Abrazo a los campeones bajitos
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Foto: tomada de PL
El profesor Calviño lo decía en su programa televisivo Vale la Pena al valorar cómo han asumido los niños cubanos este tiempo de pandemia: son unos campeones.
Sin dudas, sobran motivos para ratificar el calificativo porque si a los adultos nos cuesta trabajo sobrellevar el aislamiento y las demás condiciones que imponen estos tiempos, cómo será entonces en el caso de nuestros niños, para quienes la vida escolar, el juego, y el intercambio con otros niños resultan necesidades de primer orden y no capricho.
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Sin embargo, ellos también se han crecido, y aunque los más chiquitos quizás no puedan entender qué es lo que anda sucediendo a su alrededor, sí perciben que todo no anda como debiera, que hay peligro.
Por eso, a un año de detectado el primer contagio en Cuba, varias investigaciones en la Isla han tomado como objeto de estudio precisamente la salud mental de niños y niñas cubanos.
Entre ellas se inscribe el estudio realizado por profesores de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana con el apoyo de la oficina de Unicef en Cuba.
Su finalidad era indagar sobre los efectos psicológicos del aislamiento físico en niños, niñas y adolescentes cubanos debido al confinamiento en sus hogares.
Según dio a conocer muy recientemente en línea la oficina de Unicef en Cuba “La primera conclusión fue que, aunque la infancia cubana se muestra resiliente y sin los síntomas de una afectación psicológica severa, los niños y las niñas estudiados, mostraron la presencia de síntomas de malestar psicológico”.
No es de extrañarse por tales malestares. De hecho, una parte de los 139 millones de niños y niñas en todo el mundo que han vivido en confinamiento obligatorio durante al menos nueve meses, y otros 193 millones que permanecieron bajo políticas de confinamiento recomendado, igual estuvo aquejada de dichos problemas.
Sucede que los menores son, al decir de los expertos, especialmente sensibles a cambios en sus rutinas y hábitos de vida.
¿Qué detectó la investigación en Cuba?
Entre las alteraciones más frecuentes se determinó el sobreapego a las madres. En un 60,6% de los casos estudiados en la muestra se detectó ese exceso de apego a mamá. A propósito el texto citado explica que se trata de una “reacción muy común en la infancia por causa de la búsqueda de seguridad y protección, cuando las condiciones de vida se alteran de modo notable”.
También fueron identificadas conductas rebeldes, desafiantes y voluntariosas, sobre todo en los niños de tres años y en los mayores de doce, “coincidiendo con dos etapas que se distinguen por transiciones agudas del desarrollo”.
Asimismo, se determinaron otros síntomas de malestar psicológico:
- Horarios de sueño alterados 60.2 %
- Voluntarismo 57%
- Conducta rebelde y desafiante 43%
- Irritación alteración, llantos 41.8%
- Dificultad para concentrarse 27,5%
- Apetito exagerado 24.7 %
Visto así, son solo números; pero hay que vivir el día a día con uno o dos menores encerrados en casa para en realidad tener una idea de qué significa que el niño no quiera o no pueda dormir, o que se te encare cuando le dices no se puede, o que a cada rato ande pidiendo algo de comer.
Los mayores retos para las familias cubanas
La investigación citada menciona seis principales dificultades a que se enfrentan las familias cubanas con niños en estos tiempos de covid-19.
- Cómo mantener los horarios y rutinas
- Cómo manejar la conducta de nuestros niños/as
- Cómo organizar el estudio
- Cómo simultanear teletrabajo, tareas domesticas y el cuidado de los hijos
- Qué actividades ofrecerles a los niños que les gusten y sean apropiadas
- Qué hacer con su deseo de salir a la calle
Las respuestas a cada una de estas interrogantes permitirían escribir varios libros, algunos hasta en tono de comedia y otros, lamentablemente, con visos de tragedia.
El tema de los horarios y rutinas, por ejemplo, demanda de una concertación de voluntades en el hogar y del convencimiento de cuán importante es conservar esa dinámica hogareña pautada por tiempos para el descanso, para el estudio, para la recreación, el aseo, la alimentación…
De no conservarse esas rutinas, podría perjudicarse no solo la salud mental del niño, también su salud física.
Pero, a pesar de los empeños de los adultos en no pocos casos, cerca del 70% de los niños y niñas de la muestra, ofreció resistencia para estudiar mientras que el 5,5% no lograban concentrarse en las tareas escolares.
Tan solo esos datos permiten suponer el esfuerzo de mamá, papá, y otros familiares para que el niño, por ejemplo, siguiera las teleclases y se sintiera motivado por estudiar en un contexto como el del hogar, totalmente diferente al de la escuela y sin disponer de los recursos pedagógicos para enfrentar esa misión.
Y si a la misma se añade la necesidad de sistemáticamente mantener la higiene del hogar, garantizar la alimentación, y, en una parte de los adultos, continuar con el trabajo desde casa (teletrabajo o trabajo a distancia), entonces también los adultos se tensionan, se estresan, y pueden surgir disgustos y desencuentros, que, de ser percibidos por los menores, se agregarían a sus dificultades en el orden psicológico.
De ahí que también en aras de los pequeños campeones de estos tiempos, las familias cubanas hayan tenido también que crecerse y echar mano a recursos hasta ahora no empleados para mantener la armonía en la convivencia.
También alternativas ideadas puertas afuera de los hogares cubanos han emergido como ayuda, de adultos y niños, entre ellas, la creación en redes sociales de grupos encabezados por psicólogos, pedagogos y otros expertos para el apoyo psicoemocional a padres y cuidadores en general, así como para ofrecer consejos y otras brújulas en este complejo andar.
Pero, como se reitera una y otra vez, y se demuestra, para Cuba los niños y niñas han sido siempre lo primero, y la propia Unicef así lo ha constatado y elogiado.
De ahí que en esta Antilla Mayor se sigan tensando cuerdas en bien de esos campeones bajitos, lo mismo desde los reiterados llamados del doctor Durán a protegerlos a ellos ante todo, que desde el quehacer de los trabajadores de la Salud, de la Educación y del resto de los sectores que alientan la realidad socioeconómica de este país.
Y, a pesar de las dolorosas cifras de menores contagiados, desde la mayoría de los hogares cubanos igual se han abonado estrategias familiares de la mano de la paciencia, la inteligencia, y, sobre todo, de la responsabilidad y el amor, para que ellos sigan siendo nuestros campeones.
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