El mismo perro: Sudán sin «primavera»

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El mismo perro: Sudán sin «primavera»
Fecha de publicación: 
3 Junio 2019
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Las protestas contra el grupo militar que derrocó al presidente Omar al Bashir han ido extendiéndose y subiendo de tono en gran parte de Sudán, ante el incumplimiento castrense de integrar a civiles sin vínculos con el anterior régimen en un gobierno de transición, con vistas a unas próximas elecciones generales.

Algunos que se dicen analistas expertos indican que el movimiento sudanés tiene aproximación con la denominada primavera árabe de hace algunos años, la cual no era más que parte de una parafernalia creada por el imperialismo para deponer a gobiernos que no les eran afines o que no cumplían su papel de amortiguador de embates sociales.

Pero dirigentes sudaneses, bien formados políticamente, rechazaron de plano a la mayoría de los militares golpistas, acusándolos de corruptos y protagonistas de genocidio, como el que hace unos 16 años tuvo lugar en la región de Darfur. O sea, la eliminación de Al Bashir no significa el fin del régimen.

Mientras la Unión Europea llama a la concordia y al no enfrentamiento entre militares y civiles, se han reportado hechos de violencia contra los participantes en las protestas, y un comunicado del golpista Frente Nacional por el Cambio afirmó que la situación en el país está controlada por el Ejército, las Fuerzas de Apoyo Rápido y el aparato central de Seguridad Nacional.

Recordemos que cuando las manifestaciones comenzaron a ser masivas, el régimen de Al Bashir encarceló a un centenar de dirigentes de la oposición, quienes ya han sido liberados.

Durante 118 días seguidos el pueblo sudanés se pronunció en contra del régimen que dividió a Sudán, debilitó su economía, contribuyó a la guerra civil y al descontento social sin precedentes.

Tal situación se controló desde el extranjero, pero ello fracasó, al no cumplirse los llamados acuerdos de paz, en tanto Sudán se convirtió en objeto de asistencia internacional, aunque tiene ricos recursos renovables y no renovables.

Pero ahora la realidad indica que a los golpistas se les está escapando la situación de las manos, con manifestantes bien organizados que están buscando un verdadero cambio de gobierno; de ahí que la preocupación llega a las principales capitales occidentales, y aún más, a las satrapías del Golfo Pérsico.

Sin excusa

La actual junta militar que destituyó a Al Bashir mantiene la vigencia del acuerdo con Arabia Saudita de mantener a unos 600 soldados, la mayoría menores de edad, en Yemen, para apoyar la guerra genocida de Riad contra el país árabe.

De acuerdo con un informe publicado por el diario en lengua árabe Sout al-Hamish, que cita a fuentes militares, un avión con 600 combatientes sudaneses a bordo despegó desde el aeropuerto de Nyala (suroeste de Sudán) con destino a los territorios controlados por los mercenarios sauditas en Yemen.

Antes de ser enviados a los frentes de batalla en Yemen, estos soldados recibieron cuatro meses de capacitación en varios lugares especializados, como el centro de entrenamiento de Dumaya, en Nyala; el campo de entrenamiento para paracaidistas en Jartum (la capital sudanesa), y el campo de Al-Jili (en el norte de Jartum).

Casi todos los mercenarios sudaneses provienen de las regiones empobrecidas de Darfur y la mayoría de ellos pertenece a las Fuerzas de Apoyo Rápido, una milicia tribal acusada de crímenes de guerra durante el conflicto iniciado en el 2003 en esa región occidental del país africano.

A su vez, Yemen denunció el crimen de Arabia Saudí de reclutar a niños sudaneses como mercenarios para la agresión que lidera contra el pueblo yemenita.

Aunque las partes del enfrentamiento firmaron un protocolo internacional que prohibía la participación de niños en conflictos, el régimen saudita contrató a niños de Darfur para que tomen las armas a su favor en los combates en Yemen.

Aparte de mercenarios sudaneses, Arabia Saudita ha recurrido a miembros de bandas terroristas takfiríes, como EIIL o Estado Islámico (Daesh, en árabe) y Al-Qaeda, para intentar derrotar al Ejército y al movimiento popular Ansarolá yemenitas, con el fin de restaurar en el poder al expresidente fugitivo Abdu Rabu Mansur Hadi.

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