Con Teatro de las Estaciones, siempre la belleza
especiales
Zenén Calero y Rubén Darío Salazar, Premios Nacionales de Teatro. Foto: Tomada del sitio de la UNEAC.
Todavía no se apagan los ecos de las celebraciones por los 30 años de Teatro de Las Estaciones, el pasado 12 de agosto. Es que esta compañía siempre da de qué hablar. En el mejor de los sentidos, por supuesto. Ha devenido referente indiscutible del teatro de figuras en Cuba... y más allá de las fronteras. Conversamos en exclusiva con sus dos principales artífices: su director, el actor e investigador Rubén Darío Salazar, y el diseñador, Zenén Calero. Compañeros en el trabajo y en la vida, responden juntos este corto cuestionario.
CUBASÍ: ¿Cuáles han sido los principales referentes para el trabajo de la compañía?
RUBÉN: Uno nace donde nace como creador profesional y ese lugar nadie se lo puede quitar al Teatro Papalote. Nuestro principal referente está allí, porque fue allí donde aprendimos cómo se estructura el proceso de creación de un espectáculo, junto a la manera de llevar a cabo otras acciones que acompañan al hecho teatral. Sí, uno trae consigo, en mi caso, las referencias del Guiñol Santiago, al cual acudí desde niño y luego la labor artística del Teatro Nacional de Guiñol, en La Habana, al que tanto acudí en mi época de estudiante. La posibilidad de viajar a otros países amplió ese referente, esa conexión mágica que ocurre cuando ves los resultados de agrupaciones como la Compañía de Philippe Genty, de Francia, o Gioco Vita, de Italia, Etcétera, Los titiriteros de Binéfar o Joan Baixas, de España, XPTO, de Brasil o la obra del chileno Jaime Lorca. También existen referentes que no son del terreno del teatro de títeres ¿quién que haya hecho teatro en Cuba no se siente atraído por lo que hace Carlos Díaz en su Teatro El Público? La poética de Roberto Blanco, Berta Martínez y Vicente Revuelta. Teatro de Las Estaciones es todo eso: una gran mezcla, un hervidero de conexiones y vínculos escénicos.
ZENÉN: Mis referencias tienen que ver con lo plástico por supuesto. Los muñecos de Bread and Puppet, de Peter Schumann, de los Estados Unidos en sintonía con la estética del maestro Armando Morales, del Teatro Nacional de Guiñol. Los títeres del Teatro Nacional de Marionetas de Praga con la limpieza de líneas y colores del maestro Jesús Ruíz. Cuando descubrí los muñecos de Pepe Camejo, supe que había un linaje inexplorado en nuestro diseño, desde los tiempos de la República. También están ese cúmulo de referencias de las que Rubén te habla y que hemos disfrutado, discutido y apreciado de conjunto. Estar en el Festival Mundial de Marionetas de Charleville-Mezieres, en Francia, e irnos detrás de la escena para ver los muñecos de Taptoe Teatro, de Bélgica o escudriñar la trastienda de un grupo como el Teatro Central de Muñecos de Moscú, en Rusia… y tocar esos títeres es algo que no se olvida.
CUBASÍ: ¿Por qué es importante en estos tiempos la apuesta por la belleza y cuánto hace y puede hacer la compañía en ese sentido?
RUBÉN: La apuesta por la belleza, que es abrir una puerta a la hermosura —y soy consciente del amplio espectro a nivel estético que puede tener ese concepto—, es importante en estos tiempos y en cualquier tiempo. El teatro tiene la obligación de orientar las miradas del público, sean niños, jóvenes y adultos. El mal gusto, el seudoarte, las copias burdas de influencias foráneas están a la orden del día. No podemos caminar hacia ese caos ornamental que no reconoce ni las contribuciones de René Portocarrero, Amelia Peláez o Alfredo Sosabravo, para hablar de la pintura, pues lo mismo sucede con la literatura, la danza, la música y el cine: ahí también hay una belleza. Repito que hablo de belleza en un rango abierto, nunca limitado, con el cual los espectadores tienen, precisan, necesitan dialogar. Teatro de Las Estaciones ante cualquier proceso investiga, indaga y encuentra maravillas que compartimos. No hay tarea más noble que propagar lindezas; es como ofrecer las flores más exquisitas de un jardín variopinto.
ZENÉN: La gente siempre asocia mi trabajo con lo bello, pero yo creo que más bien están hablando de lo cuidadoso, del preciosismo que pongo en cada detalle, del uso de la paleta del color, las texturas, los volúmenes y las líneas sin criterios cerrados, sino experimentando y muchas veces arriesgándome.No me gusta que me encierren en una definición rígida. He trabajado con yute y con encaje, con lienzo y con organza, con semillas y con perlas. He concebido obras con la influencia libre y colorida de Mendive o con acentos fuertes como los ojos que Pablo Picasso usaba en sus personajes humanos. He trabajado con la plástica sugerente de Sosabravo y Ares y también con los presupuestos del impresionismo. Soy amante de la obra de Joan Miró, Chagall, Klimt, para hablar de extranjeros, pero también de lo que ha salido de las manos prodigiosas de Pedro Pablo Oliva, Carlos Guzmán o Ernesto Rancaño. Soy un amante de lo bello, lo confieso. No me gusta ni la chapucería, la desidia o el desorden, me parece que eso también identifica el creador que soy, imperfecto por cierto, pero en la búsqueda eterna de la perfección.
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