Cuidado, que te aplasta... la gordofobia

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Cuidado, que te aplasta... la gordofobia
Fecha de publicación: 
24 Junio 2024
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«Soy goddita», así, como tragándose la erre, decía mi amiga Leticia, que no es lo mismo que «gorrrrrda», aclaraba. Y cuando explicaba las diferencias, ninguna estaba relacionada con la cantidad de libras acumuladas en el cuerpo, sino con miserias espirituales que, según ella, «sí te hacen lucir, y caer, peor»: sentencia de uno de los seres más buenos e inteligentes que he conocido en mi vida; de hecho, no sé de nadie a quien Lety le caiga mal.

Mucho después conocí a Yanaisy, muy joven, pero tan tranquila y feliz con sus excesos como Lety. Bailando no había quien le ganara, y si alguien dudaba de su agilidad, demostraba enseguida: «Ok, solo mira mi split». 

Claro que a veces, ambas, hablan de dietas y las hacen, por salud y porque hasta la autoestima mejor plantada flaquea ante los comentarios más o menos malintencionados sobre la figura que deberíamos tener las mujeres, según la moda y los modos más discriminatorios.

Nadie ha dicho que el sobrepeso, mucho menos la obesidad, sean buenos ni recomendables, pero las razones válidas deberían estar vinculadas siempre a la salud, nunca a la imagen, y jamás, de ningún modo, justifican la descalificación, el maltrato psicológico o el rechazo, o sea, la gordofobia.

Todas las fobias tienen que ponerse a dieta

También esta, que se refiere a un fenómeno social caracterizado por la discriminación hacia las personas que tienen sobrepeso u obesidad, con base en estereotipos sobre lo que es «normal» en términos de peso y tamaño.

La gordofobia se manifiesta de diversas formas, desde burlas y comentarios despectivos, hasta la exclusión y la falta de oportunidades laborales o sociales, lo cual causa un impacto negativo en su autoestima, su desarrollo individual y su bienestar emocional.

Complejo de espejo

Muchas veces, vamos por la vida con complejo de espejo diciéndole a la gente como se ven, «que si has engordado», «que si estás muy flaca», «que si no te asienta»… Eso sin que nadie nos pida opinión y olvidando que, seguramente, el sujeto ya se sabe de memoria.

A las niñas y niños, reiteradamente los etiquetamos desde casa como «la gordita» o «el gordito», y cuando el apelativo cariñoso se convierte en burla a la hora del recreo, no apoyamos siempre con herramientas suficientes para desmontar el acoso. Más tarde, lamentamos adolescentes y jóvenes con trastornos alimentarios y problemas de salud mental.

Y es que, inconscientemente, sucumbimos a los estándares de belleza impuestos por los medios de comunicación y la industria de la moda, que promueven la delgadez como ideal y ejercen una presión constante sobre las personas para que se ajusten a estos prototipos.

¿La gordura es hermosura?

Esa también es una idea defasada y que selecciona por las apariencias. Hay belleza en cada persona y son múltiples las formas de apreciarla. Un presupuesto sí es indiscutible: la obesidad no es saludable, aumenta los riesgos de padecer diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, pero nadie se muere por no entrar en una talla S, ni llevar el último diseño incrementa la capacidad, la gracia y los talentos.

Y resulta que la ciencia ha comprobado que la gordofobia también enferma, causa depresión, trastornos alimentarios, incluso más obesidad, pues algunos estudios han demostrado que, cuando son avergonzadas o avergonzados por su peso, las personas tienden a comer más ansiosamente, incluso, les cuesta mostrarse en un gimnasio por temor a comentarios humillantes. 

La idea de que «la gordura es hermosura» ha sido, en ocasiones, sustituida por todo lo contrario, o sea, muchos la valoran como primera causa de cualquier padecimiento, incluso en el ámbito de la medicina existen estos estigmas. La web de National Geographic cuenta en un artículo esta historia sobre Pauline Sobelman, asesora de beneficios sociales de 52 años en Nueva York (Estados Unidos):

«... sintió una opresión en el pecho. Preocupada por la posibilidad de un problema cardiaco grave, acudió inmediatamente al médico. El primer problema con el que se topó Sobelman, que mide 1,65 m, fue que ninguna de las batas de la sala de exploración se ajustaba a su talla 3XL de más de 90 kg. Dice que cuando entró el médico, miró su cuerpo desparramándose por la bata inadecuada y, con los ojos muy abiertos y la cara contorsionada, dejó constancia de su disgusto. Es una mirada que Sobelman no olvidará».

Finalmente, los problemas de Sobelman encontraron diagnóstico y tratamiento acertados, pero antes debió lidiar con todas las preconcepciones relacionadas con su sobrepeso. Su cuerpo no cabía en la bata de hospital ni en la mirada prejuiciosa de su médico, pero probablemente tampoco en los cinturones de seguridad de los autos, en los modelos de moda y, lo que es peor, en una sociedad idiotizada por estándares y redes sociales que deja poco espacio a la diferencia. 

A veces no hace falta ni que te lo digan: sabes que no debes usar ese bikini este verano; vaya, mejor ni salir de casa porque «nada te queda bien». Probablemente, sí, debes ponerte a dieta por cuestiones de salud, pero antes, con urgencia, pongamos a dieta estricta los prejuicios.

Comentarios

Soy trabajadora de TV y puedo asegurar que es un excelente artículo, felicidades. Logra captar la atención desde el titular, la manera de explicar una situación desde sus actores es apremiante.

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