Cuba: experiencias de dos mujeres que colaboraron con los SAF (+ VIDEO)
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Desde inicios del 2021 ─en el marco de las reformas económicas en Cuba─ la cuestión del Sistema de Atención a la Familia (SAF) ha ganado trascendencia. Antiguos y nuevos problemas han salido a relucir sobre su funcionamiento. Al mismo tiempo, muchos voluntarios han colaborado con distintas instancias gubernamentales para corregir las distorsiones en ese sistema de prestaciones sociales.
Sulena Céspedes Pavot (profesora de la Facultad de Turismo), y Amanda Olmo Infante (estudiante de Sociología), pertenecen al grupo de jóvenes de la Universidad de La Habana (UH) que aunó esfuerzos con las autoridades de la capital. Sulena ─en el municipio Plaza de la Revolución─ y Amanda ─en Centro Habana─ realizaron, por varios días, visitas a beneficiarios del SAF para conocer por la voz de ellos mismos sobre la gestión de los comedores.
¿Cómo conocieron de esta tarea?
Sulena: Recibí la convocatoria del Comité de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas de mi facultad, que nos hizo el llamado y nos sumamos.
Amanda: Yo me enteré vía WhatsApp, por un grupo de información de la facultad en el que nos mostraron una serie de tareas de impacto. Me resultó de mucho interés poder trabajar dentro de mi comunidad y tener un contacto más cercano.
Al principio de este año hubo una disminución notable en la asistencia a los comedores del SAF. En las indagaciones que ustedes hicieron, ¿qué causas hallaron sobre este fenómeno?
Amanda: Una de las cosas más comunes fue que las personas no tenían conocimiento de la normativa en la que se estipulaba la disminución de los precios ─uno de los elementos que se corrigieron─. Muchas personas dejaron de asistir; otras no estaban de acuerdo con que los precios hubiesen aumentado mientras la calidad y la cantidad de la comida no fueran la adecuada.
Posteriormente los precios fueron reestructurados.
Amanda: Sí, nosotros estuvimos informándoles y muchos retornaron.
Sulena: Otras cosas común fue que los obligaban, de cierta forma, a consumir y comprar todos los alimentos del tablet, cuando muchos asistenciados necesitaban solo el arroz, la proteína… Nos dimos cuenta de que había cierta incongruencia en cuanto a la información que tenían los beneficiarios y lo que realmente está estipulado: ellos pueden elegir qué alimento quieren consumir. Al desconocerlo, algunos dejaron de asistir porque no iban a pagar por un alimento que no iban a consumir.
Y no es así
No. Ellos pueden elegir, de la oferta, qué van a consumir.
Otra cosa importante fue que algunos asistenciados, por sus limitaciones físicas, por la edad, no pueden ir al comedor a obtener los alimentos. Es bueno que el servicio de mensajería se priorice a ciertas personas.
¿En qué consistía el trabajo de ustedes?
Sulena: En un principio, cuando me dieron la tarea, pensé que consistía en entregar las encuetas y que ellos las llenaran. Que fuera como una entrevista nos hizo acercarnos un poquito más a las personas y nos contaran sus problemas, incluso temas que no tenían estrecha relación. Pudimos tomar nota de las inquietudes e inconformidades.
¿Había retroalimentación con las autoridades?
Amanda: Nos reuníamos con la profesora encargada por la UH. Ella, a su vez, tenía reuniones diarias con el gobierno municipal. De hecho, mi primera reunión fue con el gobierno municipal; estuvimos intercambiando cómo sería la tarea, dando ideas. Y al final tuvimos la oportunidad de hacer algunas sugerencias.
¿La encuesta que utilizaron como punto de partida era uniforme para toda la capital?
Sulena: Sí, todos los municipios trabajaban con la misma encuesta. Si el entrevistador hacía alguna observación o señalamientos, se podía incluir, pero era la misma encuesta para todos los municipios. Empezaba por la asistencia (diaria, ocasional), nivel de satisfacción con el servicio, causas de no asistir y observaciones. En las observaciones aprovechamos para profundizar en algunos temas.
¿Qué aspectos a mejorar detectaron?
Amanda: Se debe realizar una revisión periódica de los listados. En muchas ocasiones no coincidían las direcciones con los nombres u otros datos. No existe una retroalimentación de los actores que intervienen. Tiene que haber un poco más de comunicación, un trabajo orgánico.
Probablemente sean errores acumulados del tiempo y ahora han salido a relucir.
Amanda: Claro. De hecho, muchos han sido subsanados. Se ha ido trabajando en mejorar.
¿Qué experiencias les ha dejado esta labor?
Sulena: Yo tengo sentimientos contradictorios. Por un lado fue una experiencia bonita, porque pude contribuir a elevar las inquietudes, quejas y opiniones de los beneficiarios del SAF. Por otro lado, fue triste: conocimos historias en algunos casos hasta desgarradoras.
Amanda: Me causó mucho sentimiento que hay personas físicamente incapacitadas de trasladarse hacia esos lugares.
Me llamó la atención un señor mayor, Silverio Balsinde Griñán. Nos atendió con cariño. Nos explicó que estaba muy agradecido con que los jóvenes estuviéramos realizando esa tarea porque somos la continuidad de la Revolución; que no podíamos permitir que muchas personas cometieran acciones indebidas.
En muchas ocasiones el gobierno hace el esfuerzo por resolver esos problemas y las personas abajo no contribuyen, no hacen bien su labor.
También tuve experiencias positivas. Continué trabajando en Habana Vieja, que tiene un administrador ─de un comedor─ muy bueno, del que todo el mundo tiene buenas opiniones; antes de la Covid les realizaba actividades.
Sulena: Fue bonito ver cómo pudimos, con una pequeña acción, desvelarle una sonrisa a estas personas.
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