Cuidar bien de nuestros hijos
especiales
A casi un año de detectado el primer caso de COVID-19 en territorio nacional, la pandemia parece no tener fin, mientras Cuba vive una situación similar a la del resto del mundo con nuevas oleadas de contagios que ponen las cifras en el cénit.
No es más de lo mismo, como algunos piensan. Porque los números se traducen en una mayor cantidad de fallecidos desgraciadamente, en incrementos de casos confirmados, y entre ellos, de adolescentes, jóvenes y niños menores de un año.
¿Cómo se contagiaron? ¿Por qué vía? ¿Dónde estaban y qué hacían los responsables de su protección? ¿En la mayoría de los casos, se pudo haber evitado?
Hasta el cierre del domingo, y son datos muy actualizados, unos 6 mil 427 pacientes habían adquirido el SARS-CoV-2 entre las edades de cero a 18 años, y 308, un número nada despreciable, eran menores de un año.
Niños indefensos, totalmente dependientes, personitas que acaban de llegar al mundo y abrir sus ojos, como un tesoro muy esperado por la familia, después de nueve meses intensos de cuidados y desvelos no solo en el propio seno familiar, sino también el institucional, y de golpe y porrazo se rompe el encanto. Niños que tuvieron que transitar entonces por tratamientos complejos incluso por las terapias intensivas. Afortunadamente salvados, pero el costo en el futuro puede ser más alto ¿han pensado esos padres que pudieran quedar secuelas de un virus muy contagioso, que aún se estudian?
¿Y qué me dicen de los adolescentes y jóvenes menores de 18 jugando en nuestras calles, en parques o al fútbol o la pelota, sin nasobuco, ni protección alguna, o ingiriendo quién sabe qué de un mismo vaso sin saber siquiera o sí, a qué se arriesgan? En el parte de este martes se agregaban 177 nuevos enfermos en estas edades.
Si solo se enfermaran ellos, algo que no es bueno, se podría mantener un mayor control, pero enfermándose trasladan el problema a sus hogares, donde conviven con personas vulnerables, muy queridas, pero poco consideradas.
Es el grupo de edades, la de cero a dieciocho años, nuestra continuidad generacional, y como bien afirmara el Viceprimer ministro, Roberto Morales Ojeda, así estamos comprometiendo su futuro.
La semana que concluyó fue una de las tres con mayor cantidad de casos confirmados, y ya en lo que va de esta los dígitos van siendo impresionantes.
No estamos ante un simple catarro, sino ante una enfermedad que contagia rápidamente, que la efectividad en su tratamiento es como una carrera de velocidad, mientras más rápido se llegue al médico o institución hospitalaria, más efectivo resulta el tratamiento… y aún así no resultamos todo lo responsables que debiéramos. Cuando el mal está hecho, está hecho.
Y no afirmamos que todos seamos irresponsables ¡no! Intentamos llamar la atención sobre cómo extremar nuestras medidas de bioseguridad, que están asociadas a los nuevos códigos de vida, y protegernos y cuidarnos más, y en consecuencia, cuidar a los demás, a las personas que nos rodean, a quienes nos interesan, a nuestros padres, abuelos, hijos, sobrinos, tíos, amigos, colegas de trabajo.
Y ya que hablamos de estos últimos, no puede olvidarse la responsabilidad institucional. Cada vez que surge un caso positivo en un centro de trabajo, deviene evento institucional, y genera una cadena tan larga de confirmados y contactos directos o indirectos que le pone los pelos de punta a cualquiera, genera tensiones, e incluso si es un centro productivo hasta pérdidas para la economía.
Algunos centros extreman las medidas de bioseguridad como corresponde, otros se han relajado, e incluso permiten que personas con síntomas de catarro entren a sus instalaciones, irresponsabilidad que se puede pagar caro.
Aquí ninguno de nosotros escapamos a la responsabilidad que nos toca. Alguien quizás vuelva a afirmar "pero tenemos que hacer colas para comprar los alimentos". Y es cierto, lo que sucede es que una cosa es hacerlas con distanciamiento físico y un orden que permita protegernos entre todos, y la otra es la molotera, unos encima del otro, como hemos visto muchas ocasiones, y como ingrediente adicional, con el nasobuco mal puesto, o sin él. Las multas son importantes, pero es el resultado de la indisciplina y el mal proceder, y las consecuencias de ambos pueden generar nuevos contagios.
Nos hemos alegrado sobremanera al escuchar los extraordinarios avances de nuestros cuatro candidatos vacunales, algunos ya en Fase Tres en sus ensayos clínicos- Soberana 02 y Abdala a punto de hacerlo-, es un colosal esfuerzo, con resultados, fruto de la inteligencia de nuestra comunidad de científicos junto a la gestión permanente de gobierno. ¿Por qué no corresponder con esa hazaña? Porque es una hazaña científica. Al menos intentémoslo conscientemente. Mientras la mayoría de los habitantes del planeta aún no ve el horizonte, esa pequeña luz al final de este larguísimo camino, en Cuba estas luces comienzan a emitir destellos, mucho más cerca hoy, pero sería mejor llegar a abrazarlas sanos, y con buena salud, en fin vivos.
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