COVID-19: Un reto entre vicio y contagio
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Foto: Tomada de Cubadebate
Nuestro enemigo invisible, el virus respiratorio del SARS-CoV-2, que intenta sofocarnos ya por más de un año, nos ha impuesto nuevos estilos de vida que la humanidad ha tenido que adoptar de manera estricta y responsable, con el objetivo de minimizar las cadenas de transmisión y cuidar la salud de las personas que están en mayor riesgo.
Aunque bien pudiera afirmarse que todos estamos en peligro de terminar en condiciones de cuidados intensivos, viendo como a diario pueden agravarse lo mismo niños que jóvenes, que cualquier persona sin antecedentes patológicos. En Cuba el índice de niños, adolescentes y embarazadas contagiados ha aumentado en los últimos días.
Y es que, si por la lógica nos lleváramos, con tantos meses de experiencia, de conocimiento sobre la enfermedad, de cómo tratarla, cómo actuar de forma dinámica ante alguna sospecha, y también de cómo asumir esta nueva normalidad con el uso del nasobuco, el distanciamiento físico y social, entre otras medidas; ahora mismo fueran menos los enfermos.
Tristemente, la realidad no es así, y las sociedades en general, pues no solamente ocurre en nuestro caso, no parecen asumir una real percepción de riesgo. Son muchos quienes desafían a la COVID-19 y piensan que solo es motivo de reportajes televisivos, que no se van a enfermar, que por ser jóvenes lo van a pasar asintomáticos, o que nada más va a ser un simple catarro.
Los fumadores, entre muchos otros desconfiados, por así decirles, creo que, en su mayoría, han sido los mayores retadores del coronavirus. Esas manos que pasan por superficies infinitas y variadas, el picaporte de la puerta, la baranda, el buró, el bolígrafo, el celular, los cordones de los zapatos, esas manos del fumador siempre terminan rozando la boca.
A los fumadores, ni los más caros y mejores nasobucos, caretas de acrílico, geles antibacteriales, guantes, nada de eso los va a proteger, porque con sus dedos, cuando comienzan en ese baile de nasobuco hacia abajo y hacia arriba, lo mismo en solitario que en una cola rodeados de personas, las bacterias y todo lo demás se lo llevan ellos mismos a la boca.
Que no vengan las excusas: que deciden fumar en espacios al aire libre, que están a más de un metro de distancia de los demás, que se lavaron previamente las manos; la poderosa adicción hacia el tabaco enajena a sus consumidores de protegerse como deberían. De un refilón siempre hay alguien que se ve sacando fosforera y cigarro, sin importar el instante.
Humito de cigarro dentro del agromercado, en cualquiera de las colas que abundan hoy día y en las cuales es bastante difícil percibir distancia entre los presentes. La chimenea no ha cesado ni en estos tiempos de coronavirus. Los fumadores le temen más a tener que contener sus ganas de fumar que a verse enfermos con la COVID-19.
La Organización Mundial de la Salud declaró el año pasado que fumar tabaco es un factor de riesgo conocido en muchas infecciones respiratorias, que aumenta la gravedad de este tipo de enfermedades. Los fumadores tienen mayores probabilidades de desarrollar síntomas graves, en caso de padecer la pandemia, en comparación con los no fumadores, añadieron.
No podemos dejar pasar por alto otro punto, y es que el tabaquismo, de por sí solo, es un factor de riesgo de enfermedades no transmisibles como las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes; y precisamente la comunidad científica ha comprobado que la COVID-19 afecta más a quienes padecen de esos males, empeoran más rápido e incluso, pueden llegar a la muerte.
Como si fuera un círculo vicioso, así de complejo y frágil es. Evitemos ese tan arriesgado combate entre la COVID-19 y nuestras manos, entre la vida y la muerte. A menos tabaco, menor riesgo, mayor salud, y entre todos nos cuidamos.
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Arquero
alexander
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