Entrevista a Silvio Rodríguez
especiales
Una vez estuve en casa del excelente escritor argentino Gregorio Selser, cuando él vivía en México, exiliado. Gregorio era un hombre muy sencillo, ni alto ni fornido, pero de un antiimperialismo vigoroso. Escribió libros imprescindibles como Sandino, general de hombres libres, El pequeño ejército loco, y una Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina, que se publicó póstumamente.
Aquella única vez que entré a su mínimo departamento del DF, choqué con una niña que estaba en el suelo, armada de tijeras y goma de pegar. Era su hija Gabriela, que gustaba de recortar revistas y armar escenas de su imaginación con pedacitos de colores. Entre sus trabajos, uno mostraba una isla paradisíaca sobre la que brillaba un sol generoso. En cuanto lo vi, me dije: “esta isla es Cuba, después de mi canción”.
Era que yo acababa de escribir “Rabo de Nube” y ya estaba pensando que sería el título de un disco, y por lo tanto buscando cómo representar lo que quería decir. Aquella misma tarde le propuse a Gabriela que me hiciera un collage parecido al que ya tenía, pero con un tornado de rayos y truenos barriendo el territorio. Aquella propuesta resulto ser después la portada de mi disco, y el dibujo de la isla ideal, que ya estaba hecho, ella me lo cedió como contraportada.
En 1980 volví a encontrarme con Gabriela, esta vez en Managua (Nicaragua), donde resultó que hizo familia y se quedó a vivir. Gabriela, como su padre y hermanas, es periodista. Hace unos días me escribió para pedirme que le contestara unas preguntas. Le mandé mis respuestas y me dijo que le habían gustado. Hoy las veo publicadas, con una edición ―seguramente por razones espacio―, que no me convenció del todo.
La entrevista salió titulada: “Silvio Rodríguez: canto por la justicia social”. Pero a continuación la tienen como era hace una semana, cuando acabé de contestarla.
Este sábado la Nueva trova cumplirá 40 años. Según como se mire, pueden ser muchos o pocos, aunque es de imaginar que para la cultura y la Revolución cubana este aniversario no es poca cosa. ¿Qué impacto tuvo este movimiento de trovadores en tu país y en América Latina?
―Lo que se conmemora este año, Gaby, es la creación de la organización que se llamó MNT (Movimiento de la Nueva Trova). Esto sucedió en la ciudad de Manzanillo, en diciembre de 1972, por acuerdo de un segundo encuentro de jóvenes trovadores. Lo cierto es que nuestra generación hacía cinco años que hacía canciones y se relacionaba. Pero institucionalizarnos nos permitió hacer festivales y encuentros en diferentes lugares del país, hacer giras, intercambiar canciones, ideas, vincularnos a otras formas de hacer música. También por entonces se hizo un programa de televisión semanal y trabajamos para galas artísticas que celebraban fechas, sobre todo patrióticas.
«El hecho de ser un movimiento, una organización, quizá no nos hizo mejores artistas (eso era algo que le correspondía a cada cual como esfuerzo individual) pero nos dio un nombre y, sobre todo para el exterior de Cuba, nos convirtió en una referencia del proceso revolucionario».
¿Qué ha pasado con el cubano y las cubanas de a pie en estos 40 años, y qué ha pasado también con el “Silvio de a pie” que en 1972 dio el acta de nacimiento a la Nueva Trova?
―Pues han pasado muchas cosas, dependiendo de las características de cada cubano, de lo que haya logrado superarse, y también de la suerte que haya tenido. Yo no hice el acta de nacimiento de la organización que se fundó en 1972. Solo fui uno de los muchos trovadores que estuvimos allí y vimos en aquello la posibilidad de hacerle justicia a mucho talento que había desperdigado por la isla. Por entonces los viejos trovadores eran los artistas peor pagados de toda la cultura. Nuestra intención al apoyar aquella idea era hacer justicia a todo el mundo, por eso en nuestros festivales participaban músicos de diversas edades y estilos.
