COVID-19: Reclamos contra la infamia
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Foto: Internet
Tres millones de fallecidos se anotó la Covid-19 este sábado en el planeta y tan solo de escribirlo se crispan las manos y también el alma.
Tres millones de personas que probablemente tenían planes, amigos, amores… Y esos, sus sobrevivientes allegados, hoy cargan son una tristeza imposible de espantar.
Muchos, probablemente no pudieron siquiera estrecharles la mano antes de partir porque el peligro al contagio obliga a que los enfermos permanezcan aislados.
En algunos hospitales han ideado llenar un guante con agua tibia que colocan sobre la mano de los graves; o dos, como arropándole la mano. Dicen que les trasmite quietud, que les hace sentir menos solos… Pero qué doloroso consuelo ese para quienes quisieran ocupar con su humana tibieza el lugar del guante.
António Guterres, secretario general de la ONU, lamentó desde la red social Twitter el haber alcanzado tan trágico récord y a la vez exhortó, en memoria de los fallecidos, a seguir avanzando para garantizar que todos, en todas partes, puedan acceder con urgencia a las vacunas y a los tratamientos necesarios.
Es un llamado ya reiterado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la persona de su director general, doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Pero tanto o más lamentable que el número exorbitante de decesos es la pasividad de una parte del planeta ante esas convocatorias y las de muchos otros que, sin micrófonos ni estrados, también claman porque se les ha enfermado el de al lado de su casa o de su corazón y quizás ya no haya manera de salvarlo.
Nosotros, Cuba, que estamos de este lado de la balanza donde no hay abundancias, sumamos también nuestra voz al reclamo por el acceso equitativo a las vacunas anti-COVID-19.
Una de las más recientes exhortaciones fue por la viceministra de Salud Pública, Carilda Peña García, quien pedía que esos medicamentos fueran un bien público global que llegara a todos de forma justa, equitativa y oportuna.
Fue en el encuentro virtual “Una vacuna para todos”, durante una reunión ministerial especial del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, donde la funcionaria cubana subrayaba que la pandemia ha brindado una oportunidad para entender que la solidaridad y la cooperación internacionales son vitales en este tipo de situaciones.
Hay muchas formas de decirlo, pero esos reclamos son, en definitiva, contra la infamia. ¿Cómo calificar, si no, que cerca de una veintena de países ricos acaparen hoy cerca del 88 por ciento de todas las vacunas anticovid distribuidas?
"Los países que ahora están vacunando a personas más jóvenes y sanas con bajo riesgo de enfermedad, lo están haciendo a costa de la vida de los trabajadores de la salud, de las personas mayores y otros grupos en riesgo en otros países", había denunciado el director general de la OMS, ¿Y eso no es una infamia?
Claro, el Papa Francisco no lo dijo así, no habló de infamia, pero igual en su homilía en la basílica de San Pedro, antes de la bendición Urbi et Orbi, en su tradicional mensaje de Pascua el pasado día 4, instó, “en el espíritu de un ‘internacionalismo de las vacunas’” a un compromiso común de toda la comunidad internacional para superar los retrasos en la distribución del inmunógeno y a promover su reparto, especialmente en los países más pobres.
“…Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible”, invitaba Galeano desde su clarividencia perpetua.
Hace falta no solo cultivar una esperanza con olor a futuro, sino que los gobiernos de los países ricos, esos donde hay seis o más vacunas anticovid por habitante, acaben de poner los pies sobre esta Tierra a la que ya no le viene alcanzando el espacio para más sepulturas, y comprendan que tampoco será de ellos el porvenir, si no nos salvamos todos.
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