La epidemia del acoso

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La epidemia del acoso
Fecha de publicación: 
3 Octubre 2011
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El tema se pone en el candelero cuando hay algún acontecimiento trágico, un suicidio como el de Jamie Rodemeyer, de 14 años. Pero es, en todo caso, un drama permanente para miles de niños y adolescentes homosexuales en los Estados Unidos.
 
Las estadísticas de quejas por abusos verbales y físicos ("bullying" en inglés) en las escuelas han aumentado en los últimos años. Hasta el punto de que mucha gente pide acciones concretas del gobierno, una legislación que proteja a estos muchachos.
 
De cualquier forma, las quejas son solo la punta del iceberg: no todas las víctimas se atreven a denunciar a sus acosadores. Buena parte de ellas sobreviven como pueden y crecen, en muchos casos, con serios traumas de personalidad.
 
Algunos llegan al extremo: terminan suicidándose. Téngase en cuenta que un adolescente gay, particularmente si es rechazado en su entorno, es 9 veces más propenso a atentar contra su vida.
 
Es difícil estar en muchas escuelas públicas y privadas norteamericanas si eres diferente, una circunstancia agravada por la deficiente formación en los hogares de los adolescentes y las propias inseguridades y confusiones de la edad.
 
Buena parte de los muchachos que acosan se han criado en un ambiente violento, prejuicioso e intolerante. El ambiente de la escuela, muchas veces, no es mejor. En una sociedad marcada por la violencia, las instituciones docentes devienen muchas veces verdaderos campos de batalla.
 
Con insuficientes programas de educación para la sexualidad, los adolescentes homosexuales son las principales víctimas de golpizas o ataques verbales. Si a esto se suma la propia depresión que muchas veces origina el asumirse gay, la vida de estos jóvenes llega a ser un infierno.
 
Las autoridades sanitarias norteamericanas reconocen que son el principal objeto de ataques. Pero no son los únicos, también los musulmanes, latinos o, incluso, los que tienen algún acento al hablar.
 
No basta con la acción de docentes, el problema ha adquirido dimensiones de epidemia. Su causa está en la educación familiar y en los mensajes de odio e intolerancia que llegan a los jóvenes directamente o por los medios.
 
Muchas escuelas, por otra parte, no tienen instrumentados programas de educación sexual, algo que olvidan muchos que piden criminalizar el "bullying".
 
Tomar medidas legales, en todo caso, servirá hasta cierto punto para atenuar o resolver problemas puntuales. Pero hasta que no se ataquen las causas originales no habrá mejorías considerables.
 
Por otra parte, no puede olvidarse que los acosadores son también menores de edad. O sea, que las medidas legales serían necesariamente atenuadas.
 
La solución sería más educación, pero decirlo es más fácil que poder asumirlo. La propia naturaleza del sistema, marcada en buena medida por las leyes del mercado, y la crisis actual, no propician que se dediquen más fondos a la educación pública.
 
Y en el caso de que se hiciera, ¿hay voluntad en todos los espacios de poder de llevar adelante programas de formación sexual estrictamente científicos? La sombra de los prejuicios todavía marca a mucha gente poderosa en el país más desarrollado del mundo.
 

Mientras, ahora mismo, algún adolescente está siendo castigado por el "pecado" de ser homosexual. E incluso, por el de parecerlo.

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