«Respecto a mí, en estos 40 años he cambiado, sobre todo de aspecto. En ideas puede que también haya madurado un poco, pero básicamente continúo convencido de lo mismo que entonces: la necesidad de justicia social que sembró en mí la Revolución de 1959. Otra cosa que no he abandonado es la preocupación por superarme y por ser útil. Entonces lo veía como la forma de conseguir un arte a la altura de la instrucción que pretendía mi país, y que sin dudas después consiguió.
«Hoy día, tratando de hacer lo mismo, realizo dos conciertos todos los meses en los barrios más necesitados, en zonas periféricas donde el trabajo cultural, lamentablemente, no suele abundar».
Del trovador popular Sindo Garay ―sin duda una de tus raíces musicales, como lo has dicho en muchas ocasiones― a la música que la juventud cubana escucha hoy en la isla, ¿qué camino ha recorrido la canción, incluida la tuya, en estas cuatro décadas?
―En estos momentos hay mucho hip-hop en Cuba, y salsa, y reguetón, y música de cámara, sinfónica y coral. Somos un país multimusical. Y por supuesto la trova también conserva su vigencia. No te puedo decir que sea la música más divulgada, pero sí que hay programas, incluso de televisión, que difunden sobre todo a los más jóvenes. También siguen existiendo peñas. El Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, que dirige Víctor Casaus, abrió espacios importantes para los trovadores y lleva más de diez años grabando sus conciertos.
De las más de 540 canciones de tu autoría, ¿existe alguna preferida por ti, que te siga emocionando al cantarla? Y al contrario, ¿hay algún tema que ya no te inspire cantar, o que te arrepientas de haber escrito?
―A veces hallo frases, o notas, o acordes, expresiones que me hubiera gustado que me salieran más logradas, pero hasta el día de hoy no me arrepiento de ninguna canción que haya escrito.
Tu nombre, desde el nacimiento de la Nueva Trova, se ha asociado siempre al de Pablo Milanés, por haber sido una suerte de embajadores culturales de la Revolución cubana. Y por eso esta pregunta es inevitable: ¿Cómo interpretas la salida de Pablo de Cuba para establecerse en España? ¿Consideras que sus duras críticas al gobierno cubano lo convierten en un desertor, en un traidor?
―Las andanzas que evocas ocurrieron hace más de un cuarto de siglo. Y sin duda eran otros los que nos veían como “embajadores culturales”. Nosotros nos veíamos como dos trovadores que se juntaban para hacer presentaciones. Constantemente yo hacía lo mismo con Noel Nicola, o con Vicente Feliú. Por otra parte, siempre he considerado que todos tenemos derecho a vivir donde queramos. Tengo gente querida en muchas partes, empezando por la Florida. Yo viví todo un año en París y no creo que eso me haya convertido en algo feo.
Son conocidas tus críticas a la burocracia, la ineficiencia y hasta la indolencia de la población cubana frente al trabajo, por no hablar de los grandes retos que el mando cubano sigue advirtiendo hay todavía por delante para mejorar el nivel de vida en la isla. ¿A qué atribuyes esta actitud? ¿A que no existe la competencia que motiva el “sálvese quien pueda” del capitalismo? Porque si es un asunto idiosincrático, como país, como cultura, el pronóstico de mejora puede ser muy pesimista…
―La crítica no es patrimonio del antagonismo. Nada logra avanzar sin examinarse. Y respecto a la competencia: emular es bueno porque despierta el deseo de superación. Reventar al rival ya es otra cosa. Hay que buscar la dosis de iniciativa que saque lo mejor y pare lo peor de nosotros mismos. Hay que intentar el equilibrio, posiblemente con leyes y con mecanismos que la sociedad controle y verifique. Y si hay que controlar y verificar a esos mecanismos, pues hay que hacerlo. Hasta ahora el hemisferio occidental solo conoce sociedades de conceptos opuestos. Los fallos de los extremos tienen que arrojar alguna enseñanza. Si no, somos imbéciles.
Hace 40 años tenías 25. Te has mantenido fiel a tus ideas y al liderazgo de la Revolución, con Fidel y Raúl Castro a la cabeza. ¿Cómo imaginas será Cuba en los próximos 30 años?
―Espero que sea como lo deseen los que la vivan.
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