El otro lado del paraíso: capítulo final

Si ya nos tenía estupefactos la manera en que El otro lado del paraíso —la telenovela brasileña que trasmitió hasta el sábado Cubavisión— se burlaba de la más elemental lógica para animar peripecias, los capítulos finales ya rizaron el rizo.

Un excelente espectáculo audiovisual… con un guion tramposo, torpe, descabellado. 
Si solían leer los créditos de cada capítulo pudieron haber visto una aclaración: esta obra no tiene ningún compromiso con la realidad.

Y, obviamente, uno no debe pedirles eso a las telenovelas: la suspensión de la credibilidad puede ser esencial para hacer avanzar un folletín.

Pero eso es una cosa, y otra es romper toda noción de verosimilitud con tal de resolver, sin meterles mucho la cabeza, los conflictos que se han planteado.

El juicio final contra Sofía fue un dechado de incoherencias. Gratuitas, por demás. El facilismo que coquetea con el irrespeto al espectador.

Vamos a pasar por alto el hecho de que la amiga de Clara haya sido la jueza (¿qué necesidad?); vamos a pasar por alto que un delincuente sorprendido in fraganti (José Víctor) pueda sentarse sin problemas al lado del que iba a ser su víctima; vamos a ignorar la endeblez de los argumentos y pruebas de la fiscalía y la defensa…

Pero…

¿De verdad la psicopatía puede librar a un asesino de la cárcel? ¿De verdad quieren hacernos creer que un psicópata puede y debe ser “curado” en un manicomio?

Lo que sucede es que el autor quería “pagarle” a Sofía con su propia moneda. Si ella envió a Clara a recibir electroshocks, recibir electroshocks tenía que ser su final.

Y para hacer más vistoso y pirotécnico el final, al parecer, todo valía.

Por si fuera poco, el personaje que —según nos contaron— era incapaz de sentir simpatía por nadie, demuestra indudable humanidad en su última aparición, en una escena muy bien montada, en la que le acaricia la mano a la hija que durante mucho tiempo rechazó.

Matar y salar: eso hizo el autor. Total, detrás de una telenovela viene otra.