Dilema camerunés: Biya, petróleo y expotencias coloniales

Dilema camerunés: Biya, petróleo y expotencias coloniales
Fecha de publicación: 
2 Junio 2019
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Se ha dicho muchas veces, y es cierto, que la división malintencionada de los territorios africanos por las potencias coloniales ha sido la principal causa de los conflictos que siguen agravándose hoy, y Camerún es un buen ejemplo de ello, con el independentista de sus dos regiones occidentales y el creciente malestar de quienes se oponen al gobierno de Paul Biya.

El origen del actual conflicto independentista se remonta a hace un siglo. Tras perder Alemania la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña y Francia deciden repartirse la antigua colonia alemana de Kamerun. Como consecuencia, el actual Camerún es un país dividido en dos lenguas: la mayor parte del país es de habla francesa, pero dos de sus diez regiones —noroeste y suroeste, que acogen a un quinto de la población del país— hablan inglés.

Desde la eliminación del sistema federal en los años 70, los ciudadanos de las zonas anglosajonas consideran que su lengua y sus derechos políticos se han aplastado. Sin embargo, las diferencias culturales y económicas entre las propias regiones occidentales habían prevenido hasta ahora cualquier protesta unificada y contundente frente el Estado.

Un problema añadido es que las regiones noroeste y suroeste cuentan con la península de Bakassi, un lugar estratégico y de gran importancia para Camerún. Los cameruneses han luchado con Nigeria durante décadas por la soberanía de este territorio de mil kilómetros cuadrados de extensión. La principal razón es que esta pequeña península que da al golfo de Biafra contiene el 90% de las reservas de petróleo del país, con recursos para llenar 24 000 millones de barriles de crudo. La región cuenta también con las aguas que se consideran con una mayor concentración de langostas, camarones y pescado del mundo, por lo que no es de extrañar que la mayoría de sus 600 000 habitantes sean pescadores.

Gracias a la reserva natural de Bakassi, el petróleo es uno de los grandes motores de la economía camerunesa; en el 2016 representaba un 40% de las exportaciones del país, por valor de mil millones de dólares. Ese mismo año, el crudo fue también el producto que más importaron, por valor de 477 millones de dólares, lo que hace que Camerún tenga unos beneficios anuales de más de 500 millones de dólares con el comercio del petróleo, lo cual le convirtió en el país más desarrollado económicamente de la región centroafricana.

Junto con la República Centroafricana, es el único país de la Comunidad Económica de los Estados de África Central —una organización de cooperación económica regional en la que participan ambos junto con Gabón, República del Congo y Guinea Ecuatorial— con una previsión de crecimiento por encima del 3% anual. El PIB de Camerún representa el 42% de la organización y el paro ha bajado de un 30% en el 2001 a un 4,2% en el 2018. A esto se le añade el potencial demográfico del país: con 25 millones de habitantes —casi la mitad menor de 15 años—, prácticamente dobla a Chad, a pesar de tener 2,7 veces menos superficie.

No obstante, Camerún tiene una deuda actual de más de 10 000 millones de dólares, un tercio de ella con China. El gigante asiático le ha prestado más de 5 500 millones de dólares al régimen de Paul Biya desde el año 2000. Una gran parte del dinero va a parar a las mejoras de transporte: el 90% de las construcciones y las carreteras en Camerún son de obra china. Pero, sin duda, el gran proyecto que revela el interés del país asiático en Camerún es la construcción de un gigantesco puerto en la ciudad suroeste de Kribi, previsto para el 2035, que será el más grande de la región y un lugar clave para las exportaciones.

Por supuesto que ni Francia ni Gran Bretaña ofrecen este tipo de préstamos en condiciones ventajosas como hace China con los países africanos. Para ellos lo más importante es la ayuda militar, principalmente de París.

Francáfrica

El poder e influencia de Francia en sus antiguas colonias africanas es tal que algunos autores llaman al periodo poscolonial la Francáfrica. En Camerún esa influencia se forjó en la época colonial, ya que Francia formaba en su sistema educativo a muchos cameruneses. Dos de ellos fueron sus primeros y únicos presidentes, Ahiyo y Biya. Este último estudió en prestigiosos institutos franceses en Yaundé y París y, posteriormente, en el Instituto de Estudios Superiores de Ultramar de París, una gran escuela diseñada para que estudiaran los futuros gobernadores de las tierras coloniales.

Con ese bagaje, los franceses supieron maniobrar para poner de su lado lo que consideraban una élite moderada a la que controlaban para evitar el triunfo de la insurrección a la que calificaban de marxista. Ahiyo se puso del lado de los franceses, y desde entonces las relaciones diplomáticas entre ambos países han sido excelentes.

Por una parte, Francia tiene en Camerún un importante aliado en el centro de África, un país estratégico en la frontera con países de influencia anglosajona que, además, cuenta con grandes reservas de petróleo. Por otro lado, el Gobierno de Camerún recibe el apoyo expreso de Francia, que proporciona ayuda militar, media a su favor ante organismos internacionales y pasa por alto el autoritarismo de Paul Biya.

El Elíseo solo se ha pronunciado acerca del conflicto separatista que se inició en el 2016 para condenar la muerte de tres gendarmes cameruneses a manos de los protestantes y pedir vagamente al gobierno que abra la vía del diálogo, sin ejercer ningún tipo de presión.

Apoyado de facto en el conflicto anglosajón por Francia y la comunidad internacional, Biya ha renovado su poder por siete años más. El presidente está respaldado por una economía que crece y la seguridad de mandar por encima de una oposición fragmentada, incapaz de arrebatarle una Administración que maneja a su antojo. Las reservas de petróleo en los alrededores de la península de Bakassi, la preocupación por el terrorismo de Boko Haram en el lago Chad y el Sahel, y la inestabilidad de sus vecinos en la región centroafricana parecen motivos suficientes para favorecer la continuidad en Camerún. Con todo, no se prevé ninguna presión externa para hacer caer al longevo dictador camerunés, que viaja más que manda.

Paul Biya tiene ahora una bala de fuego con lo que ya es casi una guerra civil en las zonas anglosajonas. De las consecuencias que tenga su política de mano dura y la resolución del conflicto dependerá su estabilidad en el gobierno.

Está por ver si Biya volverá a salirse con la suya o acabarán partiendo Camerún en dos en una herida incurable.

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