de un dia para otro, llevándose al dólar detrás y hundiendo poderosas fortunas. ¿Podrá la élite occidental soportar tal cosa?
La guerra en Ucrania es una batalla woke donde Occidente expresa e impone lo que cree moral y prohíbe al resto, de ahí que se intente aislar a Rusia. Quizás ese sea el modus operandi de Occidente cuando pierda el control global e intente manejar a su favor las narrativas, cancelando a sus competidores a partir de la industria de la inteligencia o de las redes sociales, la mayoría de las más poderosas en manos de los Estados Unidos. La manera en que se extiende la censura a partir de la cancelación de ideas puede frenar la hegemonía de un nuevo Estado en ascenso o demorarla. China como civilización siempre fue hacia dentro de sí misma, si bien en los últimos años existe una expansión cultural de ese país y se ha logrado que en algunas latitudes sea lo chino lo aceptado y lo que está de moda. Pero aun así el mundo hoy es muy angloamericano. Rusia como país es demasiado grande para proyectarse más allá de la esfera eslava, bastante tiene con los conflictos en sus fronteras con Estados captados por la política occidental. Así que la hegemonía norteamericana pudiera ganar tiempo aun a partir del manejo de la cultura y de la información, en lo que los tanques pensantes hallan otra forma de extender el reinado de las potencias anglosajonas sobre el orbe.
¿Es posible que en las rupturas haya oportunidad para una guerra atómica?, pudiera ser, en todo caso nada se ha hecho para evitarlo. Occidente está tensando la soga que lo mantiene en el poder pero ello es peligroso para ellos mismos. No hay hasta ahora otro planeta, ni siquiera para el millonario Elon Musk, quien aun con sus planes de poblar Marte, sigue haciendo negocios en la Tierra y comprando Twitter. La existencia humana depende de esta nave terrestre que surca el universo y eso es algo que se debe entender, más allá de las posiciones en torno a intereses económicos. No se trata de jugar a la política de quién siente más miedo sino la de la eliminación de las potenciales amenazas contra la humanidad.
En medio de esta reconfiguración de poderes internacional, pesa sobre Estados Unidos la figura de Donald Trump que puja por llegar de nuevo al poder ejecutivo. De suceder algo como eso, el escenario sería aún más impredecible y caótico. Si bien el republicano no hizo guerras, los demócratas dejan tan encendido el combustible que cualquier chispa puede encenderlo todo. La guerra de Ucrania ha sido el punto de quiebre, el del no retorno, para un mundo que tiene aún muchos cambios que revelarnos.
Mientras, con las nuevas contradicciones entre árabes y norteamericanos, con las expansiones de las nuevas potencias en ascenso y la caída de las viejas, el mundo camina hacia un nuevo orden. Habrá no solo un tipo de comercio internacional distinto, sino otras formas de ver conceptos existenciales y políticos, ya que por primera vez desde inicios de la modernidad, Occidente no será el centro.
Las reconfiguraciones expresan el nuevo contenido, habrá que ver cómo y cuándo sale a la luz todo lo que aún queda oculto y agazapado.
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