En Cuba no se alquilan los abrazos
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Se alquilan autos, apartamentos, ropas... y de un tiempo a esta parte resulta que también se alquilan padres, esposas, nietos, hijos y hasta amigos.
Parece algo surrealista, pero exactamente es lo que sucede en Japón. Allí funciona desde hace diez años la compañía Family Romance, fundada por Yuichi Ishii y dedicada al arriendo de parientes y amistades.
Dicho negocio cuenta con unos dos mil 200 trabajadores entrenados para desempeñarse como algún pariente, novio, amante o amigo. Se trata de un servicio cuya popularidad ha ido aumentando, en correspondencia con el incremento de dolorosas carencias que hoy acusa la sociedad nipona.
“Por ejemplo, si alguien necesita padres postizos para presentar a su prometida o prometido y por alguna razón no les puede presentar a los reales, la gente usa este servicio. En ese momento, buscamos a gente que luzca de manera similar. Misma altura, corte de pelo, edad, etc. Aquellos que tienen problemas para hacer amigos, pueden arrendar. Actuamos como verdaderos amigos y disfrutamos juntos de compras, paseando, conversando, etc. (...) Hay ancianos que arriendan hijas, hijos o nietos, para recrear lo que alguna vez tuvieron o lo que nunca llegaron a tener”.
Yuichi Ishii, fundador del negocio japonés para alquilar parientes y amigos.
Así declaró a BBC el dueño de la compañía, quien precisa que “nuestra misión es convertirnos oficialmente en la persona que estamos representando”.
Yuichi Ishii precisa que el rol más demandado es el de padre de familia. Él, en particular, asume ese papel ante 25 familias.
Y cada uno de los trabajadores de Family Romance debe asumir a conciencia el papel que le toca, recordando nombres propios así como particularidades de cada una de las personas con quienes deben relacionarse como parte del contrato de alquiler equivalente a 20 mil yenes por cuatro horas (unos 180 dólares), más transporte y comidas.
En oportunidades se trata de relaciones muy largas, de años de duración, porque es el cliente quien decide cuándo romperlas y decir la verdad, digamos, a un hijo para el que contrató un papá de alquiler.
El propio Yuichi Ishii comentó lo difícil que le resulta en ocasiones convencer a sus hijos ficticios de que debe marcharse.
En algún momento se sabrá e incluso se novelará y hasta harán películas sobre el dolor que sintieron y vivieron esos parientes cuando descubrieron el engaño.
Se trata de un fenómeno sociológico que merece estudios y acciones urgentes. Sobre todo si se le añade el de los hikikomori y también el del aumento de la delincuencia entre los mayores de 65 años.
Los hikikomori suman hoy más de medio millón (el 1,57% del total de la población) y son jóvenes que decidieron no salir más de sus cuartos, a veces por años, porque se sienten incompetentes, incapaces de enfrentarse a posibles fracasos y, a la vez, enlazados al exterior solo por la nuevas tecnologías.
Adiestrando al personal de Family Romance, que cuenta con detallados manuales. Prohibidos besos y sexo, solo tomar la mano está permitido.
En el otro extremo de la balanza, japoneses de más de 65 años se ha decidido a delinquir para tener un motivo que los interne en la cárcel y así solventar sus necesidades de modo gratuito.
Los adultos mayores constituyen cerca de la cuarta parte del total de la población nipona, aproximadamente una de cada cinco condenas registradas hace dos años las estaban cumpliendo mayores de 65 años, muchos de ellos en calidad de reincidentes.
Prefieren permanecer tras las rejas que enfrentarse a un mundo que les da la espalda y en el que no pueden sufragar los gastos de sus necesidades más elementales.
En Cuba, felizmente, no hace falta alquilar parientes ni amigos. Con independencia de las buenas o malas brisas que soplen sobre la economía de la Isla, desde hace décadas, la familia sigue siendo una de las prioridades más importantes de los cubanos, si no la más.
No puede hablarse de u n solo tipo de familia, dada la heterogeneidad de estos núcleos primarios, pero aunque existan en su diversidad, si hay una coincidencia al señalarla como el espacio por excelencia para el bienestar de los cubanos, el refugio que los habitantes de esta Isla intentan proteger contra todas las mareas.
Sucesivas indagaciones de corte sociológico y psicológico así lo han ratificado durante distintas etapas vividas en la Mayor de las Antillas y existe en el país una suma de voluntades individuales, institucionales, gubernamentales y políticas porque así continúe ocurriendo.
Quedó ratificado una vez más durante la X Conferencia Internacional de Derecho de Familia que tuvo lugar en mayo último en La Habana.
Allí, la doctora Patricia Arés, profesora titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, había ratificado que “queremos dejarles a las nuevas generaciones un mundo donde las familias no sean espacios de opresión y sometimiento, sino el lugar por excelencia en el que se garantice la dignidad plena, el desarrollo integral de sus miembros y el bienestar”.
De todas formas, no todo es miel sobre hojuelas puertas adentro de los hogares cubanos aun cuando esas sean las intenciones. Al decir de la propia doctora Arés las familias "viven transiciones complejas, múltiples y encontradas".
Las cosas se hacen difíciles sobre todo si se tiene en cuenta, por ejemplo, que el 64 por ciento de las familias está conformado por adultos y adultos mayores a la vez que no pocas veces conviven bajo el mismo techo varias generaciones surgiendo fricciones, puntos de vista y modos de hacer a veces encontrados.
Pero se aboga una y otra vez por el diálogo, la comunicación, por el cariño. Incluso la más actual Constitución de la República recientemente aprobada y puesta en vigor hace un espacio a estos tópicos al pronunciarse por la no violencia y los afectos.
Pareciera estar entretejido en el ADN de los cubanos su culto a la familia y a la amistad, a esos lazos que son refugio, apoyo, y que ni la distancia rompe.
Para los cubanos, la familia será siempre uno de sus principales pilares.
Por eso, aun cuando el zapato apriete como ahora, siempre habrá en esta latitud del Caribe una mano que te alcance el buchito de café, la pastilla de dipirona, el platico con el dulce recién hecho, sin necesidad de alquilar abrazos.
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