Cuba contada a través de su rumba, mezcla de sonoridades hispano-africanas
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Los toques del tambor, las claves (musicales) y la algarabía atraen a varios curiosos hasta una modesta casita en el barrio habanero de Romerillo, donde el reconocido profesor Domingo Pau enseña a varios niños cómo bailar y cantar una rumba al mejor estilo cubano.
Las clases forman parte de las actividades del XVI Festival Internacional de la Rumba Timbalaye, creado para promover este ritmo de raíces hispano-africanas, declarado por la Unesco en 2016 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“Es difícil decir dónde nació la rumba: si en un barracón (de esclavos) o en un solar (casitas hacinadas en barrios pobres)”, explica a EFE Ulises Mora, quien también participa en las clases de este evento cultural que arrancó el 18 de agosto y culmina en una semana tras recorrer toda la isla.
Mora, director del Timbalaye, añade: “sabemos que la trajeron los esclavos africanos que, al ser liberados en el siglo XIX, se asentaron en los puertos y zonas marginadas de La Habana, Matanzas (este) y Santiago de Cuba (oeste), principalmente”.
Este bailarín y coréografo de 61 años afirma además que “esos ritmos y bailes africanos se mezclaron con la cultura española legada por los colonizadores y dieron paso a un género popular que bebió de ambas partes y hoy es un símbolo de la identidad de Cuba como nación”.
En La Habana predomina el estilo rumbero del guagancó (baile en parejas y con gestos sensuales); mientras que en Matanzas sobresalen el yambú (con movimientos más suaves que el primero) y el columbia (con un ritmo más rápido).
Sin embargo, Mora acota que estas tres formas de bailar rumba “comparten la gestualidad y sonoridad cubana”.
La ruta de la rumba
Preservar las raíces hispano-africanas de la rumba así como el legado de grandes exponentes en Cuba, como los percusionistas ya fallecidos Chano Pozo y Tata Güines (Federico Soto) o la agrupación familiar Los Papines, forman parte del Timbalaye, según Mora.
Esta edición XVI ha llegado a varias comunidades cubanas con clases magistrales de rumba, conversatorios, intercambio con expertos de otros países -como Italia, México y Colombia-, así como otras actividades, acorde con el programa.
Esta vez, el festival se dedica a los Cabildos de Nación (como se denomina en Cuba a las reuniones que celebraban los esclavos), a las Casas Templo y al 30 aniversario de la declaratoria de la Ruta de las Personas Esclavizadas, un programa de formación y concienciación de la Unesco.
De hecho, el Timbalaye se ha hecho coincidir estos días en La Habana con la conferencia internacional por el trigésimo aniversario de esta iniciativa de la Unesco, un encuentro que lleva por título: "La ruta de las personas esclavizadas: resistencia, libertad y patrimonio".
“Tratamos de que la memoria de esos esclavos (africanos) quede viva gracias a la rumba y reflejar esa identidad que nos une como cubanos”, asegura.
“La rumba nos une”, sentencia este ferviente defensor de un ritmo manejado magistralmente por agrupaciones de renombre como Los Muñequitos de Matanzas, el Conjunto Folklórico Nacional, Clave y Guaguancó, Yoruba Andabo, entre otras.
Otros "maestros rumberos" como Juan Campos le han puesto también su sello a este estilo musical. "La rumba para mí significa amor a la Patria", declara a EFE este octogenario bailador conocido como "Chan".
"Tengo 86 años y todavía me queda un cachito de voz para complacer a mis amistades", confiesa en pleno ajetreo del festival Timbalaye.
Lo único que lamenta este antiguo trabajador del puerto de La Habana es "no haber empezado a bailar y cantar rumba antes".
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